Los cinco argumentos que tumban la propuesta de Podemos de suprimir la Misa en TVE
A Podemos no le gusta que Televisión Española retransmita cada domingo la Misa y por eso ha presentado en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley –esas que si se aprueban suelen quedar en nada porque simplemente instan al Gobierno– para que se supriman y así «permanecer neutral, aconfesional y respetuosa con todas las creencias e ideologías de la ciudadanía». Dice, en su argumentación, que en nuestro país hay distintas ideologías y creencias y que no se puede privilegiar a una, como si la Iglesia católica fuese la única que dispusiese de un espacio en la televisión pública. No es así. Desde la implantación de las distintas confesiones en nuestro país, las televisiones públicas dedican espacios a los diferentes credos: tienen su espacio los musulmanes con Medina; los judíos, con Shalom; y los evangélicos, con Buenas noticias.
El programa El Día del Señor, que es como se llama la retransmisión de la Eucaristía, es, además, uno de los programas más antiguos de TVE y tiene su réplica en todos los países de nuestro entorno. De hecho, en ocasiones, la Eucaristía que se ofrece en nuestro país se toma de Eurovisión, pues algunos países las ofrecen a los demás. «Alguna vez, se han visto Misas desde Irlanda, Francia, Suiza u Holanda. De quitarla, los raros seríamos nosotros», afirma Francisco Javier Valiente, salesiano, subdirector de El Día del Señor.
Una de las variables que no ha tenido en cuenta Podemos a la hora de fijar su posición es que la Eucaristía en televisión cumple un servicio público de primer orden, pues permite a gente que no puede acercarse a una Iglesia –por enfermedad, movilidad…– para participar en la Eucaristía dominical puedan hacerlo. Y por esto tiene que ver también con el derecho a la libertad religiosa de las persona. «Los católicos también pagan los impuestos con los que se mantienen la televisión pública», explica Valiente. El salesiano no entiende la argumentación de la formación morada –dice que la televisión pública debe ser neutral– como si en los programas no se transmitieran ideologías: «Películas, publicidad, series, programas de entretenimiento, canciones… están transmitiendo creencias, formas de entender la vida, una visión del mundo, valores. Es lo que hace la televisión y cualquier medio de comunicación. Y no nos preguntan a la audiencia por ello. Habría que dejar solo la información sobre el tiempo. La televisión pública debe dar cabida a todos, también al hecho religioso, que forma parte de la vida de las personas y no solo de su ámbito privado, sino de la esfera pública».
Otra cuestión a tener en cuenta es la de las audiencias, pues la Misa suele ser el programa más visto en su franja horaria, de 10:30 a 11:30 horas, en La 2, donde se emite, y en relación con las demás cadenas generalistas. Cuando la segunda cadena de TVE suele marcar unos porcentajes de audiencia entre el 2,5 % y el 3 %, la eucaristía suele alcanzar el 7 %. De hecho, el 26 de febrero, por poner un ejemplo, un total de 354.000 espectadores se reunieron en torno a la Misa, lo que supuso un 7,7 % de las personas que estaban enfrente de la televisión en ese momento. Una cifra superior al que consiguió otro programa con solera de ese mismo día, Estudio Estadio, que se emite en teledeporte por la noche. Aunque ese mismo día hubo programas con más audiencia –la mayoría solo unos miles por encima–, ninguno de ellos fue capaz de sumar una cuota de pantalla tan alta y que, en el conjunto del día, fue del 2,6 para la cadena.
Otro argumento a favor de la Misa en televisión es su coste, muy por debajo del de otros programas que, encima, tienen menos audiencias. Además, los programas religiosos, en este caso El Día del Señor, siguen siendo de producción propia, una de las exigencias de la formación morada para la cadena pública.
Es por todos estos argumentos –servicio público, libertad religiosa, audiencia, coste y producción– por los que no se entiende la propuesta que, casi con toda probabilidad, será rechazada. Para Javier Valiente, esta polémica puede servir para que los católicos «no demos todo por descontado». «Tenemos que hacer valer también nuestro derechos y movilizarnos para que sean respetados en una sociedad democrática, siempre con le diálogo y el respeto hacia otras opiniones, pero con la firmeza de la convicciones que defienden la pluralidad y la libertad», finaliza.