¿A dónde va el dinero del Óbolo?
La colecta del Óbolo de San Pedro, con la que se financian las obras de caridad del Papa a favor de los más necesitados, se celebrará finalmente este domingo, 4 de octubre
Seis caravanas de migrantes entraron en México en 2018. En total, 75.000 personas que huían de la pobreza y la violencia. La imagen de las columnas humanas peregrinando a pie hacia un futuro incierto dieron la vuelta al mundo y esto generó una ola de solidaridad con todos ellos. Sin embargo, el tema dejó de interesar a los medios generalistas, y sin cobertura mediática se acabaron las ayudas. Excepto la del Papa Francisco, que donó 500.000 euros en 2019 «para asistir a los migrantes en México». El dinero procedía del Óbolo de San Pedro, fondo en el que se recogen los donativos que los fieles hacen al Pontífice para «sostener las estructuras centrales de la Iglesia» y para apoyar sus «obras de caridad en favor de los más necesitados», explican desde el organismo vaticano. La colecta se celebra de forma habitual el 29 de junio, festividad de san Pedro y san Pablo, pero la COVID-19 la ha retrasado en esta ocasión hasta este domingo, 4 de octubre.
Huyen del crimen organizado
El dinero del Santo Padre para los migrantes se repartió entre 27 proyectos diferentes. «A nosotros nos entregaron cerca de 23.000 dólares y los empleamos sobre todo en ropa interior, en medicinas y en comida para los migrantes», confiesa Luisa Silverio, de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. La religiosa coordina la casa del migrante El Samaritano, situada en la localidad de Atitalaquia (México), «donde antes del coronavirus atendíamos a cerca de 900 personas al mes y ahora a unas 150, aunque está volviendo a aumentar». Eran en su mayoría hombres, pero «el año pasado la cosa empezó a cambiar y ahora nos llegan muchas familias y también muchos adolescentes no acompañados». La casa funciona como comedor, albergue o dispensario médico, y en ella los migrantes pueden encontrar un momento de descanso. «Date cuenta que hay mucho crimen organizado en la zona y aquí pueden reposar en un sitio seguro. Incluso hemos atendido a gente que venía huyendo de las mafias que se dedican al tráfico de personas. A ellos los acogemos y luego los derivamos a instituciones especializadas en ayudar a este tipo de personas», concluye Silverio.
Con los niños sordos de Ruanda
Otra de las obras de caridad financiadas por el Papa con el dinero que los fieles entregan al Óbolo de San Pedro es la que dirigen las Hermanas Salesianas de los Sagrados Corazones en Kigali (Ruanda) desde 1990. «Se trata de un jardín de infancia y una escuela primaria para niños sordos», detalla la superiora de la congregación, sor Inés de Giorgi. En 2015 la orden abrió el instituto a los niños oyentes para fomentar «una cultura de respeto a las diferencias, reparto de tareas, corresponsabilidad y ciudadanía activa y democrática». Pero el Gobierno las obligó a extender sus servicios hasta la educación secundaria, a pesar de que «no tenía posibilidades económicas» para acometer las obras. Se pudo evitar el cierre gracias a la caridad del Papa, que financió los 635.000 euros que costó la ampliación de lo que llamaron Misión de la Caridad Papa Francisco. Allí practican «la inclusión en la escuela, que no es solo una práctica pedagógica, sino todo un estilo de vida caracterizado por el respeto y la ayuda mutua», concluye la superiora.
Los proyectos de México o Ruanda son paradigma de la actividad habitual del Óbolo de San Pedro, pero la COVID-19 ha provocado que desde el fondo vaticano se atienda últimamente situaciones de emergencia para paliar los efectos de la pandemia. De esta forma, Francisco ha enviado material médico a Brasil, Ucrania, Zambia o Rumanía. A España llegaron tres respiradores —y otro tipo de material médico—, que fueron entregados por el nuncio y el cardenal Osoro a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. «Su llegada fue un gran desahogo», en palabras de Jesús Morillo-Velarde Chiclana, director gerente del Hospital San Rafael de Madrid, porque si bien es cierto que «llegaron en un momento en el que los pacientes de UVI estaba disminuyendo», en muchos momentos de la pandemia «hemos estados desbordados».