«Hemos ido a Valencia a ayudar a nuestros amigos»
Jóvenes madrileños se desplazan a Valencia para acompañar a otros que conocieron en la JMJ de Lisboa. «Nos decían que recibir la visita de tantas personas de fuera les llenaba de fuerza», afirman
El sábado pasado, dos voluntarias madrileñas se pusieron a hablar con un señor mayor en Benetúser que estaba asomado a su balcón. Llevaba diez días sin salir a la calle por miedo a resbalar en el barro. En un momento de la conversación, él dijo que estaba comiendo únicamente comida enlataba y que echaba de menos alguna fruta; al instante, ambas chicas abrieron sus mochilas y le dieron todo lo que tenían. Esta es una de las pequeñas anécdotas que vivieron unos jóvenes de la parroquia de Santa Teresa de Jesús, en Tres Cantos, en el viaje relámpago que hicieron a Valencia para ayudar en lo que podían.
«Es un detalle pequeño pero también muy grande», afirma Luis Melchor, párroco de Santa Teresa de Jesús. El origen de este viaje es el contacto de los jóvenes de su parroquia con otro grupo de jóvenes valencianos en la JMJ de Lisboa en verano de 2023. «Me dijeron que querían ir a echar una mano a sus amigos, y allí nos fuimos», añade.
El grupo de voluntarios madrileños estuvo el sábado pasado en Benetúser, limpiando por la mañana un colegio y por la tarde un garaje; el domingo se desplazaron hasta Chirivella a adecentar una fábrica de muebles inundada por la riada de la DANA. Allí se encontraron con personas «muy cansadas de ver cada día el mismo panorama». De hecho, «nos decían que el solo hecho de recibir la visita de tantas personas de fuera les llenaba de fuerza», asegura Melchor.
Las jornadas de los jóvenes de Tres Cantos comenzaron con una Misa y terminaron con un rato de adoración, «porque el día hay que empezarlo y acabarlo con Dios», defiende el sacerdote. Entre medias, entre paletadas y paletadas al barro, se sorprendieron porque, a pesar de que los voluntarios iban con todo lo necesario para vivir allí el fin de semana entero, «los valencianos querían darnos todo lo que podían, y querían invitarnos a desayunar y cenar. Nosotros no lo necesitábamos, pero ellos sí que necesitaban agradecernos todo de alguna manera», dice el sacerdote que ha comprobado estos días que «cuanto menos tienes, más fácil es dar».
«Fui sin saber lo que me iba a encontrar, y cuando llegué pensé que estaba en Matrix, porque creía que lo que veía no era real», afirma Pilar, una de las voluntarias de Santa Teresa, de Tres Cantos. Su experiencia no ha sido ofuscada por «la impotencia de ver tanto barro que no se acaba de ir», reconoce, sino por su constatación de que «la gente es buena», y que «hacer bien a otros en definitiva te hace bien a ti».