Valencia mira al futuro con la cuenta a cero
A pesar de que el barro cada vez tiene menos presencia en las zonas afectadas por la DANA todavía quedan 23 personas desaparecidas. Son ahora la prioridad junto con la reactivación económica
Con las calles cada vez más limpias tras la cruenta DANA, gracias a los miles de voluntarios que se han desplazado hasta la zona, las labores sobre el terreno se centran ahora en localizar a las personas que aún están desaparecidas. Según el Centro de Integración de Datos (CID), órgano técnico encargado de ofrecer las cifras oficiales sobre esta catástrofe —integrado por forenses y miembros de Guardia Civil y Policía Nacional—, «los expedientes ante mortem por desapariciones que están activos desciende a 23» poco antes del cierre de edición de Alfa y Omega. En ellos trabaja la inspectora jefe Maribel Reviejo, que atiende a este semanario desde la Oficina de Atención a Familias situada en Valencia. «Hay que aclarar que quien quiera denunciar la desaparición de una persona lo puede hacer en cualquier dependencia policial», aclara Reviejo. Lo que ocurre es que «ante las dificultades de desplazamiento en la zona», la Policía Nacional decidió «acercarse a las localidades más afectadas» por la DANA para facilitar la gestión, «ya que es un trámite duro en sí mismo».
De esta forma, el mismo día de la riada la Policía habilitó la oficina de Valencia capital —abierta las 24 horas del día— y, posteriormente, las de Alfafar y Algemesí, que están operativas en horario de 9:00 a 21:00 horas con el objetivo último de localizar a las personas desaparecidas. «Se trata de un procedimiento complejo que requiere profesionalidad, formación y, por supuesto, humanidad. Este es un factor muy importante», explica la inspectora jefe. Por eso, durante todo el tiempo que los familiares permanecen en la oficina están acompañados por un psicólogo, que los ayuda en cualquier momento que lo puedan necesitar. El denunciante «primero se entrevista con compañeros de la Policía Judicial, que son los especialistas en desaparecidos», y, posteriormente, con miembros de la Policía Científica. «En este momento, si se considera procedente, se recoge una muestra de ADN para su posterior cotejo», detalla Maribel Reviejo. Antes de concluir la conversación con Alfa y Omega, confiesa que también ellos tienen necesidad de tirar del psicólogo presente en la sala. «Mira, yo siempre he estado al otro lado, buscando desaparecidos y haciendo levantamiento de cadáveres», pero «estar recibiendo las denuncias de desaparición de los familiares es muy duro», reconoce.
Cambio de protocolo
En contacto con ellos también se encuentra Joaquín Amills, presidente de Sosdesaparecidos, una asociación de apoyo y difusión de casos de personas en paradero desconocido. Sus alertas emitidas en redes sociales tienen una gran acogida entre la sociedad civil. Los ciudadanos, con sus retuits, se convierten en multiplicadores del aviso, lo que contribuye significativamente a la localización del desaparecido. «Por primera vez en 14 años para publicar una alerta no pedíamos que hubiera una denuncia previa. Bastaba con que el familiar nos diera todos los datos de la persona que estaba desaparecida», explica Amills. Un cambio de protocolo obligado por las circunstancias tan difíciles vividas en las regiones afectadas por la DANA. «Teníamos que estar a la altura de las necesidades ante la negligencia de las instituciones», añade el presidente.
El cambio del sistema de funcionamiento provocó un aluvión de peticiones. «Desde el día 29 hasta ahora, hemos recibido unos 3.900 avisos por la DANA, aunque muchos de ellos eran de la misma persona». Después de cribar la información, «nos quedamos con unos 2.000 casos». La mayoría de ellos aparecieron vivos poco después. «En la actualidad, tenemos 21 casos activos; 27 los hemos desactivado por fallecimiento y otros ocho al haber sido localizada con vida la persona. De esos ocho, cinco fueron encontrados específicamente gracias a las alertas emitidas».
Negocios afectados
Después de la preocupación en primer lugar por las personas, otra labor que cada vez está cogiendo más peso es la reactivación de la economía local. Valencia es la cuarta economía de España por volumen de PIB. El problema es que son muchos los empresarios, como el fotógrafo David Torres o la familia Cabañero —que se dedica al grabado de placas y trofeos en Aldaia— que lo han perdido todo. «Cuando llegué a casa, junto a mi mujer y mi hijo, a las 4:00 horas», tras aquel fatídico 29 de octubre, «me di cuenta de que había salvado la vida de milagro», pero «había perdido el sustento con el que sobrevive mi familia. Mi mujer tiene una enfermedad crónica autoinmune y vivíamos los tres de lo que daba la tienda de fotografía», asegura Torres. Cuenta —aunque ahora el verbo hay que conjugarlo en pasado— con un estudio fotográfico en Catarroja, una de las poblaciones más afectadas por la DANA. «Cuando empezó a entrar el agua yo estaba dentro. Traté de poner todo a salvo y conseguí salir en el último segundo antes de que la presión del agua bloqueara la puerta de acceso». Al día siguiente pudo ir a comprobar los daños en el local. Describe lo que vio como «un espectáculo dantesco. Es como si te encontraras en mitad de una guerra». Ante tamaña destrucción, al fotógrafo le surgieron dudas sobre la continuidad del negocio. «Fue el cariño que recibí de los vecinos el que me convenció de que tenía que seguir adelante», manifiesta. «Date cuenta de que aquí me conoce todo el mundo. Entre mi padre y yo hemos estado presentes en los momentos más felices de la vida de buena parte del pueblo. Al que no le he hecho el reportaje de su boda, se lo he hecho de la Primera Comunión de los niños o de su embarazo», acierta a decir David, emocionado.
Al autónomo también se le escapa una lágrima cuando piensa en sus compañeros de profesión. «Han hecho un grupo de apoyo y nos están consiguiendo material para que podamos reiniciar la actividad lo antes posible». Tampoco se olvida de los miles de voluntarios, la mayoría jóvenes, que «han hecho una labor extraordinaria». Al final todos estos gestos, «la solidaridad de España entera, es lo que me da fuerza para seguir adelante».
No obstante, Torres es consciente de que el futuro no va a ser nada fácil. «Miro mi cuenta a día de hoy y está a cero. Y miro a mis clientes», que en su mayoría son de Paiporta, La Torre y Catarroja, «y son gente que no va a poder celebrar cosas que requieran la presencia de un fotógrafo en mucho tiempo». En este contexto, la ayuda de 5.000 euros anunciada para los autónomos, que se puede solicitar a partir del día 19 de noviembre, es un comienzo, pero claramente insuficiente. Solo el equipo que Torres tenía en el local rondaba los 40.000 euros tirando por lo bajo.