25 de abril: san Marcos, el primer portavoz del Papa
Acompañó a Pedro en su evangelización por el Imperio y dejó por escrito las memorias del apóstol. Gracias a él llegó hasta nosotros el kerigma primitivo
Además de componer su Evangelio, el Nuevo Testamento abunda en alusiones a la figura de Marcos. Aparece en tres cartas de san Pablo, quien le llama Juan Marcos y lo menciona como «primo de Bernabé». Marcos acompañó a Pablo en su primer viaje apostólico, pero más tarde unió su misión a la de san Pedro.
San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, añade que era hijo de María, la mujer que recibió en su casa a Pedro cuando fue liberado de la cárcel por un ángel. Esta casa era punto de encuentro de la primera comunidad cristiana de Jerusalén y ha sido identificada por muchos como el Cenáculo. Lo fuera o no, lo cierto es que Marcos conoció de joven a los apóstoles y a los primeros discípulos de Jesús. No es difícil imaginarle en torno a ellos a su llegada a Jerusalén, en la Última Cena o encerrados tras la Pasión, y finalmente recibiendo el Espíritu Santo en Pentecostés y siendo testigo de su predicación.
Fue san Pedro el que dio a la vida de Marcos una orientación decisiva. En una de sus cartas le llama «mi hijo querido», y la literatura de los santos padres recoge que fue su hermeneuta, es decir, su traductor y secretario. Acompañó a Pedro en sus viajes y gracias a eso pudo plasmar todo lo que oyó decir al apóstol. De hecho, Papías de Hierápolis, hacia el año 140, dice que «escribió cuidadosamente cuanto Pedro recordaba de los dichos y hechos del Señor». Lo confirman san Ireneo y san Justino, que citan pasajes de Marcos diciendo que son «las memorias» de Pedro. Se sabe que ambos estuvieron juntos en Roma entre el año 42 y el 44, y Clemente de Alejandría, a finales del siglo II, cuenta que «muchos exhortaron a Marcos, ya que seguía a Pedro desde hacía largo tiempo y se acordaba de lo que había dicho, a que lo pusiera por escrito».
El Evangelio de los conversos
Para el sacerdote Valentín Aparicio, licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico –que arrasa en YouTube con sus comentarios al Evangelio del día como @curadetoledo–, el de Marcos es «el Evangelio del catecúmeno por excelencia», ya que «resulta muy útil para iniciar en el camino de la fe». El motivo es su brevedad –es el más corto de todos– y su estilo: «Es sencillo y tiene una narrativa muy ágil, lo que le hizo especialmente atractivo para la catequesis de la Iglesia primitiva». Además, escribe «para provocar un impacto en el lector y que recorra un camino interior».
Es muy posible que «lo escribiera incluso antes de la muerte de Pedro», tras su estancia en Roma y antes de su viaje posterior a Jerusalén, por lo que «pudo ser compuesto entre el año 44 y el 50», un dato que avalaría el papiro 7Q5 del Qumrán, datado en el año 50.
Lo más característico de su obra «es su viveza y su realismo. Es el evangelista que tiene mayor densidad de milagros en el texto y menos discursos». También utiliza a menudo el presente de indicativo, «con lo que da la sensación de que, al leerlo, se está oyendo hablar al mismo Jesús».
Ahora bien, ¿qué quiso transmitir Marcos –es decir, Pedro– en su mensaje? Tanto en su Evangelio como en los discursos protagonizados por Pedro, «la teología de Marcos está marcada por los cantos del siervo: “Sus heridas nos han curado”. Su objetivo es subrayar que Jesús es el Mesías al modo del siervo del que habla Isaías: sufriente y que ofrece su vida “en rescate por muchos”», explica Aparicio. «Eso es lo que debió de experimentar Pedro en su carne tras la Pasión y lo que puso por escrito después su discípulo. Y ese fue el contenido esencial del kerigma primitivo, algo que se distancia de un mero programa moral».
Después de distanciarse por un viaje de Pedro a Jerusalén, en el año 60 vuelven a estar juntos, pero poco más se sabe de Marcos. La tradición le sitúa en Alejandría, donde fundó la Iglesia copta. Los ortodoxos le llaman con orgullo el primero de sus patriarcas y el primero de su larga lista de mártires, ya que en el año 68 una turba se abalanzó sobre los cristianos que estaban celebrando la Pascua y fue capturado. Al día siguiente le arrastraron por las calles atado a una cuerda, hasta que murió. El que escribió todo lo referente al Salvador recibió horas antes una visión de un ángel confortándole: «Recibe tu recompensa, tu nombre ha sido escrito en el libro de la Vida».
La tradición ha visto a los evangelistas en los cuatro seres vivientes junto al trono de Dios que menciona el Apocalipsis. Cada uno tiene una apariencia, y el león ha sido asociado a san Marcos porque comienza su Evangelio mencionando a san Juan Bautista: la «voz que grita en el desierto» se asemejaría al rugido de un león, y así ha pasado a formar parte de la iconografía cristiana. En el año 828, comerciantes italianos robaron el cuerpo del evangelista y llo llevaron a Venecia, donde sus restos reposan hoy y donde el león se ha convertido en el símbolo de la ciudad.