El Vaticano aclara qué es (y qué no) la «pertenencia recíproca» en el matrimonio
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha presentado este martes Una sola carne. Elogio de la monogamia, con una amplia reflexión suscitada por los retos de la poligamia, el poliamor y los problemas que surgen de la posesión y el individualismo
«Todo matrimonio auténtico es una unidad compuesta por dos individuos, que requiere una relación tan íntima y abarcadora que no puede compartirse con otros». Al tener ambos cónyuges «la misma dignidad», «exige esa exclusividad que impide que el otro sea relativizado en su valor único». Así define la monogamia Una sola carne. Elogio de la monogamia. Nota doctrinal sobre el valor del matrimonio como unión exclusiva y pertenencia recíproca, el documento que ha presentado este martes el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Desde un recorrido por la evolución del pensamiento cristiano, el documento señala que «es evidente que de sus dos propiedades esenciales —unidad e indisolubilidad— la unidad es la propiedad fundacional», de la que se deriva la indisolubilidad y que «posibilita la permanencia y la fidelidad». El amor conyugal, concluye, «no se conserva principalmente hablando de la indisolubilidad como si fuera una obligación, ni repitiendo una doctrina, sino fortaleciéndolo mediante un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia».

En los primeros párrafos del texto se explica que en su origen se encuentra por un lado el diálogo con los obispos de «África y otros continentes» sobre la cuestión de la poligamia. En este sentido, Doctrina de la Fe también está acompañando la elaboración del informe sobre cómo abordarla pastoralmente que prepara el Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar.
Pero también responde a «la observación de que diversas formas públicas de uniones no monógamas —a veces llamadas “poliamor”— están creciendo en Occidente, además de las más privadas o secretas que han sido comunes a lo largo de la historia».
«Mucho más» que lo opuesto a la poligamia
Sin embargo, estos dos motivos están subordinados a un primero, que es la necesidad —en la que ya insistió san Juan Pablo II— de profundizar «siempre más» en el sentido de la monogamia, que, señala la nota, «no es simplemente lo opuesto a la poligamia. Es mucho más, y su estudio nos permite concebir el matrimonio en toda su riqueza y fecundidad».
«No es un documento contra la poligamia o ese poliamor del que efectivamente cada vez se habla más. No es defensivo sino un canto al matrimonio», incide José María Pardo, profesor de la asignatura de Sacramento del Matrimonio en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.
—Cuando «aparecen signos de irritación e incluso falta de respeto en el cónyuge, es necesario reaccionar con prontitud ante cualquier forma de manipulación o violencia. En estos casos, la persona debe afirmar su dignidad, establecer los límites necesarios e iniciar un diálogo sincero, para expresar un mensaje claro: “No me posees, no me dominas”».
—«Uno de los dos puede pedir un momento de reflexión, o algún espacio habitual de soledad o autonomía», o rechazar «la intrusión del otro en algún ámbito de su intimidad». Ello «no implica que un cónyuge muy sensible a la defensa de sus propios espacios de autonomía cultive una indiferencia ante los temores del otro, una excesiva confianza en sí mismo, una pretensión de plena independencia».
—«Situar la sexualidad en el marco adecuado de un amor que une a los esposos en una sola amistad, que busca el bien del otro, no implica una devaluación del placer sexual. Al orientarlo hacia la entrega, no solo se enriquece, sino que también puede fortalecerse. […] Santo Tomás de Aquino sostiene que, antes del pecado original, el placer sensual era mayor, ya que la naturaleza era más pura, más íntegra y, en consecuencia, el cuerpo era más sensible. Esto es lo opuesto al libertinaje ansioso, que en última instancia perjudica el placer al privarlo de las posibilidades de una experiencia auténticamente humana». Del mismo modo, la visión cristiana del matrimonio «en lugar de comprometer la intensidad del placer, puede aumentarla, haciéndolo más intenso, más rico y más satisfactorio».
«Abre horizontes de belleza, que es lo que atrae hoy en día», a la vez que subraya que «Dios es el autor del matrimonio, que este es un regalo, diseñado con unas características, propiedades y fines para nuestro bien»; y también con una gracia sacramental con bastante presencia en el nuevo texto.
Pardo aplaude su estructura, con una sección antropológica, bíblica y un «muy buen recorrido magisterial». «Una novedad muy bonita es que introduce alguna reflexión poética, que llega a lo que no sabemos expresar con palabras». Pardo considera que puede abrir la reflexión teológica a nuevos abordajes, sobre todo «en los últimos apartados, dedicados a la espiritualidad conyugal.
Nuevos horizontes
«Tenemos el riesgo de considerar el matrimonio solamente como un contrato» que «no se puede romper». «En la Edad Media se empezaron a jerarquizar sus fines: la procreación, el bien de los esposos, etc. La Iglesia vivió así hasta el Vaticano II, que habla más bien de dimensiones que se reclaman mutuamente» y de que «Cristo camina con los esposos». Juan Pablo II «profundizó en todo ello» y esta nota «hace suya y continúa esta reflexión» de siglos.
El teólogo aplaude la inclusión de «teólogos rusos y griegos», una «tradición que nos enseña mucho y a la que quizá en Occidente no nos hemos abierto»; también de autores más contemporáneos, como Rahner o Maritain. «Quizá la teología se había centrado mucho hasta ahora en la antigüedad o en la Edad Media» y la nota «trae mucho del personalismo; no va solamente a la esencia sino a la subjetividad». Conceptos como «la unidad de los dos, la ayuda y el enriquecimiento mutuo» ocupan un lugar fundamental. Hay incluso «reflexiones sobre la filosofía india», algo que «abre el horizonte a otras culturas».
Tras el recorrido por todo el pensamiento sobre el matrimonio, la reflexión del documento se centra, sobre todo, en los conceptos de «pertenencia recíproca» y de «caridad conyugal». En en este punto donde, curiosamente, señala Pardo como «novedad» de la nota, «en advertir al hombre y la mujer contemporáneos de cuáles son los peligros que pueden tener en el matrimonio» como consecuencia del individualismo actual.
«Enfermedades de la posesión»
Ahí, aunque se elabora largamente la riqueza de la idea de «pertenencia recíproca», el texto matiza que esa palabra «solo puede aplicarse al matrimonio de manera análoga» porque el amor «siente al otro como sagrado en su libertad, intransferible en su núcleo personal y autónomo» que «no se pierde en la relación, no se funde con el ser amado».
Por ello, advierte frente a «enfermedades de la posesión indebida del otro» como «manipulación, celos, acoso, infidelidad»; o «de violencia explícita o sutil, opresión, presión psicológica, control y, en última instancia, asfixia». Relaciones en las que un cónyuge ve más limitado su desarrollo personal.

«La pertenencia mutua propia del amor exclusivo implica un cuidado delicado, un temor sagrado a profanar la libertad del otro, que tiene la misma dignidad», sabiendo que el «propio vacío debe llenarse de otras maneras, nunca mediante la dominación». Sobre la complementariedad, advierte de que «no existe un modelo único de reciprocidad conyugal» sino que los roles y tareas deben adaptarse a cada familia dentro de que «ambos comparten la responsabilidad».
Por otro lado, además de la «búsqueda excesiva e incontrolada del sexo» o la negación de su «propósito procreativo», advierte frente a «la negación explícita del propósito unitivo de la sexualidad y del propio matrimonio. Esto ocurre especialmente debido a la sensación de ansiedad, de estar siempre ocupado, de querer más tiempo libre para uno mismo, de estar constantemente obsesionado con viajar y experimentar otras realidades. Como resultado, desaparece el deseo de intercambio emocional, de relaciones sexuales en sí mismas, pero también de diálogo y cooperación, aspectos que se perciben como “estresantes”».