Welcome refugees en la estación de autobús
400 madrileños abren las puertas de sus casas para acoger a los refugiados que en su periplo hacia Francia o Alemania hacen una parada en la madrileña estación de autobuses de Méndez Álvaro. Son los miembros de la Red Solidaria de Acogida
Septiembre de 2015. Familias enteras de refugiados, la mayoría sirios, llegan en autobús a Méndez Álvaro. Madrid es una de las paradas en el camino hacia el norte de Europa. Muchos de los que llegan están de paso en su camino hacia Francia o Alemania. Otros quieren solicitar asilo en España, pero nadie les explica qué tienen que hacer. Desorientados, cogen a sus hijos y se quedan en los aledaños de la Estación Sur. Hay decenas de personas pernoctando en los parques y en los cajeros. «Cuando algunos ciudadanos nos enteramos de que había refugiados durmiendo en la calle, nos unimos para dar una respuesta lo más rápida posible. Abrimos las puertas de nuestras casas para que estas personas pudieran dormir tranquilas y darse una ducha caliente», explica Cristina Manzanedo, abogada del Servicio Jesuita a Migrantes y miembro del movimiento ciudadano. Así nació la Red Solidaria de Acogida, «para humanizar el tránsito de refugiados a su paso por Madrid». La iniciativa cuenta con la participación de 400 madrileños –junto con dos instituciones, Pueblos Unidos y el centro pastoral San Carlos Borromeo– que comenzaron organizándose para acoger y acompañar a las 300 personas que llegaban semanalmente a la estación de autobuses.
Uno de los miembros de la red es Nino Trillo, abogado de profesión. «Estaba escandalizado por la situación en el Egeo, y quería hacer algo para ayudar en la crisis de refugiados. Conocí esta iniciativa cuando estaba dando sus primeros pasos y me animé a participar. Así fue como me enteré de que, mientras todos mirábamos la televisión preocupados por lo que pasaba en el resto de Europa, había muchos refugiados en mi ciudad en condiciones lamentables. Y nadie se hacía cargo de ellos». El abogado abrió su hogar para acoger a los viajeros en tránsito: «Una de las experiencias que más me impactó fue llevarme a un matrimonio sirio y sus cuatro hijos a dormir a casa. Cuando los vi junto a mis hijos, a mi familia, me sentí muy identificado con ellos. Podríamos haber sido nosotros». Después de cinco días, los invitados continuaron su camino hacia Alemania. «Sé que lograron llegar hasta allí, aunque lo pasaron fatal por el camino. Íbamos mandándonos mensajes de voz por Whatsapp. Yo a ellos en inglés, y ellos a mi en árabe. Teníamos que buscarnos un traductor para entendernos». Su estancia en el país germano «fue horrible. Vivieron durante meses en un polideportivo, hasta que los expulsaron de regreso a Francia. Un día me llamaron pidiéndome de nuevo ayuda porque querían irse de Europa, querían volver a casa. Sé que volvieron a Marruecos, pero ahí les perdí la pista», recuerda Trillo.
Diálogo con el Ayuntamiento
Una vez cubierta la primera acogida en la estación de Méndez Álvaro, la Red Solidaria de Acogida amplió sus objetivos. «Una de las primeras líneas de trabajo que nos marcamos fue hablar con el Ayuntamiento de Madrid. Hasta entonces, era el Samur Social el encargado de atender a los refugiados que llegaban a la capital. El protocolo consistía en trasladarlos a tres albergues públicos, donde no había servicios básicos para el perfil de los refugiados, como por ejemplo traductores o trabajadores sociales que explicasen los siguientes pasos a dar o el proceso para la solicitud de asilo. Nosotros, desde la red, decidimos suplir esas carencias». Además, gracias a la petición de los miembros de la iniciativa ciudadana, en diciembre de 2015 «el Ayuntamiento decidió dar un paso adelante y abrir un centro de acogida específico para personas en tránsito, algo que ocurría por primera vez en España», señala Manzanedo. Ahora sí, con traductores y personal adecuado a las necesidades de los refugiados.
Un sistema de asilo deficiente
Otro de los logros de la Red Solidaria de Acogida ha sido «visibilizar lo que estaba ocurriendo en Madrid. Todos los españoles mirábamos a Grecia, o a las fronteras de Serbia y Macedonia, preocupados por los refugiados. Pero nadie sabía que aquí llegaban cientos de ellos cada semana», explica la abogada. Tampoco se sabe que, como venían, muchos de los recién llegados querían marcharse. «Alrededor de 1.000 personas al mes se han ido de nuestro país, pero no solo porque crean que Alemania es el paraíso o porque tengan allí familiares. Esa es una parte de la explicación», afirma la abogada.
La segunda parte es «que nuestro sistema de asilo desincentiva la permanencia en España. El Gobierno lo sabe, pero de forma intencionada no hace nada para cambiarlo», añade Manzanedo. Parte de la desmotivación es que la primera parada en territorio español de los refugiados es el centro de estancia temporal de inmigrantes –CETI– de Melilla. «Allí hay más de 2.000 personas, cuando tiene capacidad para 400. Viven en condiciones de hacinamiento lamentables y la atención es inexistente. Nadie les explica nada sobre cómo es el proceso de petición de asilo, ni sobre su traslado a la península… hay familias que han estado en este centro más de dos meses, sin saber qué iba a ser de ellos al día siguiente». Cuando llegan a Madrid, se encuentran en la estación de autobuses con decenas de pancartas en árabe con la inscripción Bienvenidos refugiados, queremos ayudaros. Pero esa buena acogida no es suficiente: «Nos dicen que han sufrido muchísimo en Melilla y, después de esa experiencia, no quieren quedarse en España. No se creen que sean bienvenidos». Los miembros de la Red Solidaria de Acogida se afanan en demostrar lo contrario.
El otro motivo por el que Madrid es solo una parada en el camino es «la falta de claridad de las condiciones de acogida. Utilizan mucho las redes sociales entre ellos, y los recién llegados saben que solicitar asilo en España no es la mejor idea», sostiene Cristina Manzanedo. «Muchos de los refugiados que están a la espera de la resolución de su estatuto han terminado en la calle, porque las ayudas destinadas a este colectivo tienen una validez de seis meses y los papeles tardan mínimo un año y medio –si eres sirio– en llegar». Otras nacionalidades tienen que esperar alrededor de tres años para conseguir los papeles de asilo. Esta indeterminación «resta confianza a unos adultos que huyen de una guerra y quieren saber con qué pueden contar y si están en un sitio en el que construir un proyecto de futuro».
Devueltos a España
Han pasado siete meses desde el nacimiento de la red, y el flujo de llegadas desde Melilla a la estación de Méndez Álvaro ha disminuido –que no desaparecido–. Lo que ha aumentado son las devoluciones de los refugiados llegados a territorio francés: «Desde los atentados de París se han endurecido las fronteras con el país galo. Conocemos casos de personas que llegaron a cruzar a Francia y directamente fueron internados en un CIE, donde han estado cerca de dos meses. Después, por el Tratado de Dublín, han sido devueltos a España». Habla Hanan, española de origen marroquí que gracias a su conocimiento del árabe ha sido un factor clave en la comunicación con los recién llegados. «Mi teléfono suena 24 horas al día. Cada vez que hay una devolución de alguien a quien atendimos en tránsito me llama, y mis compañeros y yo vamos a recibirlos de nuevo a la estación», afirma. El proceso para quienes regresan es, de nuevo, el traslado al centro de acogida temporal del Ayuntamiento. Allí les dan la tarjeta roja de solicitantes de asilo y los reubican en otro centro de acogida, esta vez de las organizaciones subvencionadas por el estado para atender a los refugiados –CEAR, ACCEM o Cruz Roja–. Toca esperar a que finalicen los meses de ayuda y los años para obtener los papeles. «Eso, los que quieran quedarse. Otros, como la familia que estuvo en casa de Nino, preferirán volver a casa», añade Hanan. Aunque estén en guerra.
«Algo se está quebrando en todas partes», decía Fernando del Paso, reciente Premio Cervantes. «Algo, sí, mi corazón ante todo lo que sucede a nuestro alrededor, y se quiebran mis palabras». Y eso que el mexicano, justamente agasajado en este 400 aniversario cervantino, no llegaría en autobús a la estación de Méndez Álvaro, donde su corazón también se quebraría si supiera de los emigrantes y refugiados viviendo –hasta que alguien les acompañe y enderece sus pasos– en los recovecos que tienen las estaciones, donde se esconden los invisibles.
No es extraño que la Iglesia alabe –y menos en este Año de la Misericordia que rescata aquello de dar posada al peregrino– «a todas las organizaciones eclesiales que trabajan con inmigrantes y refugiados, que han hecho oír su voz en defensa de los derechos de estas personas desvalidas que reclaman con justicia nuestra solidaridad», como decían los obispos en enero de este año. Decían también que la «hospitalidad y la dignidad son el marco adecuado para reconocer, proteger y defender todos los derechos de los emigrantes y refugiados. Queremos estar ahí, cuando se requiera nuestra ayuda a los refugiados, pero queremos estar ahí ya, como muchos venís haciendo, junto a otros solicitantes de asilo o migrantes que, a veces, vagan sin rumbo por nuestras calles y plazas». La Red Solidaria de Acogida y el trabajo en Méndez Álvaro es ejemplo de ello. Como Quijotes.
José Luis Pinilla, SJ
Director del Secretariado de Migraciones de la CEE