Juan Antonio Simarro: «Hay música por todas partes y sale cuando quiere»
Presenta desde hace años el concierto de Navidad de Misiones Salesianas. Sus obras han sonado por todo el mundo y ha compuesto, para niños sacados de la calle, la primera ópera en una lengua africana
Compositor, pianista y productor musical de teatro, ballet, cine y televisión, Juan Antonio Simarro ha colaborado con los principales artistas de este país, desde Alejandro Sanz a Julio Iglesias. Su música sonó de fondo en la actuación de la selección española de gimnasia rítmica que obtuvo el bronce en el último campeonato del mundo, como también lo ha hecho en numerosas bandas sonoras de cine y televisión. Su creatividad es tan desbordante que llega incluso a los más desfavorecidos: toca ante enfermos en hospitales o con niños de la calle en Madagascar. Allí ha compuesto la primera ópera en un idioma africano, El sueño de Nirina.
Estudió en un colegio salesiano.
Fue allí donde me di cuenta de lo mucho que me gustaba la música. Ellos tenían grupos como un aliciente para que estudiaras. Si no aprobabas no podías ir y eso me puso las pilas. Me motivaron mucho y empecé en este mundo. De esos años conservo amigos que se siguen dedicando a la música. Los religiosos me plantearon incluso ser misionero, pero les decía que a mí lo que me gustaba eran la música y las chicas (risas). Puedo decir que me salvaron, porque yo con 16 años era un golfo. Podía haber terminado mal, pero ellos se preocuparon por mí.
Lo de la música lo tenía claro.
Muy claro. Yo sabía que quería ser músico, pero veía que el colegio me llevaba a estudiar una carrera, que no tenía nada que ver con lo que yo sentía. Tampoco quería formarme en música clásica en el conservatorio, porque yo siempre he estado interesado en la música melódica. En los premios de compositores hasta me rechazaban por ello, pero yo he seguido con mi estilo hasta hoy. Y ahora estoy cosechando los frutos.
¿Cómo salen las notas de la cabeza de un compositor?
En mi caso, de muchas maneras. Aparte de ponerme a jugar con un instrumento, a veces sueño las melodías, me despierto y me pongo a tocarlas. También es habitual que vaya por la calle y de repente se me ocurra una y me ponga a grabarla mientras ando; la gente se queda alucinada (risas). Hay música por todas partes y sale cuando quiere, de día y de noche.
Ahora se ha embarcado en la aventura de crear la Orquesta Sinfónica de España.
Junto a otros amigos he dado el paso para que surja, pero no quiero que sea mía, sino que sea una oportunidad para otros directores e intérpretes. La gente no solo demanda música clásica, también se puede hacer un repertorio orquestando pop o cualquier música actual. Del mismo modo que hoy no hablamos igual que se hablaba en el siglo XVII, tampoco lo que suena ha de ser igual. En los conciertos hay cada vez menos público y más mayor, por lo que no se puede poner siempre la misma película. Hay que ser creativos y comunicarnos con la gente en su idioma; también en el musical.
La llevó al concierto solidario de Navidad de Misiones Salesianas, hace pocos días.
Siempre que puedo, intento ayudar. Creo que somos muy afortunados por vivir como vivimos en España. En otros países del mundo no les ha tocado esa lotería. Esa vena solidaria surgió cuando vi imágenes del terremoto de Haití. Al día siguiente llamé a Cruz Roja y me sugirieron usar mi música para generar ayuda. Así empecé a organizar cada año los conciertos Por un Mundo Mejor y con el tiempo me uní a los salesianos para las representaciones de Navidad. Todo lo que sale de las entradas va íntegro a las misiones.
¿Cómo acabó en Madagascar?
Me invitaron las ONG Agua de Coco y Ópera Sin Fronteras. Se trataba de componer una ópera en la que pudieran participar profesionales de allí y también niños salidos de la calle. El proceso de composición fue muy complicado, primero por el idioma, porque me pasaban el texto en malgache con la traducción y yo tenía que adaptar la música. Luego, los medios de allí eran los que eran y eso a veces no coincidía con los instrumentos que yo había pensado. A veces tenía que componer enfermo o sin luz. Pero lo más difícil fue hacerlo con el sonido atronador de fondo de música africana a todo volumen y a todas horas (risas).
¿Se estrenó allí?
En un colegio salesiano, precisamente. Lo importante era que los chavales aprendieran la importancia del trabajo en equipo, de pasar a la acción cuando ves que hay una necesidad que cubrir. Ahora saldrán de gira por Madagascar y el año que viene irán a actuar en París. Es una oportunidad a través de la música para aquellos que no han tenido la suerte que hemos tenido nosotros simplemente naciendo aquí.