El Tribunal Eclesiástico quiere acompañar a quienes piden la nulidad
La Vicaría Judicial de la archidiócesis de Madrid y el Centro de Escucha, Acompañamiento y Mediación diseñan protocolos para que las personas que piden la nulidad no estén solas
«Aquí todos nos dedicamos a lo mismo, que es a sanar situaciones y a personas para que continúen con su vida dentro de la Iglesia», revela a Alfa y Omega Francisco Mora, vicario judicial de la archidiócesis de Madrid. Durante nuestra visita al Tribunal Eclesiástico que preside —y que está ubicado al lado de la catedral de la Almudena— cuenta cómo colabora desde noviembre con el Centro de Escucha, Acompañamiento y Mediación de la Delegación de Laicos, Familia y Vida para que los matrimonios que solicitan la nulidad no se enfrenten solos a un intimidante trámite jurídico. Conscientes de lo doloroso que a menudo este puede resultar, los juristas de la Iglesia madrileña quieren abrir ventanas para el acompañamiento. «Es una idea que el cardenal José Cobo comenzó a comentarme en julio: quería que la Vicaría Judicial y la Delegación de Familia no fuéramos ámbitos independientes sino que trabajáramos en común», añade Mora.
Gracias a esta cooperación, el Tribunal Eclesiástico puede ahora sostener mejor a las personas que llaman a su puerta. Es algo que ha tratado de hacer siempre debido a la sensibilidad de la materia que trata, que allí necesariamente se aborda desde lo jurídico en vez de desde lo emocional. Según explica Mora, todos los procesos de nulidad comienzan con «una vista previa con el secretario general, que supone muchas veces el momento para contar lo que no se ha explicado a padres y amigos». «Lo primero es escuchar hasta que la persona se desahoga. No juzgamos a nadie, solo vemos si realmente tuvo lugar lo que la Iglesia entiende como un matrimonio o no», matiza el sacerdote. Recalca que «no se trata de buenos o malos ni inocentes y culpables». Reivindica además que «cualquier fiel bautizado tiene derecho a acudir al auxilio de la Iglesia, también al judicial». Además de la escucha, tienen como objetivo «hacer de banderín de enganche con la parroquia para que esas dos personas que conformaban el matrimonio, independientemente de cómo haya sido la sentencia, continúen allí su vivencia».
Con todo, el vicario judicial reconoce que «hay cosas que como tribunal se nos escapan; por ejemplo, la mediación y el acompañamiento». Como remedio, desde el mes pasado la archidiócesis de Madrid está implementando protocolos para que las parejas que se enfrentan al duro proceso de plantear que su unión no existió puedan ser derivadas si lo necesitan a especialistas católicos informados sobre su situación para recibir un seguimiento. Evitan así lo «doloroso» que es «tener que ir por cuarta vez a un sitio para contar su vida»; algo que Mora califica como «un poco sangrante». En manos de profesionales al corriente de los acontecimientos, la idea es ofrecer a los cónyuges apoyo, consuelo y —únicamente en los casos donde genuinamente se reúnan las condiciones— buscar un cambio profundo que les permita continuar con su proyecto de vida conyugal.
Es ahí donde entra en juego el Centro de Escucha, Acompañamiento y Mediación, un servicio dependiente de la Delegación de Familia y Vida. Margarita García, directora de este recurso, explica que se volcó en la mediación preventiva al ver «que faltaba algo» en la forma de abordar los conflictos por otros profesionales. Aunque a este centro suelen acudir parejas que ya han decidido tomar caminos diferentes —y que incluso han pactado aspectos del reparto de sus bienes o el tiempo que pasarán con sus hijos—, esta especialista en mediación familiar y doctora por la Universidad Pontificia de Salamanca detalla que «lo primero que hago es no tener en cuenta esos acuerdos».
En vez de ahondar en esos detalles y consolidar la división, a los matrimonios que pasan por el CEAM «les pregunto qué ha pasado, cómo se casaron, cómo ha sido esa etapa, cómo comenzaron los problemas y si ya fueron a solucionarlos». A veces un miembro de la pareja dice querer todavía al otro, pero no poder «seguir viviendo así como estamos». En estas ocasiones, Margarita se choca a menudo con la convicción de que «esto no se puede solucionar». Aunque su experiencia dicta que en muchas ocasiones —no en todas—, «se comienzan a trabajar desde la mediación todos los conflictos que tienen» y se logra el cambio. Es, a su juicio, una característica que diferencia a esta metodología de la que pueda seguir un abogado o un psicólogo al uso; imprescindibles y valiosísimos, pero sin esta óptica concreta desde la que encuadrar los problemas.
Pero no hay que llevarse a engaño. Otras veces sanar el vínculo no es posible. El CEAM trabaja igualmente con esos perfiles, pues su función no es evitar las rupturas sino acompañar a las familias con lo que les haga falta; y atienden a perfiles desvinculados de la vida de fe que les llegan por cauces ajenos al Tribunal Eclesiástico, que han decidido que se divorcian y quieren hacerlo del modo más cuidadoso posible. «Trabajamos el dolor de los dos, tenemos sesiones individuales de hora y media o dos», matiza García, quien añade que este seguimiento dura lo necesario, incluso meses.
La directora del CEAM detalla cómo, cuando un matrimonio ya ha tomado la decisión de separarse, una de las sesiones que realiza consiste en escuchar las demandas que sus hijos tienen para continuar con una sana relación paternofilial. «En estos momentos en que hay tanto dolor en la familia, lo que se necesita es ayudar a los niños», opina. Suele encargarles que pongan por escrito sus peticiones para que sus padres después las puedan leer. «Es una sesión muy emotiva en la que se dan cuenta de qué pueden hacer para seguir siendo padres hasta el final, para que no utilicen a sus hijos y estos puedan seguir creciendo con una familia de origen» compartiendo referencias y responsabilidades, aunque no sea bajo el mismo techo.
«No pagan ni las fotocopias»
Margarita García recalca que ella y el otro especialista que la ayuda en el Centro de Escucha, Acompañamiento y Mediación «no cobramos nada» y que asisten a todo tipo de perfiles. «Recibimos a todo el que llega, no les decimos nunca que no». También a parejas que no se han casado —hayan convivido o no— o a jóvenes que querrían hacerlo pero han tenido un conflicto que quieren sanar antes de dar el paso definitivo.
Por su parte, Francisco Mora recalca que los matrimonios que pasan por la Vicaría Judicial «no pagan ni las fotocopias» desde que el ahora arzobispo emérito cardenal Carlos Osoro decretó la gratuidad absoluta de los procedimientos. Con 42 personas dedicadas a ello, la mayoría sacerdotes con el sueldo estándar en la diócesis y unos 15 laicos, ya antes de esa medida «el Tribunal Eclesiástico de Madrid era deficitario», pues debido a los costes fijos de nóminas y Seguridad Social, con estas tasas «apenas se cubría el 50 %». Hoy, no se sufraga ni esa mitad y se presta gratis el servicio entendiéndolo como un derecho del fiel, al que también se le ofrece un abogado de oficio para llevar adelante su proceso. En total, en 2023 dictaron 186 sentencias y en lo que llevan de este año se han recibido 240 solicitudes, lo que demuestra que este equipo se emplea a fondo para que los plazos no se alarguen.
Finalmente, Mora sentencia con fuerza que «siempre fue falsa» la idea preconcebida de que las nulidades son un trámite lento y costoso del que, con dinero de por medio, se puede conseguir siempre la sentencia deseada. «Eran unas informaciones que llegaban antes a través de revistas del corazón, donde algún torero o cantante decía que había conseguido la nulidad después de diez años y un millón de euros», recuerda. Una cifra astronómica que se embolsaba algún «abogado famosísimo» pero de la que la Iglesia no se lucraba, en un proceso que solo se alargaba debido a los tiras y aflojas de las partes implicadas.
En opinión de Margarita García, la mediación preventiva ante un divorcio «debería ser obligatoria siempre que se tienen hijos», porque «es muy importante su estabilidad emocional y que nunca dejen de tener a su familia» aunque sus padres tomen la decisión de separarse. Uno de los mecanismos que tiene el Centro de Escucha, Acompañamiento y Mediación para lograrlo son talleres para niños donde «pueden expresar sus emociones y recibir apoyo». A través de diferentes mecánicas, entre las que juega un papel preponderante el dibujo libre, pueden exteriorizar sus preocupaciones con la red de seguridad que supone disponer de terapeutas.
Según la directora de este recurso, a menudo las parejas tienen el foco demasiado puesto en el conflicto entre sus dos partes y pierden de vista que «los hijos los están pasando muy mal». «Piensan que con 7, 8 o 10 años no escuchan, pero pegan el oído detrás de la puerta y se enteran de todo», advierte. Los profesionales de este servicio también ayudan a los padres a entender «en qué momento evolutivo está ese niño y cuáles son los problemas que puede presentar».