La devoción a la Divina Misericordia
El próximo 30 de abril, Juan Pablo II canonizará a la Beata Faustina Kowalska, religiosa polaca que ha presentado al mundo la devoción a la Divina Misericordia. Su biografía merece toda consideración, por su ejemplar actualidad
Elena Kowalska nació (25-VIII-1905) en una pequeña aldea polaca. No recibió más que la instrucción primaria, porque a los 16 años comenzó a trabajar. Cumplidos los 17 sus padres le negaron el permiso para entrar en un convento, y cuando dos años después les convenció, la Superiora de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia, en Varsovia, le exigió que reuniera una pequeña dote antes de ingresar en el convento. Tardó un año en conseguirlo, trabajando de sirvienta. Así, en 1926 ingresó en el noviciado de esta Orden en Cracovia, donde al tomar el hábito cambió su nombre por el de sor María Faustina.
Dos años después hizo sus votos temporales, y en 1933 los perpetuos. Sor María Faustina recibió innumerables gracias extraordinarias. A través de las numerosas apariciones y éxtasis, el Señor quiso encomendarle la misión de propagar la devoción a su Divina Misericordia o el Amor Misericordioso, como también se conoce. Además, quiso el Señor enviarle grandes sufrimientos morales y físicos, que sor Faustina aceptó como reparación por los pecadores. Se fue al Cielo el 5 de octubre de 1938, a las once menos cinco de la noche. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de la comunidad de Cracovia, que estaba al fondo del jardín del convento donde falleció. En 1966 fueron trasladados a la capilla de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia en Cracovia.
Treinta años después de su tránsito al Paraíso, el entonces cardenal Karol Wojtyla firmó el decreto de clausura del proceso diocesano. Por esos años, Juan Pablo II pasaba horas enteras rezando ante la tumba de Sor Faustina. Y pocos meses después de sufrir el atentado en la plaza de San Pedro, en la alocución del ángelus, el Santo Padre afirmó: Desde el comienzo de mi ministerio en la sede de Pedro considero este mensaje del Amor Misericordioso como mi tema particular. La providencia me lo ha asignado en la situación contemporánea del hombre, de la Iglesia, del mundo. No es ninguna casualidad que el día que el Santo Padre pronunció estas palabras coincidiera con el primer aniversario de la promulgación de la encíclica Dives in misericordia.
El 18 de abril de 1993, Juan Pablo II beatificó a sor Faustina. La ceremonia se celebró el segundo domingo después de la Pascua, coincidiendo con el día que Nuestro Señor señaló a sor Faustina como el indicado para celebrar la Fiesta de la Divina Misericordia. El próximo domingo, 30 de abril, Juan Pablo II canonizará a sor Faustina y celebrará a la vez en la plaza de San Pedro la fiesta de la Divina Misericordia, con la clara intencionalidad de que esta fiesta se celebre algún día en toda la Iglesia universal. En España, se celebrarán dos misas solemnes para conmemorar esta Fiesta: a las 18 horas, en la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús, en Barcelona; y a las 18.30 horas, en la iglesia de San Pascual, en Madrid.
El diario de sor Faustina
Es un hombre coherente, porque habla de Dios y de su disciplina académica con la misma altura y naturalidad. Mi colega es la máxima autoridad académica de una prestigiosa Facultad en una Universidad italiana. Hacía tiempo que no venía a España y fuimos repasando algunas novedades editoriales de nuestros respectivos países. Hará cosa de un par de meses de este encuentro. Aquella mañana nos pusimos al día de la producción bibliográfica y en un momento debí poner cara de desconcierto, porque, tras unos comentarios suyos, me preguntó: ¿No conoces el Diario de la Divina Misericordia de sor Faustina Kowalska?…
Tuve que reconocer que era la primera vez que oía ese nombre. Amablemente me explicó la historia, y concluyó que el Diario de sor Faustina es su libro de cabecera, que lo había leído varias veces y que consideraba a la autora una de las grandes místicas de la Historia de la Iglesia. Y para colmo, me informó que ese libro, del que yo no tenía ni idea, se vendía como rosquillas en las librerías romanas.
Naturalmente, tras despedirnos, me faltó tiempo para preguntar a mis amigos libreros, que no fueron capaces de darme la más mínima referencia, por la sencilla razón de que el Diario de sor Faustina no se distribuye en España. Sin embargo, se puede encontrar en las librerías de Iberóamerica y en las de muchos países de habla inglesa. Un dato, la librería virtual Amazon anuncia los libros muy buenos con tres estrellas: pues al Diario de sor Faustina lo distingue excepcionalmente con cinco estrellas. El libro está publicado en español por la editorial de los Padres Marianos de Massachusetts y envían ejemplares al Apostolado de la Divina Misericordia de Barcelona (Apartado 22163, 08080 Barcelona. Tel./Fax 93-4261622); desde la ciudad condal facilitan los ejemplares que se les pidan, en tanto se comercialice este libro en España.
Fue así como me hice con un ejemplar del Diario de sor Faustina, 720 páginas que me engancharon en una lectura seguida. Tenía razón mi colega italiano: el Diario de sor Faustina puede considerarse la mejor literatura mística del siglo XX, y coloca a su autora entre los grandes místicos de todos los tiempos. Está escrito en un lenguaje sencillísimo que puede entender cualquier persona. Y un dato más: las numerosas revelaciones que contiene siempre derivan en una aplicación ascética concreta, porque el misticismo de la nueva santa no se queda en las nubes, desciende tan a tierra que anima siempre al lector a mejorar su vida de piedad.
Es más, la autora no sólo pone al servicio de todos los fieles sus revelaciones particulares, sino que también descubre su lucha interior hasta el punto de darnos a conocer sus exámenes de conciencia y los propósitos concretos que de ellos se derivaban. Y es que, en definitiva, el mensaje de sor Faustina, por evangélico, sigue siendo el de siempre: todas las gracias de Dios, ordinarias y extraordinarias, sin la cooperación humana no sirven para ir al Cielo. En definitiva, un libro que recuerda a los católicos del siglo XXI la asignatura pendiente de los próximos tiempos: la unidad de vida, la coherencia, el empeño de cada uno en que no haya diferencias entre lo que se piensa y lo que se vive, entre nuestra vida privada y nuestra vida pública. Desde luego que no debe ser nada fácil este empeño, porque el propio Juan Pablo II ya se ha referido en alguna ocasión al nuevo martirio del siglo XXI, como el martirio de la coherencia. Y no es ninguna exageración… No hay más que abrir los ojos para comprobar que ese martirio incruento ya ha empezado.