Uberto Pasolini, sobrino del maestro Visconti, tras producir la comedia dramática The full monty, de Peter Cattaneo, y la original Mi Napoleón, con Nunca es demasiado tarde, afronta su segundo largometraje como guionista y director, en que combina un estilo muy autoral, con un guión sutil y rico a la vez en sus cimientos antropológicos. John May (Eddie Marsan) es un soltero maniático y solitario, empleado de Ayuntamiento de las afueras de Londres; su trabajo es dar con los familiares de fallecidos solos y organizar un digno funeral. A menudo, él es el único asistente. Es un hombre gris y neuróticamente meticuloso, pero entiende la trascendencia de su trabajo: todo el mundo tiene derecho a un funeral y un entierro dignos. Al contrario, su jefe piensa que esa forma de trabajar es muy cara y hay que suprimir esos funerales sin gente, incinerar indiscriminadamente y hacer en un día lo que John hace en muchos. Su concepción sagrada de la muerte no encaja en una sociedad de la eficiencia y la rentabilización, y es despedido. Pero le dejan acabar el caso que tiene entre manos: un mendigo pendenciero del que John cree que ha descubierto que tiene una hija, a la que hay que encontrar. Esa misión va a cambiar su vida.
Pasolini propone en la parte final un hermoso alegato sobre la grandeza de dar la vida por los demás. John es el típico antihéroe que, sin embargo, da una talla humana superior a la del resto de personajes. Quizás falta saber algo más de su pasado, pero en cualquier caso no se puede negar que los mimbres antropológicos de este guión tienen una matriz cristiana.
Uberto Pasolini
Reino Unido
2013
Drama
+7 años