«Creo profundamente en la cultura del encuentro»
Madrid vuelve a ser sede cardenalicia. Carlos Osoro se convertirá el 19 de noviembre en el cuarto cardenal elector en España, junto a los arzobispos de Valladolid (Ricardo Blázquez), Valencia (Antonio Cañizares) y el emérito de Barcelona (Lluís Martínez Sistach). Pero esta púrpura tiene también mucho de programático. El arzobispo de Madrid representa un estilo de Iglesia inclusiva y abierta, profundamente espiritual pero no dogmática, y de maneras siempre amables.
El lunes, un día después del anuncio, muchas personas se le acercaron al verle llegar a la catedral para felicitarle, abrazarle, pedirle bendiciones… En el interior del templo le esperaba la Curia madrileña para el rezo del ángelus. El cardenal electo pidió oraciones «para que no os defraude y no le defraude al Papa», y reivindicó el ideal de una «Iglesia en salida», porque «hay mucha gente que busca» y «se hace preguntas». Nos piden «signos». Por tanto, «hagamos signos, signos de cercanía a todos los hombres», sin distinción. «Vayamos allá donde hay conflicto, donde hay división, donde hay dudas…», para que así «la gente perciba que Cristo ha resucitado».
Dar la vida por Pedro
El domingo, apenas pasadas las doce del mediodía, monseñor Carlos Osoro comenzó a recibir mensajes de felicitación. Se encontraba en el aeropuerto de Santander. Los tomó por simples rumores y no les dio mayor importancia. Minutos después le llamaba monseñor Gabino Díaz Merchán, arzobispo emérito de Oviedo. La cosa, definitivamente, era cierta… Con el sobresalto, el arzobispo se derramó encima una taza de café. Al llegar a Madrid, se encontró en el aeropuerto con una improvisada recepción que le había organizado el padre Ángel, fundador de la Mensajeros de la Paz, junto a varias de las personas que atiende la asociación.
Así lo contaba el propio Osoro en el salón de actos de Alfa y Omega durante un encuentro el lunes con la prensa. Hubo primero palabras de agradecimiento al Papa. La púrpura cardenalicia, dijo, «supone un servicio directo al Santo Padre», un compromiso de «fidelidad absoluta, hasta dar la vida por él si hace falta, por este Pedro que dirige la Iglesia y que nos dice por dónde tenemos que caminar», aunque «él lo hace siempre preguntando», impulsando «una Iglesia sinodal donde podemos hablar todos».
Palabras de agradecimiento también por los cientos de mensajes y llamadas recibidas, con un recuerdo especial para Santander, su lugar de nacimiento, y las diócesis en las que ha sido obispo: Orense, Oviedo y Valencia.
Y un recuerdo también para una experiencia que, siendo un joven sacerdote, le ha marcado a lo largo de toda su trayectoria como sacerdote y obispo: la Casa de los Muchachos de Torrelavega, un piso en el que Osoro vivió con cerca de una veintena de jóvenes recién salidos del reformatorio. «A veces ellos tenían prejuicios con la Iglesia», pero terminaban rindiendo sus defensas cuando «veían al cura que les ayudaba y se acercaba a ellos».
Un nuevo sitio disponed
El modelo es el propio Jesús, que «no vino a este mundo para poner condiciones, sino para querer a todos los hombres». Cristo fue enviado a «todos los hombres sin distinción», pero especialmente a «curar a los que están enfermos». Estos deben ser también la prioridad de un obispo, y «los cristianos no tienen que sentirse molestos», sino más bien acompañarle en ese acercamiento a esas periferias geográficas y existenciales. «Creo profundamente en la cultura del encuentro», aseguró. «Y creo porque Dios mismo quiso hacer esta cultura».
La irrupción en plena rueda de prensa de un activista que entró en la sala profiriendo gritos contra la Iglesia puso a prueba las palabras del arzobispo, quien previamente, informado de la presencia de este joven, se había acercado a saludarlo. Osoro pidió a sus colaboradores que no lo expulsasen, porque «no está bien echar a nadie», ni siquiera «al que me insulta». Además, añadió, «este chico necesita que alguien en la Iglesia le acoja».
El neocardenal aludió al ejemplo de sacerdotes como el padre Ángel o el padre Garralda (el fundador de Horizontes Abiertos), «que son gente que hace que miremos a los que lo necesitan». «Yo creo que esta es la Iglesia que Jesús quiere, la que acerca la misericordia de Dios a todos los hombres». «La misericordia –sentenció– es la viga maestra que sostiene la Iglesia».
Algunos pueden confundir esa actitud con la de «tragar con todo», pero «es mentira. Nuestro Señor no tragó con todo». Eso sí, «a los que más le necesitaban, les dedicaba más tiempo».
Entre las preguntas, hubo una sobre las críticas a Francisco desde dentro de la propia Iglesia. «Yo creo que el Papa es mucho más querido que criticado», respondió Osoro, quien aludió a la canción «Un nuevo sitio disponed» [para un Amigo más]. «¿No os habéis dado cuenta de cuánto nos cuesta movernos del sillón para hacer sitio a otros? El Papa está queriendo que hagamos sitio», porque «todos tienen sitio junto al Señor». En eso Francisco «es muy claro. Yo os invito a que no viváis de anécdotas, a que leáis los documentos del Papa». «Es verdad, puede haber críticas, pero sobre todo proceden de gente que no se quiere mover del sillón. Y eso es malo».
La diócesis de Madrid se alegra por esta elección y da gracias a Dios por la confianza puesta por el Papa en nuestro arzobispo. Todo obispo es un colaborador del Papa, pero los cardenales lo son de manera más cercana: su elección no es solo elegir al sucesor de Pedro, sino estar disponibles para que el Santo Padre recurra a ellos para llevar a cabo determinadas reformas o para pilotar la nave de la Iglesia.
No cabe duda de que monseñor Carlos Osoro continuamente ha demostrado su cercanía al Papa Francisco y a su línea pastoral de Iglesia en salida, recogida en la exhortación programática Evangelii gaudium (EG). Es cierto que todos los obispos, al estar en comunión con el Papa, deben participar de esa línea, pero siempre hay pastores que se identifican de una manera más especial con ella. Es el caso de don Carlos, que en consonancia con la EG continuamente pone de manifiesto en Madrid cómo la alegría de encuentro con Jesucristo tiene que irradiar la tarea evangelizadora de la Iglesia en este comienzo del nuevo milenio.
Avelino Revilla
Vicario general de la archidiócesis de Madrid