Ascensión Sánchez, camino de los altares
La Iglesia de Madrid está de enhorabuena. El pasado 8 de mayo se clausuraba la fase diocesana de la causa de canonización de la sierva de Dios Ascensión Sánchez, una chica joven, sencilla, enamorada de la vida, que vivió en la primera mitad del siglo XX. Nacida en el seno de una familia numerosa, tuvo una infancia feliz y despreocupada, en la que el amor a la Eucaristía y a la Virgen se hacen notar desde muy temprano. El estallido de la guerra civil la sorprende en Santander. Separada de sus padres y hermanos, dos de ellos fallecieron en los primeros meses del desenlace bélico. Fue un tiempo duro, en el que conoce a don Doroteo Hernández, y de su mano vive la apasionante aventura del inicio de la Cruzada Evangélica, que busca ayudar a quienes más lo necesitan, como las mujeres que están en la cárcel.
Esa experiencia, unida a su carácter y forma de ser, llevará al fundador a solicitar su presencia como directora del primer albergue de la Cruzada en Madrid: una casa para acoger a las mujeres que salían de la cárcel, a comienzos de la posguerra. La mayoría sin formación ni educación, abandonadas o despreciadas por sus familias, algunas con hijos, sin saber qué hacer ni a dónde ir, encuentran en este centro su hogar. Con firmeza, pero con cariño, entrega y solicitud, Ascensión supo ayudar a todas a superar el pasado y a prepararse para labrarse un futuro.
La atención, también espiritual, a esas mujeres necesitadas hace de su vida un continuo testimonio que, en medio de sus problemas de salud, provoca admiración en sus hermanas de instituto. Pero ella todo lo ofrece, siempre fiel a su máxima: «Lo que quieras, cuando quieras, donde quieras… pero siempre con tu gracia, sola ni un paso». Hasta esa muerte que le llegó cuando, en medio de una epidemia, donó su vacuna para que otra se curara.
Las cruzadas siguen atendiendo hoy a madres solteras, mujeres abandonadas y sin recursos, y niños pequeños. La tarea que comenzó en ese albergue continúa en la Obra Social Ascensión Sánchez, en Coslada. Y en tantos colegios, casas y centros de acogida que el instituto tiene hoy repartidos por todo el mundo. El último, en Guatemala.
Mi enhorabuena a la Iglesia. Mi enhorabuena a la Cruzada Evangélica.