Desde hace más de 20 años he oído a gente quejarse de que en la Iglesia somos pocos, que cada vez hay menos personas dedicadas a la pastoral, más mayores… Ciertamente es así. En concreto, en el campo de la pastoral familiar (PF), los retos actuales hacen inviable permanecer en el modelo con el que se ha trabajado hasta ahora. Al menos… si deseamos dar una respuesta real y significativa. Es necesario emprender nuevos caminos. Y creo que uno es el de la comunión interdiocesana.
La mayoría de las diócesis españolas no cuentan ya con los recursos humanos y/o económicos que serían necesarios para afrontar las exigencias actuales ante las que nos coloca la PF. Me atrevería a decir que este es el caso de un 80 u 85 % de las diócesis. Solas, aisladas, trabajando como islas –a pesar de que no lo son–, no pueden afrontar estos retos. Quizás estén consiguiendo, con suerte, afrontar alguno o algunos de ellos; pero la PF no puede ayudar a las familias si está compartimentalizada. En la PF no es posible ayudar a los novios si no se ayuda a las familias; o ayudar a los hijos sin ayudar a los padres. No nos consolemos con parches. Ya no funcionan. Las familias se merecen más. Necesitan más. Sin embargo, uniendo los recursos económicos y especialmente a las personas con las que cuenta cada diócesis –trabajando unidos–, buscando generar proyectos conjuntos, compartir recursos, apoyarse mutuamente… abriremos un nuevo camino con nuevas posibilidades.
Por ejemplo, si una zona cuenta con un buen perito-psicólogo, este podría colaborar con varios tribunales eclesiásticos que no tengan muchas causas. Los COF de diócesis cercanas podrían compartir algunos profesionales que se desplazasen una vez a la semana a otro COF, y mejorar así la atención a las familias. La organización de una jornada de formación en PF, con un ponente excepcional, bien organizada y planteada con ilusión, podría hacerse coordinadamente entre ciudades o diócesis vecinas, facilitando que todos se sientan invitados –en particular las familias– y generando una asamblea más enriquecedora y amplia. La PF hoy necesita de personas dedicadas a tiempo completo y específicamente formadas en determinados campos; quizás no es posible afrontar este reto en solitario pero sí si se unen varias diócesis.
Hace unas semanas, María Álvarez de las Asturias publicaba en su blog, en la web de este semanario una entrada titulada Unificar la PF. En él apuntaba a la necesidad de buscar una mayor comunión y coordinación intradiocesana. No puedo estar más de acuerdo con ella. La comunión intradiocesana es imprescindible. Solamente siendo familia podremos ayudar a las familias. Pero lo que deseo plantear aquí es que la comunión intradiocesana es una meta necesaria pero no suficiente. Quizás lo fuera en el pasado, aunque supusiese una reducción de horizontes. Actualmente, plantear la PF como si cada diócesis fuese una isla, autónoma, independiente… supondrá para el 80 % de las diócesis verse abocadas a un progresivo declive. Por el contrario, creo sinceramente que abandonar esta posición autosuficiente podría suponer un nuevo camino lleno de grandes y hermosos frutos. Porque los retos de la PF hoy solo pueden afrontarse si las diócesis empiezan a tomar, con determinación y valentía, decisiones de gran calibre. Y la energía y claridad necesarias para dar ciertos pasos solo se encuentran en el seno de la confianza que genera la comunión.
El mayor nivel de inteligencia no depende solo de poseer un mayor número de neuronas sino del incremento de las conexiones sinápticas. De igual modo, la mayor inteligencia apostólica depende, sobre todo, de la capacidad de los cristianos para trabajar en red. En el ámbito de la pastoral familiar se hace presente la necesidad del networking, del trabajo en red, y no solo por economía de fuerzas, sino porque los católicos somos genéticamente comunitarios. Para atender a las familias y a los matrimonios, potenciando sus riquezas y acompañando sus fragilidades, necesitamos unir fuerzas. Por ello, la pastoral familiar a la que nos invitan la Familiaris consortio y la Amoris laetitia exigen la colaboración interdiocesana, la sinergia entre diócesis, movimientos y asociaciones laicales. La comunión: criterio de eclesialidad y conditio sine qua non para la pastoral familiar.
Xosé Manuel Domínguez Prieto
Doctor en Filosofía, director del Instituto de Familia de Orense