A mí me lo dijo José Luis Gutiérrez - Alfa y Omega

Hay personas a las que se las concede morir como vivieron. En el caso de José Luis Gutiérrez, su marcha a la casa del Padre en la madrugada de este Jueves Santo, rodeado de su extensa familia, es un signo elocuente. No es casual que el Señor haya concedido a uno de sus testigos poder contemplarle cara a cara el día de la institución de la Eucaristía.

Hace unas semanas, José Luis nos entregó a CEU Ediciones su última obra (ya en imprenta): El mandamiento de la adoración a Dios debida es su título, y se inicia con una nota previa del autor, «un prólogo galeato», donde José Luis avisaba que no era «escriturista ni teólogo, aunque en algunas disciplinas no es del todo lego. Aficionado desde su juventud a la doctrina social de la Iglesia, ha mantenido al mismo tiempo un constante, cordial y devoto contacto con los textos sagrados del Antiguo Testamento y sobre todo con las enseñanzas del Nuevo. Fruto de este contacto es el presente estudio».

En estas líneas tenemos un buen retrato. La centralidad del encuentro con Cristo, una existencia atravesada por la fe, y una amplísima sabiduría puesta al servicio de la misión. Misión concretada por el carisma recibido en la Asociación Católica de Propagandistas y por una figura que cambiaría su vida para siempre: don Ángel Herrera Oria, de quien fue estrecho colaborador, y con quien hizo vida esa máxima de servir a la Iglesia donde la Iglesia desee ser servida.

A partir de ahí, pudo desarrollar diversas tareas de forma brillante: como periodista en el diario Ya y en EDICA; como director de la BAC; como miembro del Pontificio Consejo para la Familia, o como director del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala. Todas estas tareas, José Luis las acogió de forma eucarística, es decir, nunca tomándolas para sí mismo, sino entendiendo su gratuidad sin límites, para ejercer una paternidad en todos los que hemos podido trabajar con él. Utilizo el sustantivo paternidad porque expresa muy bien la vocación de José Luis.

La fe se transmite porque es tradición, es entrega, y empezó con los apóstoles, con Pablo, con los primeros padres, con el padre Ayala, con Herrera Oria… y a mí me lo dijo José Luis Gutiérrez.