La Iglesia se centra ahora en limpiar el lodo emocional
El Servicio de Acompañamiento y Mediación (SAMIC) de la archidiócesis de Valencia trabaja ya con los afectados por la DANA para dar apoyo psicológico y reconstruir el tejido comunitario
Han pasado más de tres semanas desde que la DANA arrasó el sureste español. Los medios de comunicación comienzan, poco a poco, a prestar atención a otros asuntos. Las donaciones empiezan a descender. A pesar de todo ello, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado siguen controlando el acceso a la zona cero de la catástrofe, lo que revela la magnitud de lo vivido el 29 de octubre y que la situación sobre el terreno sigue siendo complicada.
—Buenas tardes. ¿A dónde se dirige?
—Soy el párroco de Sedaví. Vamos a La Torre a recoger comida.
—Perfecto. Continúe.
La conversación entre el agente y el sacerdote se cuela por el teléfono en mitad de la entrevista con Alfa y Omega. Antes de la interrupción, César García, párroco de Nuestra Señora del Rosario, explicaba que en el templo «todavía estamos con las tareas de limpieza y distribuyendo comida entre los vecinos de la localidad».
La voz del sacerdote suena rota, pero «no solo es por el cansancio», asegura, sino por la pena de haber tenido que despedir, unas horas antes, a «una feligresa que venía todos los días a Misa». Ha sido el primero de los seis funerales de parroquianos muertos a causa de la riada que han podido celebrar en el templo. El resto se han tenido que hacer en distintos tanatorios de Valencia por las condiciones en las que se encontraba la iglesia. «Yo no soy de lágrima fácil, pero la verdad es que hoy ya me he venido abajo», confiesa García. Su testimonio es paradigmático de cómo la DANA no solo ha dejado un reguero de muerte, sino que también ha tenido un impacto directo en la salud emocional y espiritual de los afectados.
Ante esta situación, la Iglesia en Valencia se ha puesto manos a la obra y ha lanzado una iniciativa de acompañamiento para reforzar a las comunidades cristianas. La ayuda se va a prestar a través del Servicio de Acompañamiento y Mediación (SAMIC), que habitualmente se dedica a la intervención en graves crisis familiares. «Somos una especie de UCI para las familias», explica su director, Jorge García. El SAMIC entiende de crisis y ahora en Valencia hay una, así que la idea es poner todos los recursos de los que disponen al servicio de los más afectados. «Contamos con 300 profesionales» de distintos sectores, repartidos «por toda España», que se han ofrecido para intervenir ante la tragedia.
Para el párroco de Sedaví, una de las primeras comunidades en las que intervendrá el SAMIC, la propuesta es «muy necesaria». Los curas, según García, «ponemos nuestra mejor intención», pero «no sabemos de todo». Por eso, ante una catástrofe de tal envergadura, «que venga un grupo de expertos siempre es una buena noticia». Incluso «me vendrá muy bien a mí». Así «podré descansar en ellos». Precisamente, la atención de los párrocos es una de las primeras preocupaciones del servicio. «Están entregados al acompañamiento de los afectados y, a menudo, pueden descuidar su propia salud física y emocional. Esto los hace más vulnerables a la fatiga por compasión y al desgaste emocional, ya que se enfrentan a un flujo constante de situaciones dolorosas sin permitirse tiempo para procesarlas o buscar apoyo», advierte Teresa Bobes, doctora en Psicología y directora del área psicológica del SAMIC.
Aparte de la intervención con los sacerdotes, «hemos identificado otras tres grandes necesidades» tras la DANA. «La reconstrucción del tejido comunitario, el apoyo espiritual para la recuperación emocional y la resolución de tensiones sociales». El trabajo de campo ya ha comenzado y se alargará lo que sea necesario, aseguran desde la entidad. La premura tiene que ver con la importancia de las parroquias ante lo sucedido. No solo se han convertido en almacenes de productos de primera necesidad, sino que han sido esa «mano amiga» en la que el arzobispo de Valencia animaba a convertirse a los católicos. «A través de la fe y la pertenencia a una red solidaria, muchas personas encuentran esperanza y compañía». Y esto, concluye la psicóloga, es un «elemento clave para enfrentar momentos de sufrimiento» como el actual.
El arzobispo de Valencia fue el encargado de pronunciar la homilía durante la Misa que la Conferencia Episcopal Española organizó el pasado martes en la catedral de la Almudena para rezar por los afectados por la DANA. «Desearía que la presencia y la oración de todos los obispos que hoy nos hemos reunido para celebrar esta Eucaristía ayudaran a mitigar el terrible sufrimiento que están pasando», dijo Enrique Benavent. «Deseamos que la cercanía y la solidaridad de la Iglesia os conforte y el sufrimiento se vea compensado por el afecto de todos». Pero los cristianos, añadió, «no nos podemos limitar a compartir el dolor. Si nos quedáramos en esto seríamos los más desgraciados de todos los hombres. Queremos, ante todo, compartir la esperanza». Por último, antes de invocar a la Virgen de los Desamparados —porque «junto a la cruz de Jesús está su madre»—, Benavent aseguró que «el encuentro con el Señor y con su amor, en cualquier circunstancia, puede convertirse en un acontecimiento de gracia, porque puede ayudarnos a reconocer nuestra pobreza y nuestra pequeñez y a encontrar la alegría en el Señor».