En Lourdes siguen pasando cosas
«En Lourdes, pasa hoy lo mismo que le pasó a santa Bernadette, cuando dijo que la Virgen “me miró como se mira a una persona”. A ella, a quien en el pueblo miraban por encima del hombro, ese detalle de la Virgen la cautivó. Hoy, en Lourdes, María se expresa en la acogida de los pequeños, de los enfermos, de los que tienen la vida rota, de aquellos a quienes todo el mundo mira por encima del hombro». Así lo asegura Guillermo Cruz, el consiliario de la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes de Madrid, recién llegado de la 90 peregrinación de la Hospitalidad al santuario francés, una de las más numerosas de los últimos años. Han sido cerca de 1.200 personas en total: 350 enfermos y 800 hospitalarios distribuidos en equipos, más 50 personas que se han sumado a la peregrinación de manera individual. «Hemos notado especialmente el impulso de este Año de la Misericordia, y los nuevos grupos de voluntarios y enfermos que han nacido en los últimos meses», afirma.
Entre los descartados que menciona el sacerdote ha habido muchos niños con discapacidad mental que han recibido la Primera Comunión estos días, algo que normalmente tienen más difícil porque sobre ellos recae la sospecha de que no saben lo que hacen. De hecho, Guillermo Cruz recuerda a un chico al que en su parroquia negaron la Comunión porque decían que no se iba a enterar, «pero una monja con paciencia y con dibujos poco a poco le fue explicando las cosas. ¡Y a ese niño hay que verle rezar ahora! Cuando les doy la Comunión a estos niños, no me cabe la menor duda de que saben perfectamente a Quién están recibiendo».
Según el consiliario de la Hospitalidad, «si a cualquier persona, para recibir a Jesús, se le pide un mínimo conocimiento de lo que hace, en Lourdes te das cuenta de que la fe con la que lo reciben estos niños muestra un conocimiento incluso más profundo que el de otros niños más capacitados». En Lourdes, ellos lo han tenido más fácil estos días no solo por su fe, sino quizás porque «también a santa Bernadette no le dejaban tomar la Comunión alegando que no se aprendía bien el credo».
Divorciados y no creyentes
Otras personas miradas a menudo con distancia en la sociedad e incluso en la Iglesia son aquellos que están viviendo situaciones matrimoniales irregulares, y que «al venir a Lourdes estos días en peregrinación han descubierto que, aunque no puedan comulgar, en el servicio de la caridad pueden vivir su fe de una manera plena, algo que pocas veces se valora, y es algo que pueden hacer perfectamente: vivir amando y volcándose por ejemplo en un enfermo», atestigua el consiliario.
También los no creyentes tienen un sitio en Lourdes, como el voluntario que llega cada año desde Chile «y me dice que sigue sin creer, ¡pero hay que verle cómo ha acompañado a los enfermos!». O ese joven algo descreído que un día quiso irse al pueblo a tomar algo, pero que al tener que acompañar a un enfermo a la gruta acabó él también poniéndose a rezar.
«¡Yo no me quiero curar!»
En la peregrinación ha habido grupos para niños, otros para más mayores, otros para quienes padecen enfermedades infecciosas, y también ha habido cabida para personas que van a Lourdes no con enfermedades del cuerpo pero sí con una vida muy destruida. Han sido 23 autobuses que han ido allí llenos de historias difíciles, y han vuelto cargados de gracia y de amor de Dios.
Como Concha, en silla de ruedas desde que hace ocho años sufrió un infarto medular y un aneurisma de aorta, mientras se tomaba una cerveza «tan tranquila». Después de varias operaciones a vida o muerte se animó a ir a Lourdes: «Yo antes tenía la curiosidad, pero pensaba que había que ir de voluntario o en silla de ruedas, ¡y al final fui así!», dice. Esa primera peregrinación, hace tres años, la vivió «como un niño la mañana del día de Reyes, con los ojos abiertos y asombrada, viendo todo, cómo te atienden los voluntarios, no podía articular palabra. Este año he vuelto a ir y ha sido como abrir los juguetes, saboreando y gustando todo bien. Ha sido maravilloso».
Para Concha, el principal milagro de Lourdes «es la paz interior y el cariño de la gente». Tanto, que afirma sin dudar: «¡Yo no me quiero curar! Soy feliz en mi silla de ruedas. Dios me ha dado la oportunidad de vivir otra vida, no valía para nada mi vida de antes. Porque yo trabajaba en el mundo de la moda, cogía aviones, dormía en hoteles de cinco estrellas, tenía muchos modelos y mucho glamur, pero ahora me doy cuenta de que todo eso era banal. Lo importante es lo que estoy viviendo ahora, porque estoy creciendo de mí hacia adentro. Yo quiero sana mi alma sana, para poder dar este amor a los demás, ayudando en lo que puedo. Ese es mi milagro de Lourdes. Solo Dios me puede dar esta paz y esta tranquilidad. He vuelto a vivir otra vida. Animo a todos a ir a Lourdes, porque no saben lo que se pierden». Por eso vive esperando la próxima peregrinación: «Acabamos de volver, pero ya queda un día menos para la peregrinación del año que viene».
Sigue marcando a los jóvenes
Del lado de los voluntarios también ha habido historias bonitas, como los hijos de un matrimonio de hospitalarios que el año pasado retrasaron su Primera Comunión y renunciaron a la fiesta habitual para poder recibir a Jesús ahora por primera vez en Lourdes.
Este santuario sigue marcando a los pequeños, a los que son como niños, a los que les ha sido concedido ver con misericordia a aquellos con los que nadie cuenta. Como María, una hospitalaria que de pequeña iba a despedir a su madre, hospitalaria también, al tren de los enfermos: «Siempre le preguntaba cuándo iba a poder ir yo. Veía las caras de los enfermos, cómo me saludaban con mucho cariño, preguntando por mí… Todo eso me atraía». Hasta que pudo ir y desde que empezó no ha dejado de hacerlo: «Crees que vas a dar pero recibes mucho más. Te levantas muy temprano, es mucho trabajo, pero durante estos días se vive un amor inmenso, todo el mundo está con una sonrisa. Te das cuenta de que los enfermos esperan la peregrinación con una necesidad total. Y van chicos muy jóvenes para acompañarlos, con mucho cariño y mucho amor. Eso llama mucho la atención», dice María.
La edad media de esta peregrinación ha sido muy joven, y casi todos repiten. «Todos nosotros venimos –asegura el consiliario de la Hospitalidad– porque encontramos la misericordia de Dios por medio de María, porque nos sentimos amados y queridos como personas –como decía santa Bernadette– en medio de nuestras enfermedades o historias difíciles, y ves que Dios te mira y descubres que tu vida sigue valiendo la pena; que nuestro dolor, que es difícil de abrazar, es acompañado por el dolor de María y de Cristo en la Cruz».
«Los que acompañamos descubrimos qué es lo accesorio y qué es lo esencial. Nos pasamos la vida encerrados en nosotros mismos, en el trabajo, la familia, etc., y de pronto llega hasta ti una persona muy limitada y ves que el sentido de tu vida es la entrega». Para Guillermo, «estos han sido días de muchísima confesión, de hablar en profundidad. «Cuando descubrí Lourdes, para mí fue algo apasionante, pero ahora lo vivo con más respeto si cabe y con mucha oración: “Madre, todo esto es una gracia que me supera”».