Nacido en Reims en 1651, en una familia profundamente cristiana; su padre, Luis de la Salle, era consejero de Luis XIV.
Canónigo desde los quince años, era toda una promesa para la carrera eclesiástica. Ordenado sacerdote en 1678, sintió la necesidad de acompañar la educación de los niños, y antes de un año, junto con el maestro, Adriano Nyel, inicia las escuelas de Caridad en tres parroquias de Reims.
Aquello era querer complicarse la vida por los pobres que a nadie importaban. Bien le advirtieron de que la aventura que comenzaba iba a darle dolores de cabeza.
En 1681 lleva a los maestros a su casa y comienza a dirigirles de forma más cercana y personal. Poco después se trasladan a una casa diferente. Pronto se dio cuenta de que la labor que tenía en la cabeza sobrepasaba las posibilidades humanas de un solo hombre. Con los primeros reglamentos de las escuelas y de la vida de los maestros nacen los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Pero aquella labor cristiana y evangelizadora no iba a poder realizarse sin cruces. En primer lugar vino la oposición de toda la familia, que veía torcidos sus planes y frustradas las esperanzas; luego vinieron las incomprensiones de la jerarquía —incluido su propio obispo—, que se sentía herida porque quedaba patente con la iniciativa de Juan Bautista su inactividad ante el abandono de las clases más necesitadas; tampoco faltaron las malas caras —incluso la calumnia— de los que ya se consideraban dueños en exclusiva de la enseñanza, porque intuyeron que les salía el grano de la competencia. Si a esto se añade la furia incontrolada de los jansenistas, se tiene un cuadro bastante aproximado de su sufrimiento para sacar aquello adelante. Solo pudo ser con la base de una intensa vida orante y con mucho amor a Dios.
Para hacernos idea de por dónde van los caminos de los santos, conviene subrayar la anécdota de un hombre que se fiaba de la Providencia, que estaba desprendido hasta de su propia obra, y que no ponía su confianza en los medios materiales para que el invento prosperara. Le sobraban bienes para subvencionar las escuelas; pero los regaló a los pobres, quedándose sin nada para los proyectos apostólicos que se preveían costosos. Si aquello lo quería de verdad Dios y era para su gloria, ya vendrían los dineros justos para que no se hundiera. Buena lógica, ¿no?
Muere en 1719, el 7 de abril, en Rouen, y León XIII lo canoniza en 1900, el 24 de mayo. Pío XII lo proclamó «Patrono de los educadores», el 15 de mayo de 1950, al cumplirse el cincuenta aniversario de su muerte.
En un momento como el que la sociedad española actual –y gran parte del mundo– siente tantas deficiencias con respecto a la enseñanza de la Religión, la experiencia de Juan Bautista de la Salle viene como anillo al dedo.