Sira Plana: «Recuperamos olivares con muchas décadas de abandono»
Apadrina un Olivo es una iniciativa en el pueblo de Oliete (Teruel) que ha logrado fijar al terreno a 40 trabajadores —también urbanitas— y recuperar 25.000 olivos. Aspiran a los 100.000. Buscan padrinos que, por 60 euros al año, salven a un ejemplar de su gusto del «ciclo de depresión al no tener los cuidados del hombre». Su cofundadora no podía «estar de brazos cruzados» ante esta realidad.
¿Qué hacen en Apadrina un Olivo?
Esta experiencia se forjó en 2014, cuando nos propusimos salvar 100.000 olivos centenarios a través de un apadrinamiento. Ya lo hemos logrado con 25.000. A principios del siglo XX, aquí vivían más de 2.500 habitantes y ahora son unos 300. Se juntó el amor por nuestro pueblo con la necesidad de hacer algo y no estar de brazos cruzados mientras desaparecían los niños.
¿A cuántas personas dan trabajo?
En la plantilla estamos más de 40 personas. La mayoría son fijos. Algunas viven en el pueblo y no habían tenido ocasión de trabajar. Otros son puestos que no tienen una presencialidad del 100 % porque, aunque la búsqueda la hacemos primero en el terreno, a veces para encontrar algunos perfiles debemos ir a ciudades como Zaragoza, Teruel o Barcelona.
¿Qué cuidados necesita un olivo?
Estamos recuperando olivares con muchísimas décadas de abandono. El suelo está muy compactado y, cuando reciben las lluvias, no penetran. Hay que mover la tierra o cultivar algo entre los olivos para que esas microrraíces permitan que percole el agua. Después de mucho tiempo, tienen un cúmulo de madera porque no se lleva a cabo una poda natural al haber trasiego de animales. El olivo viene del acebuche y tiene tendencia a volver a ser un arbusto. Puede convertirse en una bola cerrada donde el aire no penetre y se promuevan plagas. Es un ciclo de depresión al no tener los cuidados del hombre cerca. Nosotros lo tallamos y hacemos que tenga un solo pie y se dibuje esa silueta que se asemeja más a un árbol.
¿Cómo se quedaron abandonados?
Este olivar es parte de una cultura de abastecimiento, son todo minifundios muy fragmentados y muy poca gente los trabaja. Cada familia tenía un olivar, una huerta y unos animales. Algunos tenían 1.000 árboles, otros 200 y otros 20. Eso les permitía disponer de aceite, también fuente de conservas, y hacían ungüentos y medicamentos. Tras el cierre del último molino doce años antes de este proyecto, nadie estaba recogiendo las olivas porque era una actividad poco remunerada y faltaba músculo.
Lo resolvieron moliéndolas ustedes.
Nuestra idea inicial era recuperar la antigua cooperativa pero, al haber interrumpido la licencia de actividad, no la podíamos obtener en el interior del pueblo. Entonces construimos de cero una almazara en 2016, porque no se trata solo de salvar olivos. Así hacemos que, para las personas que cuidan de su olivar, pueda resultar rentable. Buscamos unos precios justos para el agricultor porque a veces es malicioso el círculo de oferta y demanda y suceden cosas dramáticas. Este año hemos hecho una ampliación para dar servicio a la zona y que la gente con producción ecológica que busca un plus de calidad pueda encontrarlo.
Su aceite es el obsequio a los padrinos.
En Oliete recibimos al año a unas 3.000 personas que quieren conocer su olivo. Los escogen por una foto, les ponen el nombre de un ser querido y lo regalan como algo simbólico. Es precioso y generamos una amistad muy hermosa. Por 60 euros, que tienen deducción fiscal, les enviamos dos litros de aceite de oliva virgen extra. Cada año procuramos que sea lo más excepcional posible. La entrega de ese aceite es el momento dorado, cada año esa botella es una novedad y un objeto de coleccionismo. Nos permite, cuando los padrinos reciben a gente en su casa, facilitarles ser embajadores.