Atrapados
No hace falta mucha explicación a la impactante imagen del corto de Iñaki Mercero de ese hombre intentando desesperadamente salir de una situación ante la que estamos pasando de largo. El estudio de Foessa nos invita a mirar su realidad con ojos críticos. Quizá así podamos no solo entender por qué aquel hombre quedó atrapado en una cabina, sino ayudarle a salir de ella
Cuando Antonio Mercero proyectó su emblemática La cabina, la situación política en España era bien diferente. Pero se pueden establecer similitudes con aquello que, tanto director como guionista —fue escrita a medias con José Luis Garci— pretendían mostrar. Corría el año 1972 y nuestro país, que se enfrentaba a los últimos coletazos de la dictadura, vivía inmerso en una suerte de espejismo, motivado por el denominado milagro económico español. La economía crecía a un ritmo anual de nada menos que un 8 %. La renta per cápita y el nivel de vida llevaban años subiendo, en gran parte también por las remesas que enviaban los migrantes desde el extranjero. Se podía decir que el denominado ascensor social funcionaba, y que el control y la falta de libertades quedaban enmascarados por una aparente bonanza. Así que quien sufría la censura, el encierro o la asfixia económica era también víctima del aislamiento o de la indiferencia.
Aunque los autores tuvieron la habilidad de dejar el significado de esos 37 minutos al arbitrio del espectador, hay quien quiso ver en la claustrofóbica historia del hombre que se queda encerrado en una cabina una metáfora del efecto opresor de la dictadura. Pero también, la angustia que experimenta quien se ve atrapado en una situación que no controla; o la indiferencia de una sociedad que mira con desdén los problemas de otros o que, sencillamente, no quiere ni siquiera mirarlos.
Más de medio siglo después de aquella mítica historia, Iñaki Mercero —hijo del cineasta— recupera esa metáfora para hablar del panorama que dibuja el IX Informe Foessa: la realidad que es frente al espejismo de los datos macroeconómicos, que repiten hasta la saciedad que la economía funciona, que la recaudación pública está en máximos y que fluye el dinero ante nuestros ojos. Realmente, si uno sale a cualquier calle del centro el fin de semana; si intenta hacer un plan cultural o de ocio; o realizar una corta escapada, descubre que, pese a que los precios están disparados, las calles, los restaurantes, o los eventos musicales está llenos. Pareciera que, en España, «se ataran los perros con longanizas». Pero se da la circunstancia de que hay otra realidad que pasa también ante nuestros ojos —aunque no queramos verla— mucho más oscura, y que sitúa en la exclusión severa a 4,3 millones de personas, un 52% más que en 2007. Frente a la foto de la bonanza, está la de muchos que el día 2 de cada mes han gastado todos sus ingresos en el alquiler y los suministros, dejando sus cuentas en números rojos para los indispensables que quedan. Más de un tercio de la población tiene trabajos precarios que le impiden vivir con dignidad.
Mientras el dinero fluye, hay muchos atrapados en esa urna transparente, pero invisible. Mercero lo ilustra para Cáritas con este corto similar al que ya hiciera su padre. No hace falta mucha explicación a la impactante imagen de ese hombre intentando desesperadamente salir de una situación ante la que estamos pasando de largo. El estudio de Foessa nos invita a mirar su realidad con ojos críticos. Quizá así podamos no solo entender por qué aquel hombre quedó atrapado en una cabina, sino ayudarle a salir de ella.