Una Europa deshumanizada - Alfa y Omega

Una Europa deshumanizada

Eva Fernández
Foto: Reuters / Marko Djurica.

Llevo tiempo intentando sostener su mirada. Es casi lo único que él apenas sostiene, porque sabe que en su caída arrastrará a su mujer y lo que le espera en el suelo es aún peor. Ahora es refugiado pero antes no lo era, antes era como tú y yo. Si al final consigue entrar en Hungría, lo que desconoce es que en octubre los ciudadanos de este país decidirán en referéndum si se oponen o no al reparto de refugiados por cuotas establecido por la UE. A Hungría le incomoda que las 1.300 personas que les corresponden en el reparto encuentren por fin un techo estable que acabe con su pesadilla. Lo peor es que no es solo Hungría. La llegada masiva de refugiados ha abierto la puerta a evidentes actitudes de tinte racista en distintos países de esta desconocida Europa, que parece haberse olvidado de los tatuajes que aun recorren su mapa, en forma de campos de concentración y hornos crematorios. Pesadillas de una historia demasiado reciente. Los resultados electorales son más que inquietantes, ya sea en Francia, Escandinavia, Austria, Italia o Países Bajos. No estamos vacunados contra el virus de la xenofobia. Pero el odio racial, el paulatino rechazo a quien pide ayuda desesperadamente estremece. Hace solo unos días hemos sabido que los vecinos de un pueblo holandés han pedido al Ayuntamiento que retire una acera para evitar que los refugiados de un albergue cercano se atrevan a pasar por delante de sus casas, no vaya a ser que ese trasiego de personas heridas en el alma por tanto horror vivido pueda llegar a devaluar el valor de sus viviendas. Ahora, vuelva a mirar al desconocido de la foto. Su rostro ajado debe interpelar nuestra conciencia. No podemos habituarnos a tanto sufrimiento. La indiferencia abre el camino de la complicidad cuando nos convertimos en meros espectadores del desprecio, de la violencia y de la muerte. Europa debe aprender bien las lecciones del pasado y poner freno a estos síntomas de xenofobia y racismo que abochornan. Imposible no recordar aquel grito que san Juan Pablo II lanzó en Santiago: «Europa, Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes». Sigo sin poder dejar de mirar al ya amigo de la foto, y tan solo se me ocurre pensar que si Europa le tiene miedo, es que no le ha mirado bien a los ojos.