César Franco: «Gracias a Dios, tengo un corazón universal»
El hasta ahora obispo auxiliar de Madrid monseñor César Franco toma este sábado, 20 de diciembre, posesión de la diócesis de Segovia, en su catedral. Uno de sus grandes retos será la pastoral vocacional, en una Iglesia diocesana con un solo seminarista
Su familia es de Madrid, toda su vida como sacerdote y obispo ha transcurrido en Madrid… ¿Qué pensamientos o sentimientos ha tenido usted estos días al preparar su marcha?
Más que ser de Madrid (mi padre era de Palencia y mi madre de Soria), se instalaron en Madrid una vez casados, de forma que yo he vivido siempre en Madrid y aquí ha transcurrido la mayor parte de mi vida, salvo el tiempo de estudios en Jerusalén, adonde fui enviado por el cardenal Tarancón. Mis sentimientos, al dejar Madrid, pueden resumirse en un cierto desarraigo de la propia vida, de las amistades y del mismo trabajo pastoral que he venido realizando. Aquí queda la tumba de mis padres, de mi hermano y de un tío mío que vivió con nosotros; no sé, es como una llamada a salir de la tierra, la casa, la familia… Dicho esto, no me supone ningún trauma, ni triste nostalgia, porque, gracias a Dios, por carácter y por fe, tengo un corazón universal, y en cualquier parte me encuentro bien y, tratándose de la Iglesia, me encuentro en mi casa. Estoy convencido de que Segovia será mi propia casa, mi familia, el lugar de mi trabajo, donde tendré ocasión de amar a la gente de esas tierras cristianas…
Ha hablado de Jerusalén, ¿qué hizo allí?
El cardenal Tarancón me envío, junto con otros sacerdotes, para estudiar Sagrada Escritura en la Escuela Bíblica y Arqueológica. Fue allí, donde el conocido padre Benoît nos bautizó como la Escuela de Madrid por nuestro método de investigación bíblica. Mi estancia allí fue una gracia inmensa por estudiar la Biblia en su contexto geográfico, histórico, cultural, y por vivir naturalmente en el país de Jesús. Nunca olvidaré esa experiencia que me marcó para siempre, y siempre que puedo aprovecho las vacaciones de verano para seguir estudiando y peregrinando por la tierra del Señor.
¿Cómo han sido sus primeras tomas de contacto con Segovia? ¿Qué consejos le ha dado monseñor Ángel Rubio?
Han sido contactos muy amables, donde me he sentido muy bien acogido por el obispo y su equipo de gobierno. El obispo me ha informado sobre la situación de la diócesis y me ha dado sabios consejos, que procuraré seguir por razones elementales de comunión eclesial. Pero han sido encuentros breves orientados sobre todo a mi traslado, a la ceremonia de inicio del ministerio y a cuestiones prácticas sobre la vivienda, etc.
¿Tiene ya planes para su nueva diócesis? ¿Algo planificado para los primeros días?
No traigo preconcebido ningún plan pastoral, sino que he acogido el que está en marcha. La diócesis está en Visita pastoral y la continuaré fielmente, porque es el mejor medio de conocer a los sacerdotes, a las parroquias y visitar a los diocesanos en sus propios lugares. A medida que vaya conociendo la diócesis, podré ir haciendo planes con el equipo de gobierno. También he aceptado el calendario de las jornadas establecidas para el curso pastoral.
En cuanto a lo que haré los primeros días, hemos acordado que el domingo día 21 celebraré en la ermita de la Patrona de Segovia, Nuestra Señora de la Fuencisla, y los dos días siguientes en un convento de clausura, de las Concepcionistas Franciscanas, y en el monasterio del Parral. Y el día 24 visitaré la cárcel, saludaré a los miembros de la Curia y cenaré, en mi primera Nochebuena con los sacerdotes jubilados, en la Casa sacerdotal. Tendré también un encuentro con todo el presbiterio de la diócesis, que ya estaba programado para el día 27 de diciembre.
¡Un solo seminarista en Segovia! ¿Ha pensado en formas para potenciar la pastoral vocacional?
Es un problema muy preocupante que afecta a Castilla y León y a otras regiones de España. Hay que rezar mucho, en primer lugar, y pido a la diócesis que lo haga, y en especial a las comunidades contemplativas, como seguramente hacen. Estoy convencido de que las vocaciones surgen de la misma vida cristiana y de una pastoral juvenil en la que no falta la auténtica experiencia de Dios, la formación en la fe y el entusiasmo por la evangelización. Potenciaré todo esto e invitaré a niños, adolescentes y a jóvenes a abrirse a la llamada de Dios y a algo tan hermoso como es seguir a Jesucristo. Es una alegría inmensa ser sacerdote, perdonar los pecados, celebrar la Eucaristía, acompañar a los pobres, enfermos, necesitados, y ensanchar el alma hasta los límites mismos del mundo para que resuene el Evangelio. Pero, primero, tengo que saber qué se está haciendo con este grave problema. Yo pienso ponerme en la primera línea y hacer de esto un objetivo prioritario.
¿Por qué se hizo usted sacerdote?
Porque desde niño he creído que Dios me llamó y nunca he dudado de que éste fuera su plan sobre mí. Quería dedicar mi vida a lo que acabo de decir, y cada vez me apasiona más lo que, según Danielou, es «lo más divino entre las cosas divinas, cooperar con Dios en la salvación de las almas». O dicho con mi lema episcopal, me siento urgido por el mismo deseo de Cristo, que es lo único que me hace verdaderamente feliz: Para que tengan vida y vida abundante.