Francisco anima a la Iglesia belga a que «el corazón nunca permanezca de piedra» ante los abusos - Alfa y Omega

Francisco anima a la Iglesia belga a que «el corazón nunca permanezca de piedra» ante los abusos

Se ha reunido con más de 2.500 personas en la basílica del Sagrado Corazón. Horas antes mantuvo en la Nunciatura un encuentro con 17 víctimas de abusos perpetrados por miembros del clero

Ángeles Conde Mir
Unas 2.600 personas han asistido a este encuentro con el Papa Francisco en la basílica del Sagrado Corazón
Unas 2.600 personas han asistido a este encuentro con el Papa Francisco en la basílica del Sagrado Corazón. Foto: CNS / Lola Gómez.

La primera jornada del Papa Francisco en Bruselas concluyó tarde teniendo en cuenta que había comenzado temprano y que había estado cuajada de eventos, oficiales y oficiosos. Y, aunque se sabía, no estaba en la agenda oficial, por ejemplo, el encuentro del Pontífice en la nunciatura de Bruselas con 17 víctimas de abusos sexuales perpetrados por miembros de la Iglesia belga. Duró cerca de dos horas y terminó en torno a las nueve de la noche.

La Santa Sede informó poco después de que cada uno de los participantes en la reunión expuso al Papa su propio caso y el grupo le pidió algunas cosas que necesitan que la Iglesia haga al respecto. Francisco les dio las gracias por su valor y también les hizo partícipes del «sentimiento de vergüenza por lo que han sufrido siendo niños de parte de aquellos sacerdotes a los que fueron confiados». El Vaticano informa de que el Pontífice tomó buena cuenta de las solicitudes que le hicieron para poder estudiarlas.

En el castillo de Laeken, durante el encuentro con las autoridades, el cuerpo diplomático y miembros de la sociedad civil, tanto el rey Felipe de Bélgica como el primer ministro Alexander de Croo, mencionaron en sus discursos el drama de los abusos a menores.

Encuentro con la Iglesia local

Esta segunda jornada de Francisco en Bélgica ha comenzado oficialmente con el encuentro con la Iglesia local en la basílica del Sagrado Corazón, donde ha sido recibido con una gran ovación. El Santo Padre ha retomado la cuestión de los abusos que generan, ha indicado, «atroces sufrimientos y heridas mermando incluso el camino de la fe». Ha asegurado que es necesaria mucha misericordia para no permanecer «con el corazón de piedra frente al sufrimiento de las víctimas», para ser cercanos y ofrecerles toda la ayuda posible.

El Pontífice ha dicho que, de las víctimas, hay que aprender a ser una Iglesia «que se hace sierva de todos sin someter a nadie». «Sí, porque una raíz de la violencia está en el abuso de poder, cuando utilizamos nuestros roles para aplastar o manipular a los demás», ha añadido.

Francisco ha respondido así al testimonio de Mia de Schamphelaere, política y responsable de un centro de atención que acompaña a estos supervivientes de abusos. «Como muchos ciudadanos, conocimos horrorizados estos casos y nos sentimos tristes e impotentes. Como creyentes, nos avergonzábamos», le ha confesado De Schamphelaere. El Santo Padre le ha dado las gracias «por el gran trabajo que habéis hecho por transformar la rabia y el dolor en ayuda, cercanía y compasión».

Haciendo alusión a otro de los testimonios de un voluntario que trabaja en prisiones, se ha referido asimismo a la justicia y la reparación indicando que la justicia de Dios no es como la terrena, porque sabe «que todos cometemos errores, pero nadie es un error». Pero no por eso Francisco ha pasado por alto que quien comete un delito debe pagar por ello: «Es justo entonces seguir los caminos de la justicia terrena y los itinerarios humanos, psicológicos y penales; pero la pena debe ser una medicina, debe llevar a la sanación».

El Pontífice también ha mencionado el tema de la secularización en Bélgica y cómo la Iglesia en este país está buscando mostrarse cercana a la gente con gestos de misericordia. «Los cambios de nuestra época y la crisis de la fe que experimentamos en occidente nos han impulsado a regresar a lo esencial, es decir, al Evangelio», ha reconocido. Al mismo tiempo, ha afirmado que una crisis también es una oportunidad. Se ha preguntado qué quiere decir el Señor en tiempos de desolación. Porque «hemos pasado de un cristianismo establecido en un marco social acogedor, a un cristianismo de minorías o, mejor dicho, de testimonio». Ante este cambio, ha invitado a «una conversión eclesial» para adaptarse a los tiempos. Especialmente lo ha pedido para los sacerdotes.

Ha asegurado que es bueno que haya distintas espiritualidades ya que «en la Iglesia hay lugar para todos y ninguno debe ser fotocopia de nadie». Ha hecho alusión al Sínodo como un proceso de retorno al Evangelio y se ha preguntado cómo hacerlo llegar «a una sociedad que ya no lo escucha o que se aleja de la fe».

Así, ha animado a catequistas, voluntarios, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas a buscar una alegría que no sea pasajera, sino la alegría que «sostiene la vida inclusive en los momentos oscuros o dolorosos, y esto es un don que viene de lo alto, de Dios». Por tanto, les ha pedido que su apostolado y su servicio transparenten esta alegría porque así suscitarán preguntas a los más alejados.

Un café con los más necesitados

De buena mañana, en nunciatura, el Papa ha recibido al vicepresidente de la Comisión Europea, Margarítis Schinás; a la vicepresidenta de la Comisión Europea para asuntos de Democracia y Demografía, Dubravka Šuica; y a dos altos cargos de la Organización Mundial para la Salud.

Después, y antes de llegar a la basílica del Sagrado Corazón, Francisco se ha presentado en la parroquia de Saint-Gilles, en un barrio de Bruselas, para desayunar con un grupo de personas atendidas por la parroquia. Todos los sábados, de 9 a 11, esta iglesia bruselense ofrece el desayuno para quién lo necesite. El Papa había pedido visitar alguna obra de caridad en la capital belga y la vicaría de Bruselas pensó en esta sencilla pero impactante iniciativa dirigida especialmente a migrantes y personas necesitadas. Durante una media hora, el Santo Padre ha compartido un café con 15 de ellos y ha escuchado algunos duros relatos sobre sus vidas. Como recuerdo de ese momento, la parroquia ha obsequiado al Pontífice con un pack de cervezas que producen ellos mismos y cuyos beneficios se dedican a proyectos solidarios.