El precio de una foto con Juan Pablo II
Todos lo vimos por la televisión. El líder máximo colgó en la percha su uniforme militar y su retórica repetitiva para entrar en el apartamento del Papa y romper el hielo con un espontáneo «Santidad, es un gran honor»… Parecía un Castro mimetizado
¿Por qué ha visitado Fidel Castro al Papa? Ante todo, lo que buscaba el dictador cubano era la foto. El encuentro con la autoridad moral del Papa le supondrá, sin duda, una baza importante. Se trata de un reconocimiento valioso para afrontar la presión económica y política estadounidense y las aspiraciones de la comunidad cubana de Miami.
Como el mismo Castro reconoció más tarde en una rueda de prensa, otra de las razones que le habían movido a atravesar la Sala de San Dámaso para entrar en la biblioteca papal ha sido el reconocimiento que siente por las condenas que el Pontífice ha pronunciado contra el embargo estadounidense a Cuba. Las intervenciones del Santo Padre y de la Santa Sede en la Conferencia de la FAO fueron clarísimas. Fidel, que no tiene nada de tonto, aprovechó la ocasión al vuelo. Quizá también por ese motivo, en el comunicado de prensa oficial, no se menciona para nada este tema.
Por último, Castro quiere seguir contando con la ayuda humanitaria de la Iglesia católica. Como informábamos en ediciones anteriores, Cáritas es la organización gubernamental que más ayudas envía a la isla. En los últimos tres años, la supuesta modernización de la Revolución ha sido, más bien, la aplicación, al pie de la letra, del refrán a caballo regalado, no le mires el diente.
Las razones del Papa
Como no hay mal que por bien no venga, Juan Pablo II también tenía algo que pedir a Castro. O más bien, mucho. En la isla hay millones de católicos, marginados, a los que es Papa quiere recordar el Evangelio al que tienen derecho como los demás.
Como es natural, el líder de la Iglesia católica ha exigido para Cuba libertad religiosa. Un concepto que de genérico no tiene nada. Hasta ahora Fidel sólo ha querido aceptar la libertad de culto. Pero la libertad religiosa significa mucho más: significa garantizar la libre entrada en la isla de los misioneros extranjeros (en Cuba hay tan sólo 200 sacerdotes para 11 millones de fieles); significa libertad de prensa (los obispos no cuentan ni siquiera con una imprenta para poder publicar sus documentos); significa libertad de educación; significa libertad para realizar la actividad social y caritativa (Fidel quiere que lleguen ayudas a Cuba, pero al mismo tiempo quiere ser él quien controle hasta el último frasco de medicinas).
En la rueda de prensa que concedió en la tarde del lunes pasado, el líder cubano reconoció que en su pasado ha cometido errores tácticos. Hay un error del que no creo que sea consciente. Ideológicamente hablando, Cuba debería haber sido la cuna de la teología de la liberación. Sin embargo, mientras ésta se establecía sólidamente en el Caribe y en América Central, en la isla las comunidades de base nunca arraigaron. La causa es obvia. ¿Qué cubano iba a creerse los himnos de Frey Betto y Boff al socialismo real? De este modo, Fidel tiene que enfrentarse quizá contra la Iglesia más fuertemente unida del continente americano. El imparable crecimiento de bautismos y matrimonios por la Iglesia son una prueba más. Esta voz popular, que está de parte del Papa, está llamada a ejercer un papel importante en la futura transición democrática. El Papa, que ya tiene bastante experiencia de caídas del comunismo, al recibir a Castro en el Vaticano, ha dado el banderazo de salida para asegurar el ejercicio de los derechos humanos y civiles de los católicos de la isla. La visita previa de Gorbachov es todo un encaje de bolillos. Del inmenso imperio soviético apenas queda Castro.
El siguiente paso es obvio: la visita del Papa. Podría ser la primera vez en la historia de las cuatro últimas décadas de la isla en la que, sin vetos de la policía, alguien pueda reunir más gente que Fidel (de hecho, la Santa Sede ha logrado arrancar la invitación para que el Papa vaya donde quiera y pueda decir lo que quiera). El Santo Padre podría beatificar en esa ocasión al primer beato cubano, Félix Varela: ejemplo extraordinario del compromiso civil y social para los católicos.
Al final del encuentro el Papa dijo a Fidel: Lleve mi bendición a todos los cubanos. Y el dictador comunista asintió con la cabeza. ¿Se podía imaginar usted una escena así hace apenas unos años?