Sois fuertes y habéis vencido al Maligno
En la primera lectura, el apóstol Juan, aquel discípulo que amaba el Señor, se dirige a los primeros cristianos, a los que contempla unidos por los lazos sagrados de la caridad y por los naturales de la familia. Esta experiencia natural es el fundamento puesto por el Creador, para su manifestación como Trinidad. Dios es familia. Los hombres, creados a su imagen, no existimos sino en familia, precedidos y envueltos en la atmósfera cálida del amor que nos acoge y nos sustenta. La familia, tal como manifiesta el Apóstol, es el espacio privilegiado en el que se experimenta lo que significa ser hijo y ser padre y que nos permite acoger al Padre con el Hijo en el Espíritu. La familia humana teje el entramado en el que la fe puede nacer y sustentarse; el entramado del amor y del conocimiento de Dios que los padres pueden y deben transmitir a sus hijos, con la profundidad de lo que se vive como fundamento de la propia vida personal y familiar. Pero la familia, cada uno de sus miembros, debe librar hoy como ayer una batalla decisiva, la de vivir según la voluntad de Dios y no asimilarse al mundo en el que vive, a los valores imperantes, a la policromía de la moda. ¿Cómo conseguir la fuerza y la motivación para vivir contra corriente? ¿Cómo ser lo que somos, familias cristianas, cuando las fuerzas disolventes y poderosas del relativismo y del individualismo egoísta nos amenazan dentro y fuera? El Apóstol nos lanza como un desafío, como un reto, sus palabras encendidas: sólo asentándonos en el conocimiento de Dios, en el conocimiento experiencial del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que nos ama, nos perdona y nos reviste de su fortaleza divina, alcanzaremos la victoria sobre el Maligno. La familia cristiana está llamada a cultivar la vida interior: la fe, la esperanza, la caridad. Así encontrará la fuerza, la alegría, el valor, para ser lo que Dios ha querido que sea. De este modo podemos asegurar el futuro, que no se da sin la tutela y transmisión de la familia.
Lydia Jiménez
Directora General de las Cruzadas de Santa María
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Primera lectura: 1 Jn 2, 12-17
Os escribo, hijos míos, que se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os escribo, jóvenes, que ya habéis vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al Padre. Os repito, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero-, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
La familia de Nazaret no vive aislada, forma parte de la sociedad donde Dios la ha situado. El Evangelio nos dice cómo José, atento a la voluntad de Dios, cumple su función de padre y vela por la vida del Niño. Su familia ha vivido el misterio de la concepción virginal y la pobreza del pesebre; ahora es víctima de la violencia y conoce el exilio. Más adelante, enviados también por la palabra de Dios, él y María buscarán un lugar tranquilo donde ganarse, con su trabajo, el pan de cada día. En nuestro tiempo, la familia en Europa y, singularmente, en España padece una grave enfermedad. Ya no es el espacio pacífico donde se guarda y desarrolla el niño, donde se forman y educan los futuros ciudadanos. La familia ve cómo la violencia está cada vez más presente en sus vidas y cómo los hijos pueden ser destruidos antes de nacer. Ve menoscabada su naturaleza y minado su fundamento antropológico cuando se relativiza el papel complementario de un varón y una mujer. La familia sufre la imposición de una educación relativista, que priva a los padres de su derecho fundamental a educar a sus hijos conforme a sus principios morales y es víctima de una inaceptable intrusión. La Palabra de Dios que se va a proclamar se dirige a cada uno de nosotros para iluminar las realidades inciertas que nos ha tocado vivir; para ayudarnos a interpretar los signos de los tiempos y lo que Dios nos transmite con ellos; para hacer de nuestras familias verdaderas Iglesias domésticas, y para afirmar que creemos en la comunión de amor matrimonial, fiel e indisoluble, que creemos en la familia como santuario de la vida, que creemos en la familia como escuela de todas las virtudes. Seguros de que la familia de Nazaret sigue siendo la propuesta cristiana de familia para nosotros y para nuestra sociedad, ayer, hoy y siempre.
Alfredo Dagnino
Presidente de la Asociación Católica de Propagandistas
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Evangelio: Mt 2, 13-15.19-23
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto». Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño». Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.
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Oración de los fieles
Oremos en primer lugar por la Iglesia, la Esposa fiel de Jesucristo y madre de los pueblos que vienen a la fe. Para que sostenga a todos los que tratan de vivir fielmente el valor del matrimonio y la familia; ilumine a los que, en medio de las incertidumbres o la ansiedad, buscan la verdad; y ayude a todos aquellos que se ven injustamente impedidos para vivir el proyecto familiar.
Oremos hoy de un modo especial por todas las familias cristianas de nuestra patria y de todo el mundo. Para que puedan llevar a cabo la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la Humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa.
Oremos por los esposos cristianos, unidos por el vínculo indisoluble del sacramento del matrimonio. Para que permanezcan siempre fieles entre sí, por encima de toda prueba y dificultad, en generosa obediencia a la santa voluntad del Señor: «Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre».
Oremos también por los hijos e hijas de las familias cristianas. Para que mediante el amor, el respeto y la obediencia a los padres, aporten su contribución a la edificación de familias auténticamente humanas y cristianas.
Oremos por las parejas de novios que se preparan para celebrar el sacramento del Matrimonio. Para que sientan la presencia de Dios en la vivencia de su amor mutuo y se preparen santamente para su matrimonio.
Oremos por todos los que sufren a causa de las desavenencias y rupturas matrimoniales y familiares. Para que la Iglesia, presentándose como madre misericordiosa, interceda por ellos, los sostenga en la fe y en la esperanza, de manera que las eventuales dificultades se resuelvan sin falsificar ni comprometer jamás la verdad.
Oremos por todos aquellos que se encuentran privados de una familia. Para que la sociedad sepa dar una respuesta a esas situaciones, y se abran para ellos las puertas de la Iglesia, que es casa y familia para todos.
Oremos por todas las víctimas del terrorismo, la guerra y la violencia, especialmente por Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, que hoy hace un año fallecieron en el atentado de Barajas. Para que Dios nos conceda el don de la paz y sepamos reconocer, proclamar y defender el valor inconmensurable de toda vida humana, base y fundamento de todos los derechos y de la convivencia social.
Y finalicemos nuestra oración orando por las autoridades públicas y cuantos tienen responsabilidad en todo lo que se refiere a las familias. Para que nunca nieguen a las familias todas aquellas ayudas —económicas, sociales, educativas, políticas, culturales— que necesitan para afrontar de modo humano todas sus responsabilidades.
Familia Orduña Méndez
(abuela, padres y ocho hijos)
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Oración final: cardenal arzobispo de Madrid
Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, nacido de mujer, y mediante el Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones que siempre se renuevan. Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor. Haz que el amor corroborado por la gracia del sacramento del Matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias. Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Por Cristo nuestro Señor que es el Camino, la Verdad y la Vida, por los siglos de los siglos. Amén.