«La diplomacia vaticana está al servicio de la paz»
El madrileño Miguel Maury lleva casi treinta años al servicio de la Santa Sede. Ha trabajado en las nunciaturas de Ruanda, Uganda, Marruecos, Nicaragua, Egipto, Eslovenia y Macedonia e Irlanda, y además en la Secretaría de Estado del Vaticano. Ha sido nuncio en Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, y desde el pasado diciembre en Rumanía y Moldavia
¿Qué tiene de particular el servicio diplomático al servicio de la Santa Sede?
Yo suelo decir que nuestra diplomacia no tiene elementos militares ni comerciales. No tenemos petróleo que comprar ni naranjas que vender. Nuestra diplomacia es una diplomacia al servicio del hombre, de trabajar por la paz, la convivencia y las relaciones humanas, a cualquier nivel. También se trata de facilitar a los fieles católicos en los distintos países que puedan vivir en libertad su fe; sin privilegios, pero con libertad.
¿Qué hace en realidad un nuncio? ¿Cuál es su función?
Su función es representar al Papa ante la Iglesia local y ante el Gobierno del país al que es enviado. Luego están las funciones de representación de un embajador, y también la de ser vínculo de comunión entre la Iglesia local y la de Roma. En Kazajistán tuve –y también lo voy a tener ahora– un papel importante en la relación con los representantes de otras Iglesias cristianas.
¿Cómo percibe actualmente las relaciones ecuménicas?
Nunca han sido fáciles, aunque tras el Concilio Vaticano II se han desarrollado muchísimo. En todas las confesiones cristianas hay muchos hombres de Dios que sufren al ver divididos a los discípulos de Jesucristo y que consideran tal división como fruto del pecado. El Papa Francisco, como sus predecesores, impulsa en modo decidido los encuentros fraternos con los responsables de otras Iglesias. Ahí tenemos el reciente encuentro con el patriarca de Moscú en la Habana y la todavía más reciente visita a la isla de Lesbos con el patriarca ecuménico de Constantinopla. Para un representante del Papa las relaciones con las otras Iglesias cristianas son fundamentales.
Yo he tenido unas relaciones óptimas con la Iglesia ortodoxa rusa en Kazajistán. En Rumanía hay algunas incomprensiones que vamos a tratar de superar, porque además la Iglesia ortodoxa rumana es una de las más cercanas a la Iglesia católica.
Una pregunta más personal: ¿cómo vive su ministerio un sacerdote que es a la vez embajador?
Con mucha normalidad. Hay españoles que se acercan a la nunciatura, a Misa y a confesarse. Además, nosotros tenemos acceso a un mundo al que los sacerdotes normalmente no llegan; aquí podemos desarrollar una misión sacerdotal muy positiva. Yo soy muy amigo de embajadores musulmanes y de otras religiones, con los que también hablo sobre temas religiosos. Para esas personas es la única oportunidad que tienen de hablar con un sacerdote, porque jamás van a entrar en una parroquia.
¿Cómo se ve la figura del Papa desde fuera, en los distintos países? ¿Qué imagen se tiene de él?
Cada Papa, en cada momento, cumple una función específica en el mundo, aunque siempre se tiende a considerarlo como la voz de la conciencia moral de la humanidad, de los valores espirituales y morales en un mundo que a veces rechaza la religión o que quiere imponer una visión religiosa concreta.
¿Qué diferencia a la Iglesia en España de la que está en otros países?
La Iglesia en España es muy activa. Yo he conocido otras Iglesias en las que la pastoral es más modesta. Hay sacramentos, adoración del Santísimo, rosario y poco más… El clero en España, y en particular el de Madrid, es un clero muy trabajador. Y eso luego se ve en los índices de práctica religiosa.