El Papa se reúne con los representantes de la comunidad filipina en España
Les ha agradecido su testimonio «en esta sociedad que se hizo demasiado rica, demasiado competente, demasiado suficiente»
A pesar del intenso viaje a Córcega de este domingo, donde clausuró el congreso sobre La religiosidad popular en el Mediterráneo, el Papa —que cumple 88 años este martes— ha retomado su agenda con total normalidad.
Este lunes se ha reunido con algunos representantes de la comunidad filipina en España. En concreto, ha recibido en el Palacio Apostólico del Vaticano a una delegación de la comunidad que vive en Madrid, con el nombre Tahanan, que se traduce del filipino como hogar.
En su discurso, el Pontífice ha destacado que «la Iglesia allí donde andamos para nosotros siempre es un hogar, un hogar cálido, acogedor, y hoy la casa de Pedro es para ustedes como un hogar también». Francisco ha constatado que en la capital española tienen su sede en la parroquia de Nuestra Señora del Espino lo que le ha hecho pensar en tantas personas migrantes que «lejos de encontrar ese hogar cálido y acogedor, más bien se topan con infinidad de dificultades e incomprensiones que se alzan como un espino contra ellos».
«Sobre estas espinas —ha seguido el Papa— nuestra bendita Madre se nos presenta, para que no perdamos la esperanza, y seamos capaces de enfrentar los problemas, confiados en su protección y amparo».
La visita al Vaticano de la comunidad filipina en España se ha producido con motivo del 25º aniversario de la erección canónica de la parroquia personal de la Inmaculada Concepción y San Lorenzo Ruiz, en Barcelona. El Papa ha analizado la figura de este notario filipino que murió martirizado en Okinawa
en 1637 y que fue el primer santo filipino. San Lorenzo es «una figura muy hermosa, pues por un lado nos habla de integración de culturas». «Su familia, como la del cardenal Tagle (pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, Luis Antonio Tagle) que tenía ascendencia china y filipina y, junto a la española que le dio la fe, creaban un excelente mestizaje», ha explicado.
Así ha revelado que «tuvo que abandonar su tierra debido a la injusticia, en su caso una difamación, como muchas personas que todavía hoy se ven obligadas a emigrar para salvar sus vidas o buscar un futuro mejor». Finalmente, «al llegar a la tierra que debería haberle acogido, Dios le pidió testimoniar su fe con la prueba del amor más grande de amor, entregar su vida. A su vez, sostuvo que confiados en Jesús, ambos afrontaron dificultades sin perder jamás la esperanza y ambos son ejemplo de una vida entregada a servir a Dios en el hermano».
El Papa ha añadido de forma espontánea al discurso que tenía preparado que guarda en el corazón dos recuerdos de la visita que realizó a Filipinas en enero de 2015. El primero, «las siete millones de personas que participaron en la misa de Manila». Y después, «la Misa en Tacloban, con la lluvia, los vientos, que tuvimos después que salir corriendo porque venía un vendaval y si no, no podíamos salir».
Francisco ha elogiado finalmente que «los filipinos son hombres de fe». «Es genial la fe que tienen, el testimonio que dan», ha enfatizado tras urgirlos a seguir dando ejemplo de ello «en esta sociedad que se hizo demasiado rica, demasiado competente, demasiado suficiente».