En este momento de confusión crece el desánimo entre los educadores, y más de uno ha llegado a pensar que «con esta juventud no hay nada que hacer» en cuanto a formación ética. Mi larga experiencia en diversos países me advierte de que se puede hacer mucho y muy bueno con tal de encontrar un método adecuado. Para adaptarse a los jóvenes actuales debemos enseñarles por vía de descubrimiento. Son ellos los que han de sentirse protagonistas de la formación. En mi método comenzamos proponiendo a los jóvenes realizar doce descubrimientos, que culminan en dos: el encuentro y el ideal de la unidad. Al vivir este proceso de crecimiento, descubren por sí mismos diversos niveles de realidad: el nivel 1, el propio del manejo de objetos para satisfacer nuestros deseos; el nivel 2, el de la creatividad y el encuentro; el nivel 3, el de los grandes valores; el nivel 4, el religioso.
Es sorprendente la luz que adquiere el joven al recorrer estos niveles y descubrir las posibilidades que le ofrecen. Al subir del nivel 1 al nivel 2, descubre por sí mismo que adquiere un tipo de libertad superior al propio del nivel 1. En este tiene libertad absoluta para hacer lo que quiera, por ejemplo con un papel de su propiedad. Llamémosle libertad de maniobra. En el nivel 2, a un papel convertido en partitura debe obedecerle si quiere dar vida a la obra que late en él. Y cuanto más obediente sea, más libre se siente, pero con un tipo superior de libertad: la libertad creativa. Y lo impresionante para él es observar que, una vez en el nivel 2, no quiere dominar la partitura, pues la ve tan sugestiva que desea respetarla y colaborar con ella para entrar en presencia de la obra que le transmite. De esta forma interioriza el deber de respetarla y adquiere madurez ética.
Al descubrir por sí mismo estas dos formas de libertad y los modos básicos de unirse a una realidad (el papel, por una parte, y la partitura, por otra), el joven da un paso de gigante hacia su plena formación. Está preparado para descubrir que, si toma a una persona como medio para saciar un deseo erótico, la rebaja del nivel 2 al nivel 1, puede llegar a dominarla y ponerla a su servicio como si fuera un objeto, pero con ello hace imposible el encuentro y el amor auténtico, relación personal muy valiosa que solo se da entre realidades personales, no entre una persona y un objeto.
Sin que nadie se lo diga, el joven saca la conclusión de que, si quiere de verdad a una chica, no debe reducirla a objeto de deseo (nivel 1); ha de tomarla como compañera de encuentro (nivel 2). Para lo cual rechaza el egoísmo y opta por la generosidad, pues esta virtud es la primera y primaria condición para encontrarse. Si, además, se inicia en el conocimiento del nivel 3 y el 4, tendrá luz sobrada para descubrir el sentido de las diferentes normas relativas a la vida amorosa.
La lucidez de los jóvenes
Esta formación es ya suficiente para que el joven deje de estimar que la libertad y las normas se oponen siempre. Pueden oponerse en el nivel 1, por ejemplo, si queremos correr por una carretera a una velocidad prohibida; pero, en el nivel 2, no se oponen, antes se complementan y enriquecen. Es sorprendente la lucidez que adquieren rápidamente los jóvenes cuando conocen los niveles y disciernen fácilmente en cuál de ellos se hallan las realidades que tratan. Nada extraño que reaccionen muy positivamente cuando se los exponemos con la debida claridad.
Una vez asumida esta clave de formación, los jóvenes se hallan capacitados para abordar en clase temas tan sugestivos como el de los valores, el amor humano, el sentido de la vida, la defensa de la libertad frente a la manipulación, la humanización de la empresa y la medicina, la conversión de la literatura y el arte en un medio excelente de formación humana. El joven se ilusiona al observar que la clase de ética se le va convirtiendo en la aventura de descubrir las inmensas posibilidades creativas que le ofrece la vida. La luz que adquiere al crecer subiendo le alumbrará el camino de la plenitud y la correlativa felicidad.
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Los días 1 y 2 de octubre se celebra en el Centro de Formación Lasalle de Madrid el I Congreso Creatividad y Valores, organizado por la Fundación López Quintás, centrado en la aplicación del método de este filósofo en el ámbito de la educación, de la deontología profesional o como instrumento para el crecimiento personal y la renovación moral de la sociedad. Al margen del congreso, y sin necesidad de matrícula (aunque sí es necesaria la inscripción previa), el viernes 30, a partir de las 19 horas, habrá un precongreso sobre el cine como instrumento educativo, impartido por María Ángeles Almacellas y Ninfa Watt.