Aquí también visitó la Virgen a Santiago - Alfa y Omega

Aquí también visitó la Virgen a Santiago

La de Zaragoza no fue la única aparición en vida de la Virgen a Santiago. También lo hizo en Muxía, ante un apóstol desanimado por los pocos frutos de su predicación. Desde entonces ha salvado barcos del naufragio y miles de fieles piden por su salud en Nuestra Señora de la Barca

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El Atlántico golpea todo el año las rocas que protegen el santuario de Nuestra Señora de la Barca
El Atlántico golpea todo el año las rocas que protegen el santuario de Nuestra Señora de la Barca. Foto: Xesús Búa.

En los inicios de la era cristiana, cuando los discípulos más directos de Jesús habían salido a predicar por todo el mundo y aún no habían recibido la palma del martirio, el apóstol Santiago pisaba los caminos de Hispania para llevar a cabo el mandato del Señor de evangelizar el mundo entero. Pertenece a la tradición más antigua la visita que le hizo la Virgen María, cuando aún no había sido asunta al cielo, en Zaragoza, en un momento en el que el apóstol se encontraba especialmente desanimado al comprobar los pocos frutos que observaba en su labor de predicación. Santiago cobró entonces nuevas fuerzas y siguió su camino hacia el oeste de la Península. Pero lo que pocos saben es que días más tarde, según otra tradición, recibió una nueva visita de la Madre del Señor, concretamente en Muxía, cerca de Finisterre, el final del mundo conocido por entonces.

«Se dice que la Virgen se le apareció en una barca de piedra, cuando Santiago se encontraba nuevamente abatido, debido también a que no lograba muchos conversos por sus palabras. Aquí le pidió al apóstol volver de nuevo a Tierra Santa, donde más tarde habría de dar la vida por el Señor», cuenta Daniel Turnes, párroco de la villa de Muxía y rector del santuario de Nuestra Señora de la Barca, que se levanta indómito frente al oleaje del Atlántico.

Los fieles pasan por debajo de la 'pedra dos cadrís' para pedir la sanación de alguna de sus dolencias
Los fieles pasan por debajo de la pedra dos cadrís para pedir la sanación de alguna de sus dolencias. Foto: Xesús Búa.

De aquel suceso se dice que ha llegado hasta nuestros días un legado de tres piedras. La que hizo de vela, llamada pedra dos cradrís, tiene forma de riñón y desde antiguo se le atribuyen propiedades curativas tanto para este órgano como para el cuerpo en general. La única condición es pasar por debajo de ella. Por eso son miles de fieles y curiosos los que cumplen con este arcaico rito cuando visitan este lugar.

La roca que semeja el casco del barco en el que María llegó por mar es la pedra de abalar, que alude al verbo gallego que designa la acción de oscilar. Esto es así porque se cree que solo aquellos que están en gracia y libres de todo pecado pueden llegar a moverla con sus fuerzas. En línea con esta creencia, los lugareños cuentan que una vez unos desalmados intentaron entrar en la iglesia a robar, pero la piedra se movió haciendo un ruido tan fuerte que espantó a los ladrones. La última es la pedra do timón, a la que se le atribuye por su semejanza ser esta pieza de la barca que trajo a la Virgen.

Exvoto de agradecimiento de un barco salvado del naufragio
Exvoto de agradecimiento de un barco salvado del naufragio. Foto: Xesús Búa.

Cada año, el domingo de septiembre posterior a la Natividad de María acuden a Muxía más de 50.000 personas procedentes de Galicia y de toda España, en una multitudinaria romería que abarrota los alrededores del santuario levantado en su honor. El templo actual es del siglo XVIII, pero mucho antes, ya en el siglo XI, se levantaba aquí una ermita. Eso se sabe por el testimonio escrito que dejaron unos monjes que antaño habitaron en un monasterio adyacente. «Pero la devoción es incluso anterior, con toda seguridad», asevera el rector del santuario.

La imagen de la Virgen que da nombre al enclave es del siglo XV. Por su valor, se guarda por seguridad en otro lugar, en una caja fuerte. Por eso logró salvarse del incendio que arrasó el templo el día de Navidad del año 2013. Se cebó especialmente con el retablo y con el techo, que fueron reconstruidos después. La figura original solo sale de su escondite en señaladas ocasiones durante el año: «Si le pasa algo, soy hombre muerto», bromea Turnes. De la talla destaca «una mirada muy especial, que la gente tiene grabada a fuego en el corazón».

En el interior del templo podemos encontrar muchos de estos exvotos
En el interior del templo podemos encontrar muchos de estos exvotos. Foto: Xesús Búa.

Este cariño de los lugareños, gente de mar, data de muy antiguo. «Los pescadores le echaban al santuario una última mirada para encomendarse a la Virgen antes de adentrarse en el mar. De hecho, se sabe que en tiempos sus paredes estuvieron encaladas de blanco para servir de faro en la distancia», cuenta.

Las mujeres subían aquí a pedirle a María por sus maridos, especialmente cuando las nubes asomaban por el horizonte. De hecho, a Nuestra Señora de la Barca se le atribuye la salvación de muchos barcos que estuvieron a punto de naufragar. Por eso el santuario conserva en su interior como exvotos la réplica exacta de muchos de ellos. «Los pescadores y marineros encargaban a un maquetista una copia a escala de su nave y después subían a la Virgen a agradecerle sus favores», cuenta el rector. Aún hoy, los lugareños se cuentan unos a otros cómo la Virgen ha evitado aquí, en plena Costa da Morte, cuyo solo nombre ya infunde respeto, centenares de hundimientos.

«Esto es mucho más que un destino turístico», explica Turnes. Como párroco de Muxía, es sabedor del «extraordinario cariño» y el «vínculo tan especial» que las gentes de la villa y alrededores tienen a esta antigua devoción; «sobre todo la gente de más edad».

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