«Soy amado, luego existo», el mensaje de José Antonio Álvarez a las Misioneras de la Caridad
En una de sus últimas homilías, José Antonio Álvarez aseguró a las Misioneras de la Caridad que «existiré por siempre en el amor que no defrauda»
José Antonio Álvarez, el obispo auxiliar de Madrid que falleció en la madrugada del pasado miércoles, dejó un mensaje indeleble a las Misioneras de la Caridad el pasado 5 de septiembre, un mes antes de morir. Lo hizo durante una visita pastoral a su comunidad de Vallecas cuando se cumplían 28 años del fallecimiento de santa Teresa de Calcuta. Durante su homilía recordó a las religiosas, voluntarios y colaboradores cómo la santa «estuvo aquí el 31 de julio de 1986 cuando se inauguraba esta casa y, al término de la Eucaristía, dijo: “Que no haya un solo hombre, mujer o niña que muera sin ser amado”».
El obispo auxiliar se preguntaba en el jardín de la casa donde celebraba Misa: «¿Cuántos hermanos y hermanas han podido reconocer en estos muros el amor en su vida?». Y definió este amor como «presencia en la soledad, servicio en la entrega cotidiana, ayuda ante las limitaciones, salud en la enfermedad y, para algunos, también compañía y esperanza a la hora de partir a la casa del Padre». Tal y como sucedió en su caso.
Homenaje a santa Teresa de Calcuta
Según apuntaba José Antonio Álvarez, «es verdad que tenemos razones, hoy también, en esta tarde, para seguir bendiciendo al Señor y dar gracias». En aquella ocasión, hace tres semanas, «lo hacemos reconociendo y celebrando la santidad de Madre Teresa en el día de su fiesta».

Durante su homilía, el obispo auxiliar recordó que «este año celebramos la fiesta de la Madre en un tiempo especial». «Con toda la Iglesia, estamos viviendo el Jubileo de la esperanza», recordó. «Una virtud que siempre acompañará a esta gran mujer», es decir, a santa Teresa de Calcuta. De ella, dijo que «aunque pequeña de estatura, por su docilidad a la voluntad de Dios y por su gran entrega generosa sembró en tantos corazones y en tantos lugares del mundo esa esperanza que hizo de su vida un referente para tantos hombres».
José Antonio Álvarez recordó asimismo como, aunque estas personas pertenecían a «diversas culturas, religiones y confesiones», eso no fue obstáculo para que encontraran «a través de ella y de su ardiente caridad el camino de la verdadera alegría».
«Nada ni nadie podrá separarme jamás»
A renglón seguido, el obispo auxiliar se preguntaba: «¿Pero qué es la felicidad? ¿Qué felicidad esperamos y deseamos?». Según explicó, «no se trata de una alegría pasajera ni de una satisfacción efímera». Tal y como reconoció, «necesitamos una felicidad que se realice definitivamente en aquello que nos plenifica, es decir, en el amor». Y ese amor que procede de Dios es el que permite exclamar, tal y como dijo José Antonio Álvarez: «Soy amado, luego existo y existiré por siempre en el amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarme jamás».

«Seguimos peregrinando»
En el día de la memoria de santa Teresa de Calcuta, José Antonio Álvarez recordó «la certeza que nos congrega hoy ante el altar del Señor». «Dad gracias porque esta santa mujer que hoy celebramos encontró y recorrió este camino, ese que lleva a existir en ese amor que nunca defrauda y que lo hace para siempre», encargó a las Misioneras de la Caridad.
«Por eso la vida de los santos es una oportunidad para reconocer y celebrar la grandeza de la vida, esa que se vive con Cristo y que es para siempre y que sigue siendo fuente de gracia», dijo José Antonio Álvarez casi al final de su homilía. Y la concluyó recalcando la necesidad del amor de Dios «para quienes seguimos peregrinando por los senderos de la vida llamados a ser peregrinos de esperanza».