«Aborrecí ser periodista, pero es una misión de vida por mi país»
Al menos once periodistas fueron asesinados en México en 2022, solo uno menos que en Ucrania. Rodolfo Montes, que se ha dedicado a investigar al Cártel de Sinaloa, se ha exiliado para no ser el siguiente
De 32 años de carrera, el periodista mexicano Rodolfo Montes lleva 17 cubriendo el narcotráfico. Empezó cuestionando «de dónde sacaban algunos políticos tanto dinero para sus campañas». Así descubrieron el «fuerte vínculo de los partidos con estructuras criminales», hasta el punto de que «en muchas regiones se viven verdaderos narcoestados». Luego, los distintos grupos «empezaron a pelearse entre sí».
Cuando el 5 de enero México detuvo a Ovidio, hijo del Chapo Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, le dolió no poder cubrir la noticia. Se había visto obligado a exiliarse para no ser el siguiente en un país donde en 2022 fueron asesinados, según la Federación Internacional de Periodistas, once comunicadores, solo uno menos que en Ucrania. Según otras organizaciones, podrían ser más.
«Me queda la satisfacción de ser el primero en abrir la brecha» sobre Ovidio. Montes llevaba desde 2016 investigando cómo «se había convertido en el rey» del tráfico de fentanilo, en colaboración «con la mafia china». También la relación entre esto y «lo que está sucediendo en Zacatecas, con ejecuciones a diario». Sabía que la investigación lo ponía en peligro. Al principio se resistió a entrar en el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Cuando al final cedió y logró entrar, constató los fallos que hacen que compañeros bajo protección acaben muertos. Salva la profesionalidad de los escoltas, pero critica la «indolencia» y lentitud, la «falta de empatía» y el exceso de burocracia en las decisiones.
El 8 de julio recibió una amenaza de muerte explícita. La siguieron otras dos, con un «qué bien se ve tu hija vestida así». Quien lo llamaba se presentó como líder del Cártel Jalisco Nueva Generación. Unos días después, «descompuesto y roto», pidió públicamente al jefe de la banda que le confirmara si iban a por él. Este lo negó en redes sociales. «Sé quién quiere matarme», asegura: funcionarios públicos a los que ha investigado.
Ahora, además de estar fuera de su país, tiene que convivir con la idea de que también su hija lleve escolta. Se siente «viejo y cansado». En algún momento «aborrecí ser periodista, pero es una misión de vida por mi país. Muchos me han dicho: “¿Qué has ganado?”. No lo sé, pero por mí no ha quedado».
Jaime Armendáriz no ha estado tanto en el punto de mira. Aunque perdió a una colaboradora, asesinada en 2017, y ha tenido a una compañera desplazada. Lo que lo llevó al límite fue cubrir el asesinato el pasado junio de dos jesuitas en la sierra Tarahumara. «Nos pegó mucho, porque habíamos trabajado con personas de sus comunidades». Ahora se ha integrado en el programa Barcelona Protege a Periodistas de México, del Ayuntamiento de la Ciudad Condal, buscando un «respiro» para cuidar su salud mental.
Su medio, Raíchali Noticias, es casi el único que cubre esta zona, donde tiene una enorme presencia el crimen organizado. No solo producen y trafican con droga, sino que «empiezan a controlar la venta de alcohol y la tala de árboles». Incluso manejan candidaturas electorales. Trabajar en este ambiente «es durísimo». Los seis periodistas de Raíchali, incluidos dos compañeros indígenas, han creado sus propios protocolos de seguridad en contacto continuo con las comunidades. A veces envían sus reportajes a la Alianza de Medios de Periodistas de a Pie, una red de pequeñas empresas locales de comunicación, para publicarlos sin ponerse en el punto de mira. También están acostumbrados a tratar con los religiosos. «Nos facilitan movernos en zonas que no conocemos». Además, antes ir con ellos era sinónimo de protección. Ahora ya no.
«En los últimos diez años, al menos 80 periodistas han sido asesinados en México por ejercer su profesión». A raíz de este dato, la Iglesia en México convocó al inicio de este año una jornada de oración. «Se invitó a todos los periodistas a las catedrales de su ciudad para pedir por ellos», explica Óscar Cruz, portavoz del episcopado mexicano.
Esta convocatoria se enmarca en una serie de jornadas de oración mensuales por la paz, convocada a raíz del asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín César Mora. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), la Conferencia de Superiores Mayores Religiosos y la provincia mexicana de los jesuitas «decidieron reunirse y coordinarse en un núcleo por la paz y comenzar a trabajar para generar iniciativas», explica Cruz. La primera fue una Jornada de Oración por la Paz, el 4 de julio de 2022. Desde entonces se ha venido repitiendo cada tercer domingo de mes. Cada vez se reza por un grupo vulnerable, como sacerdotes y religiosos agredidos o personas desaparecidas. Este febrero toca a los migrantes. «Los periodistas son vulnerables porque muchos denuncian las corrupciones entre el Gobierno y el narcotráfico», explica.
El portavoz de la CEM valora de forma positiva los frutos logrados hasta ahora. «Estas acciones han sensibilizado a México, al pueblo y a los tres niveles del Gobierno», del local al nacional. «Todavía no logramos que cambien las cosas, pero la sensibilidad sí». Por ejemplo, muchos grupos, tanto de Iglesia como no católicos, están trabajando estos meses el tema de la paz.