Tan solo artistas
Me gusta mucho la expresión «personas con capacidades diferentes», porque en el universo de lo creativo resulta una ventaja competitiva: la posibilidad de una novedad radical que desafía las leyes del mercado del arte y que, porque no busca encajar, puede llegar a desencajarnos
El icónico Ernst Gombrich dejó a los lectores de La historia del arte aquella intuición brillante: «No existe, realmente, el arte. Tan solo hay artistas». Cada vez que una experiencia artística nos conmociona, nos hace admirarnos o caer de rodillas o nos deja en blanco o de colores se constata de nuevo esta máxima: primero, las personas. Una de las manifestaciones hermosas de este principio es que la historia del arte no deja de ser una conversación —o un guirigay de conversaciones en el callejón del Gato— en la que cada quien tiene sus referentes y sus continuadores.
He olvidado quién dijo que una ciudad, para ganarse su lugar en el mundo, necesita un poeta que la cante. También en este olvido mío late una verdad honda: que las ideas y los movimientos del espíritu, si son certeros, trascienden a sus autores. La foto que acompaña estas líneas se tomó en la inauguración de la exposición Villa y corte imaginada, en la Fundación Pablo VI. A la derecha, con jersey morado, la artista Gema Horcajuelo, que en sus cuadros pinta Madrid como Lorca pintó Nueva York, como Borges vio Buenos Aires, como Baudelaire imaginó París: con toda el alma.
Horcajuelo explica a los asistentes su obra La marquesa Isilda en el Retiro, un autorretrato inspirado —oh, conversación inmortal— en los retratos del Siglo de Oro. Cuelgan otros tres lienzos suyos en estas salas: Guardia Real con vistas a la catedral de la Almudena y al Palacio Real, Visita a Caixaforum y Beatrice. La muestra es una exposición colectiva en la que participan nueve artistas con discapacidad intelectual. Después de recorrer algunos lugares de Madrid que son casi postales —el Prado, el Jardín Botánico, las Caballerizas, el Retiro, el Thyssen o el Museo Nacional de Artes Decorativas— adaptaron en sus bastidores algunas obras de la pintura histórica de la capital de España.
El proyecto lo ha tutelado el reconocido pintor Augusto Ferrer-Dalmau —lo recordarán por un reciente retrato de la princesa Leonor en uniforme militar—, que ha guiado el itinerario artístico de Horcajuelo y sus compañeros. Los trabajos se realizaron en el Taller de Arte y Aventuras de Madrid, organizado por la Fundación A La Par y la Fundación Arte e Historia Ferrer-Dalmau. La exposición puede visitarse en la Fundación Pablo VI hasta el 2 de febrero.
El arte creado por personas con discapacidad puede producir distintos efectos. Uno de ellos, quizá el más corriente, es la sonrisa y la ternura. Otra posibilidad es el menosprecio —obras menores que no merecen el calificativo de arte— o, peor, el eufemismo, que no deja de ser un menosprecio hipócrita. Por último, cabe pensar con Gombrich que tan solo hay artistas. Me gusta mucho la expresión «personas con capacidades diferentes», porque en el universo de lo creativo resulta una ventaja competitiva: la posibilidad de una novedad radical que desafía las leyes del mercado del arte —que también las tiene, y en ocasiones más definitorias que las críticas academicistas— y que, porque no busca encajar, puede llegar a desencajarnos. Si visitan Madrid esta Navidad, no dejen de asomarse a esta sala. Quizá puedan ver el arte haciéndose, con los ojos más limpios que si se toman un selfi delante de Las meninas.