Cracovia era una fiesta de fe
«Es chévere ver a tantos jóvenes de alrededor del mundo que creen en lo mismo que yo, que no les da miedo, que están en las calles rezando», cuenta una peregrina de Venezuela
Cracovia ha sido una fiesta de la fe. A lo largo de la semana pasada cientos de miles de jóvenes han transitado por sus calles cantando y ondeando sus banderas. La mayoría de españoles se alojaba en Bochnia, a unos 30 kilómetros de Varsovia. Cada día debían tomar un tren antiguo, algo lento y sin aire acondicionado, para participar en los actos de la JMJ, pese a lo cual a ninguno se le borraba la sonrisa de la cara.
En la estación de Krakow Glowny confluían las banderas y cánticos de todos los países. El «Yo soy español» o «Esta es la juventud del Papa» se unía al «Italiani batti le mani» de los transalpinos y al «Chi, chi, chi, le, le, le, viva Chile» de los andinos. En diferentes puntos de Cracovia se ubicaban escenarios donde grupos musicales ambientaban el tránsito de los jóvenes. No era sorprendente ver a algunos sacerdotes tocando la guitarra eléctrica ya que, cuenta uno de ellos, «aquí es raro el cura que no tiene un grupo».
Cracovia es san Juan Pablo II y san Juan Pablo II es Cracovia. Su imagen está en muchos comercios, restaurantes y tranvías. La JMJ es un lugar de sorpresas. Cualquiera puede saludar desde la calle a monseñor Xavier Novell, obispo de Solsona y responsable de juventud de la Conferencia Episcopal Española, que viaja en tranvía a la Night of Mercy, una noche de conciertos y adoración organizada por los peregrinos de Estados Unidos, Canadá y Australia.
«Es bueno ver que no estás solo»
Uno de los espacios de referencia de Cracovia 2016 ha sido el parque Blonia, donde se celebró la Eucaristía de apertura presidida por el cardenal Stanislaw Dziwisz, la bienvenida al Papa y el vía crucis. Ya con Francisco en Cracovia, una marea humana caminó en la tarde del jueves 28 de julio hacia el parque Blonia. El acceso al recinto fue sencillo ya que no había controles de seguridad en el perímetro externo. Solamente se controlaban los accesos a cada zona mediante la letra y el número que los peregrinos tenían en su entrada. Llamaba también la atención el alto número de policías y las torretas con francotiradores del Ejército.
Frente al escenario del parque, aunque un poco lejos, está Priscila Hung, una joven venezolana que participa por primera vez en una JMJ y que califica de travesía el haber viajado hasta Polonia desde su país. «Es increíble, estoy demasiado feliz, es demasiado chévere ver a tantos jóvenes de alrededor del mundo que creen en lo mismo que yo, a los que no les da miedo, que están en las calles rezando, que están mostrando que tienen tanta fe. En mi país hay veces que no lo veo mucho y es un buen sentimiento darse cuenta de que no estás solo, que hay gente igual que tú», explica.
Un antes y un después
Caen algunas gotas sobre Cracovia pero ello no impide a un grupo de Guatemala gritar: «Guate, Guate, Guate», mientras esperan a Francisco. Han conseguido situarse junto a la valla en uno de los pasillos por donde pasará el papamóvil. Vestida con el mismo chubasquero rojo que sus compatriotas, Vivian García afirma que tras Madrid 2011 esta es su segunda JMJ. «En América Latina nos falta crecer un poco en la fe pero muchos jóvenes nos estamos involucrando en todo el movimiento de la fe y en la religión», afirma.
Para muchos peregrinos las Jornadas Mundiales de la Juventud suponen un antes y un después en su relación con la Iglesia. El ecuatoriano Jean Carlo Vega participa en su primera JMJ de la mano de los jesuitas. Se apuntó al encuentro Magis y gracias a ello ha llegado hasta Cracovia. «Ver a dominicos, franciscanos, salesianos, monjas y sacerdotes de diferentes culturas mezclados en un mismo lugar es interesante, y más interesante es que sea en torno al Papa», indica este estudiante de Música que viajó en avión desde Ecuador haciendo escala en España y Alemania antes de llegar a Polonia.
La alegría de los panameños
En el parque Blonia la zona A2 es una de las más cercanas al escenario. Allí se encuentra un gran grupo de Panamá. La mayoría asiste por primera vez a una JMJ. Para Enrique Castillo «es una experiencia maravillosa ver a jóvenes de tantos países reunidos en una sola fe. Aquí se puede palpar la comunión de la Iglesia, una sola Iglesia compartiendo la fe católica».
Este panameño se prepara ya para acoger la próxima JMJ, en 2019. «Estamos muy contentos y alegres. Sobre todo será un símbolo de fe. Un país que hace 500 años acogió la fe que vino de España y que nos sentimos contentos de cómo ha crecido. Creo que estamos preparados para recibir a muchos peregrinos», afirma.
También para la panameña Ana Paola Padilla esta es su primera JMJ. Explica que «me parece una superexperiencia». La siguiente, en Panamá, «será una oportunidad muy grande para mi país, ya que somos una nación muy pequeña pero muy grande en espíritu. La próxima jornada esperamos que sea igual o mejor que esta», confía.