La hora de Napoleón - Alfa y Omega

La hora de Napoleón

Lo que Victor Hugo no sabía es que la historia la estaba haciendo él: que Napoleón y la Francia, al final, devienen personajes suyos, filtrados por su mirada para la posteridad

Teo Peñarroja
Juan Pablo II y Fidel Castro
Foto: Reuters / Zoraida Diaz.

¿Quién hace la historia? Por ejemplo la batalla de Waterloo, ¿la hizo Napoleón o la hizo la Francia? («la Francia», así lo escribe en su obra magna Victor Hugo, con su artículo determinado; «la Francia»). ¿Quién hace la historia, el gran hombre —el genio, el inspirado, el líder, el carismático, el visionario— o el pueblo —los sujetos desconocidos, ajenos a la página que ocupan—? En Los miserables parece que se desliza una respuesta, o al menos un estado de opinión de corte hegeliano: la historia la hace Napoleón, que ha recibido el don de encarnar lesprit du temps, pero secundado por la Francia, que cuando elige un buen líder hace la revolución, y cuando elige a uno malo se amotina contra la historia. En fin, paradojas. Lo que Hugo no sabía —o no lo deja entrever, qué astuto— es que la historia la estaba haciendo él: que Napoleón y la Francia, al final, devienen personajes suyos, filtrados por su mirada para la posteridad.

Pensemos en enero de 1998, hace más de un cuarto de siglo, y en los dos grandes hombres que protagonizaron esos días —entiéndaseme lo de grandes: uno es un santo y el otro un dictador—; pensemos en la visita de san Juan Pablo II a Cuba y en cómo lo recibió Fidel Castro. O mejor no pensemos en eso, que no soy quién para hablar. Si les interesa saber lo que ha sucedido en la isla en el último siglo y medio pregunten a Ignacio Uría (autor de Viento norte e Iglesia y revolución en Cuba). Pensemos, mejor, en cómo pensamos sobre eso.

Primero, la imagen, esa es la verdad. Antes de llegar siquiera a preguntarnos causas, consecuencias, bandos, éxitos, fracasos, estadísticas, tenemos una imagen. Y esa imagen la disparó alguien que, qué duda cabe, eligiendo el encuadre ha hecho la historia casi tanto como sus protagonistas. El 21 de enero de 1998 estaban allí Fidel Castro y Juan Pablo II, estaba el pueblo cubano… y estaba Zoraida Díaz, de la agencia Reuters, que tomó la foto.

Reuters celebra 40 años de su servicio de fotografía —la agencia data de mediados del XIX, cuando enviaban palomas mensajeras con datos bursátiles— y acaba de publicar In the Moment: 40 Years of Reuters Photojournalism (Thames & Hudson), un libro que recoge medio millar de imágenes icónicas de estas cuatro décadas. Por ejemplo, esta.

El periodismo en general y Reuters en particular no es un testigo de la historia, sino que la hace —con más o menos verdad, es cierto, no nos pongamos relativistas—, con la imagen en primer lugar. Antes de saber, si es que lo saben ustedes, qué efectos tuvo el viaje del Papa a Cuba —cierta apertura a la práctica religiosa en el régimen comunista, por ejemplo, o el principio del fin del bloqueo estadounidense—, lo que vemos son dos hombres, uno de blanco y otro de negro, cordialmente enfrentados. Sin violencia, parece que Juan Pablo II le pregunta a Fidel qué hora es, cuánto le queda a la revolución. El hombre que echó abajo el Muro.

Esta imagen, este libro, este aniversario son una buena ocasión para preguntarnos cómo nos relacionamos con el presente. Venimos de dos décadas de líderes blandos y consensos implacables y el mundo hoy ha cambiado. Hoy hay menos Francia y más Napoleón. Los nombres que se escuchan son nombres implacables: Netanyahu, Trump, Musk, Putin, Xi Jinping. Cabría pensar que Waterloo lo hará Napoleón, y que a nosotros nos queda callar y asistir al espectáculo; ver el mundo arder. Pero no es verdad. La historia no la hacen ellos solos; la historia nos la cuentan y todos tenemos un papel, siquiera secundario. Quizá eso fue lo que quiso decir Juan Pablo II al pueblo cubano: que Napoleón cae cuando dejamos de mirar su retrato.