Al hacer entrega a Sandra Várez del X Premio San Juan Pablo II de Comunicación, se premia a esta gran periodista por su ejemplo de fidelidad escrupulosa a la verdad, pasión y creatividad en el enfoque, y sensibilidad social y religiosa en el análisis de su trabajo. Pero con ella se le vuelve a hacer, ya por décima ocasión, un homenaje al sucesor de Pedro en cuyo testimonio y magisterio comunicativo se ve reflejado el ejemplo de cada uno de los reconocidos por este premio de la Fundación Crónica Blanca. Tres giros, me atrevería a decir copernicanos, dio el santo Papa Magno a la mirada eclesial sobre la comunicación social.
El primer giro fue el del modo de relacionarse la Iglesia, a través de su cabeza visible, con el mundo de la comunicación social, que no son solo los medios, sino sus profesionales, sus usuarios vistos desde la perspectiva de receptores activos, y la cultura mediática que nos implica a todos en la sociedad de la Información. San Juan Pablo II fue el primer Papa en hacer ruedas de prensa sin papeles en el avión que lo llevó por todo el mundo, el primero en dejarse hacer libros-entrevista, y sobre todo el primero en asumir sin cortapisas que su imagen era requerida en la era mediática como imagen corporativa de la Iglesia, como parte de su humilde servicio.
El segundo giro fue el del modo de establecer una mirada crítica y profética sobre el entramado mediático en general y sus diversos procesos concretos. Para él ya no valía eso de que los medios son neutros éticamente frente a la sola responsabilidad de emisores y receptores. Para él la formación paulatina de convencionales estructuras comunicativas (empresariales, técnicas, lingüísticas, estilísticas, etc…) era susceptible de revisión y de mejora, ya que pueden ser estructuras tendientes a la humanización o a la deshumanización de las sociedades a través de los usos y costumbres mediáticos. Así tanto denunció el avasallamiento, el intrusismo, y el relativismo generado por algunas de estas estructuras, como defendió el Pentecostés de las oportunidades y los logros de otras muchas a favor de la comunión de hombres y pueblos.
El tercer giro, al fin, involucraba a la nueva evangelización, que considerando el mundo de los medios como uno de sus cinco areópagos de la misión, junto a la economía, la política, la ciencia y la cultura, establecía que la urgencia evangelizadora no estaba ya solo ni primariamente en el uso de los medios para evangelizar, sino en la evangelización misma de la nueva cultura mediática.