El fundador de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús ya va camino a los altares - Alfa y Omega

El fundador de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús ya va camino a los altares

Junto a él, comienza también el proceso de beatificación del sacerdote y misionero Rolf Reichenbach, que pasó gran parte de su vida con los más pobres de Indonesia

Ester Medina
Los sacerdotes Mateo Crawley-Boevey y Rolf Reichenbach, que inician su proceso de beatificación
Los sacerdotes Mateo Crawley-Boevey y Rolf Reichenbach, que inician su proceso de beatificación. Foto: Congregación Sagrados Corazones.

El 40 capítulo general de los hermanos de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María se ha celebrado recientemente en Roma y ha finalizado con la aprobación de dos nuevas causas de beatificación. Por un lado, la de Mateo Crawley-Boevey, ideador de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús y de la Adoración Nocturna en Familia y, por otro, la de Rolf Reichenbach, misionero en Indonesia. Ha sido este 21 de septiembre cuando el capítulo autorizó al postulador general de la congregación a iniciar ambos procesos de beatificación.

El misionero Crawley-Boevey es el segundo religioso más famoso del mundo perteneciente a esta congregación, después de san Damián de Veuster, apóstol de los leprosos. La misión apostólica del futuro beato, conocido como el Apóstol del Corazón de Jesús, fue bendecida por el Papa Pío XI llegando a alcanzar a miles de familias en varios continentes. Además, no sólo promovió la importancia de la adoración familiar, sino que también fue responsable de numerosas conversiones.

Nacido en la ciudad peruana de Arequipa el 18 de noviembre de 1875. Su padre, que era inglés y protestante, se convirtió posteriormente al catolicismo ya que su madre, peruana, era una católica devota. Este sacerdote dedicó su vida a la evangelización y a la promoción del Sagrado Corazón de Jesús tanto en hogares como en comunidades y tuvo una vida de intensa actividad apostólica especialmente en América, Europa, Asia y Norteamérica.

Crawley-Boevey tuvo también una relación estrecha con el mundo académico, colaborando en la creación de la Universidad Católica de Valparaíso y nombrado rector de su facultad de derecho. De hecho, fue en esa institución en la que, tras un grave terremoto en 1906 que reduciría Valparaíso a escombros, el misionero se afanó en socorrer a las víctimas y a los supervivientes llegando a la extenuación y al completo agotamiento físico. En ese momento, los superiores decidieron enviarlo a España, donde recobró la salud y vio claramente que su nueva misión era «ganar el mundo entero para el Sagrado Corazón a través de la entronización en familias individuales y grupos sociales», como indican desde la congregación.

El sacerdote y misionero se enfrentó a diversos retos de salud como la amputación de una pierna afectada por la gangrena, la diabetes o la leucemia y falleció en 1960 en Valparaíso, Chile, dejando un legado espiritual incalculable.

Defensa de los migrantes

El segundo misionero que ya se encuentra rumbo a los altares es Rolf Reichenbach, nacido en Colonia el 15 de octubre de 1931. Debido a los ataques nazis contra los judíos y sus propiedades, su familia se trasladó a Países Bajos para comenzar una nueva vida. Tenía otros dos hermanos mayores que, como él, también se hicieron sacerdotes. El mayor de ellos, Klaus, fue sacerdote diocesano en Colonia. Hans, como Reichenbach, ingresó en la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María y fue misionero en Indonesia.

Fue a este país a donde destinaron a Reichenbach una vez se ordenó sacerdote. Allí trabajó con diferentes diócesis y también en la periferia, formada principalmente por católicos chinos. Cuando, en 1975, llegaron más de 10.000 refugiados vietnamitas y el Ejército indonesio quiso expulsarlos, este misionero salió en su defensa haciéndose cargo de la asistencia material y espiritual de estas personas. De hecho, llegó incluso a celebrar las Eucaristías en los barcos porque a los migrantes no se les permitía desembarcar.

Con gran sencillez, humildad y carisma, Reichenbach pasaba horas seguidas en adoración al Santísimo, lo cual le impulsaba para continuar su tarea evangelizadora y misionera enfocada en los pobres y desatendidos. Murió en 2004 debido a un cáncer de huesos y piel. Su cuerpo se encuentra cerca de Singapur, donde mucha gente acude a orar y pedirle la intercesión.