Contra la violencia son imprescindibles las parroquias
Se hace necesario recordar algo tan básico como que pocas cosas hay menos evangélicas que abusar de una compañera de vida
«Es perfectamente posible que tengamos juntos, en los bancos de nuestras parroquias, a mujeres víctimas de violencia y a sus agresores», admite el cardenal José Cobo en el prólogo de la guía que acaba de publicar la Comisión Diocesana por una Vida Libre de Violencia contra las Mujeres. Los indicios no faltan: el hecho de que el 70 % de las mujeres haya sufrido violencia en algún momento; la mayor práctica religiosa entre personas de cierta edad que quizá tienen normalizada esta situación —aunque los patrones se repiten entre los jóvenes—; que las parroquias sean uno de los pocos lugares a los que algunas mujeres pueden ir —¿piensan los agresores que en ellas no serán descubiertos?— y también, desgraciadamente, que la predicación a favor de la indisolubilidad del matrimonio se haya contaminado con mensajes contrarios a la ruptura incluso en casos así.
La guía que acaba de editar la archidiócesis de Madrid pretende ayudar a abrir los ojos ante estas situaciones. Lo cual implica, en primer lugar, despojarse de los prejuicios y las polarizaciones que miran con sospecha esta lucha como una batalla ideológica dirigida en realidad contra la familia. Se hace, así, necesario recordar algo tan básico como que pocas cosas hay evangélicas como abusar de una compañera de vida. Es preciso después reconocer que violencia no es solo un moratón en un ojo —o en zonas más camufladas— sino también la denigración verbal, el forzar las relaciones conyugales o el erigirse en único administrador del dinero común. También explicar por qué tantas mujeres permanecen en estas relaciones sin asumir que es una decisión libre y, por ello, desentenderse. Siendo una de las instituciones más capilares y con más capacidad de penetración social, es imprescindible que las comunidades católicas y todos sus miembros aprendan a identificar los síntomas de una relación de dominio y cómo actuar frente a ella para que la intervención no solo sea bienintencionada sino eficaz.