María San Gil sobre su Emaús: «Con una fe viva como la tengo ahora habría sufrido mucho menos» - Alfa y Omega

María San Gil sobre su Emaús: «Con una fe viva como la tengo ahora habría sufrido mucho menos»

La expolítica popular reavivó su espiritualidad en 2018 gracias a esta experiencia de nueva evangelización y desde entonces sirve en los retiros. Está convencida de que en los años duros de ETA aguantó «porque Dios estaba ahí sin yo saberlo». Pero lamenta no haber sido tan consciente de que «es amor y te quiere como eres»

María Martínez López
Foto: ARCHDC / Ignacio Gil.

¿Cómo aterriza en los Retiros de Emaús
Una amiga mía me comentó en 2018 que su cuñada le había propuesto ir a un retiro. «¿Te vienes conmigo?». Yo ya sabía que existía pero no se me había pasado nunca por la cabeza. Sí me rondaba algo por la cabeza. ¿Sabe eso que dices «estoy buscando algo más en la vida»? Mi madre había muerto hacía dos años y yo lo necesitaba.  

Era una época en la que los retiros no eran tan conocidos. 
Y en San Sebastián, que tiene mucho más mérito. Me fui con ella sin saber dónde iba, sin ninguna expectativa. Sabía que iba a ser un encuentro con el Señor, pero no tenía ni idea de qué iba a pasar. Nunca había hecho ejercicios espirituales y no sabía qué era meterte 48 horas en una casa de espiritualidad. Iba abierta porque algo me rondaba. Iba a Misa los domingos y tal, pero no tenía una fe muy activa en casa. No es excusa, pero muchos curas del País Vasco no ayudaron mucho. Hablaban más de política que de Dios y yo necesitaba que me hablaran más de Dios que de política, porque de política hablaba yo. El que la ha mantenido es mi marido, que es extraordinario.  

¿Cómo fue la experiencia? 
Fue como ir al Eurodisney de los ejercicios espirituales. Volví impactada de verdad porque fue un encuentro tal con el amor de Dios que todavía me sigo emocionando. Seguí porque pensé que eso estaba muy bien, una montaña rusa, pero ¿te bajas y qué? Empecé a ir los jueves a las reuniones y luego empezamos a servir.  

Me vino de cine. Tenía mucho sentimiento de gratitud hacia Dios y de felicidad, de saber que estás en esta vida para servir, para amar. La verdad es que me cambió la vida y desde entonces he profundizado más: hice Proyecto de Amor Conyugal con mi marido, que es otro regalazo; y aterricé en el CEU, lo que me dio la posibilidad de conocer muy bien la Asociación Católica de Propagandistas y hacerme propagandista, hacer ejercicios, organizar el Congreso Católicos y Vida Pública… Y he terminado yendo a Misa todos los días. Te das cuenta de que el señor traza el camino y te va llevando. Incluso descubrí la confesión, porque en el País Vasco hemos hecho confesiones comunitarias hasta que llegó Munilla a San Sebastián.  

¿Lo recomienda? 
A todo el mundo. Les suelo decir a mis hijos que tenía que haber descubierto Emaús antes porque hubiera sido mucho mejor madre. Al final el pilar de la fe en las familias son las madres y yo ahí tengo mi pequeño déficit. Creo que el Señor se ha inventado este tipo de retiros para que lleguemos a Él de esta forma en esta sociedad en la que vivimos, completamente distinta a en la que vivían nuestros padres.  

Aunque ya estuviera Munilla en San Sebastián, ¿era fácil organizar los retiros? 
Estaba, pero no era el conjunto de la diócesis. Munilla no lo tuvo nada fácil pero como es como es lo hizo fenomenal y trajo muchos curas jóvenes y nuevos, extraordinarios, que siguen haciendo esa labor. Ha sembrado muchísimo y se recogerá.  

Su apoyo a Emaús era total. Hubo un grupo de mujeres que decidió hacerlo porque veían que si en algún sitio hacía falta el Señor era en el País Vasco. Éramos una sociedad que exportaba misioneros y nos hemos convertido en una sociedad absolutamente laicista. Muchos de los males del País Vasco son porque cambiamos a Dios por la política y las iglesias se vaciaron.  

¿Ha costado que encuentren acogida? 
No, Effetá y Emaús han calado muy bien porque hay una gran necesidad. La sociedad está respondiendo no mayoritariamente pero sí poco a poco. Sigue habiendo en varias parroquias. Tienes que encontrar un ambiente donde más o menos la gente esté dispuesta a aceptar la invitación. Llama a gente y como te conocen dicen «si a ti te ha hecho tanto bien, vale, voy». Los vascos estamos muy sedientos de encontrarnos con el Señor. Necesitábamos eso porque no lo teníamos. Muchos corazones que estaban muy oscurecidos han recuperado el amor de Dios y son luminosos.  

¿Qué aportan esas iniciativas de primer anuncio a gente que, como usted, no necesita en teoría ese primer anuncio? 
Yo el anuncio lo tenía hecho, lo que pasa es que lo tenía silenciado. Se ha hecho mucho más presente y ahora vivo la fe de otra forma completamente distinta. Es encontrarte con un Dios que es amor y que te quiere como eres, pecadora, y que lo que tienes que intentar es cada día ser menos pecadora, sabiendo que volverás a caer y te va a volver a perdonar. Descubres que la vida sin Dios no tiene sentido. Y como a mí me parece tan maravilloso, quiero que los demás también lo vivan. Es como cuando tienes un libro o una serie buena y machacas a tus amigos. Yo soy muy pesada con eso [ríe]. Pues con Dios lo mismo. ¿Cómo no les voy a contar lo maravilloso que es tenerlo presente en tu día a día? 

En política vivió momentos de mucha lucha y muy duros, que seguro que le afectaron. ¿Esta experiencia le ha ayudado a sanar heridas? 
Miro para atrás y pienso: ¿Cómo podía estar tan ciega, que con las cosas tan dramáticas que hemos vivido no me agarraba a Dios? Ojo, que Él estaba siempre conmigo, ¿eh? Tengo claro que he aguantado porque Él estaba ahí sin yo saberlo. Pero si entonces hubiera tenido la fe tan viva como la tengo ahora habría sufrido, claro. Imagine lo que es que te vayan matando a un compañero, y a otro y a otro; y vivir una vida completamente anormal, 20 años con escolta y sin saber si mañana te van a pegar un tiro. Pero habría sufrido mucho menos y con otro tipo de consuelo. ¿Cómo no me agarraba a Dios? Iba los domingos a Misa, pero no le tenía presente todo el rato, como ahora. ¡Qué desperdicio! Habría hecho lo mismo, pero más reconfortada. Pero bueno, Él estaba ahí, pensando «ya llegarás, no pasa nada, no hay prisa».