«Qué orgullo, qué alegría que haya venido el Papa a Lesbos» comentaban todos los católicos griegos y algunos extranjeros que se habían reunido en el puerto para verle. Muchos habían viajado de las islas próximas como Jíos y Siros, donde hay unas grandes comunidades católicas, para no perderse esta visita. Y sabían que el Papa los saludaría ya en el puerto.
La más emocionada de todos ha sido Mariastella Tsamatropoulou, que junto con otras dos asistentas sociales se ocupa del programa que tiene Cáritas en la isla. Desde hace años la comunidad católica ayudaba a los refugiados y al resto de inmigrantes entregándoles comida, ropa y también información legal si querían pedir asilo político. Ahora está en marcha un proyecto financiado por Cáritas de Suiza, Austria y Alemania que ofrece alojamiento, tres comidas y más cuidados a 230 personas en un hotel reservado para ellos en la isla de Lesbos. «Se trata de personas vulnerables, de familias con madres embarazadas, niños pequeños o enfermos. Hasta que cerraron la frontera en febrero, nuestros huéspedes estaban varios días en el hotel, descansando y tomando fuerzas. El viaje les había agotado, muchos casi se ahogaron, perdieron a miembros de sus familias… Luego seguían su viaje al Pireo y de ahí hacia la frontera a otros países europeos. Ahora, desde que la frontera se cerró y desde que se puso en marcha el acuerdo de la UE con Turquía, la mayoría de nuestros huéspedes no se van. Están esperando. Esta visita les ha dado esperanza y piensan que las cosas mejorarán para ellos».
El Papa recibió el ramito de flores y los dibujos de los niños de este proyecto, que juegan a salvo rodeados de su familia. «No hay que olvidar que la gran mayoría de los que nos llegan aquí son musulmanes. Tenemos que darles una buena acogida y tratarlos bien», dice el señor Pavlos, hijo de griegos que tuvieron que huir de Turquía en 1922 para llegar a Grecia como refugiados y empezar desde cero. «Somos el ejemplo de cómo Europa puede acoger a los más necesitados, aunque nosotros mismos lo estamos pasando mal».
Es una realidad el que los ingresos de todas las familias griegas se han visto reducidos hasta más de un 50 % en algunos casos (con recortes de salarios y pensiones, aumento del IVA y de los impuestos indirectos) desde 2010. Pero el señor Pavlos lleva a su parroquia la ropa en buen estado y los juguetes de sus nietos y siempre caramelos. «Lo hicieron por mi familia cuando llegamos sin nada y tenemos el deber de hacerlo nosotros también por los demás». Quienes están a su lado sonríen y están de acuerdo. Ayudar a los más débiles es su consigna, «como nos lo dice el Papa». Y aplauden cuando se acerca el Santo Padre.