En Líbano temen que vuelva «la pesadilla de la guerra de 2006» - Alfa y Omega

En Líbano temen que vuelva «la pesadilla de la guerra de 2006»

Las carreteras que van a Beirut «están bloqueadas por la cantidad de coches y gente que huye», asegura el franciscano Najib Ibrahim, delegado de la Custodia de Tierra Santa para el Líbano

Victoria Isabel Cardiel C.
Mujeres huidas del Líbano en Jdeidat Yabus, al sur de Siria
Mujeres huidas del Líbano en Jdeidat Yabus, al sur de Siria. Foto: AFP / Louai Beshara.

Líbano ya está camino de convertirse en «otra Gaza», tal y como denunció el secretario general de la ONU, António Guterres, el pasado 22 de septiembre. Los ataques israelíes —que se intensificaron este lunes con el objetivo destruir los bastiones de Hizbulá, el poderoso movimiento terrorista proiraní— han dejado un reguero de muerte y destrucción en el sur y el este de Líbano y en los suburbios del sur de Beirut. Desde ese día son continuos los mensajes que llegan a los ciudadanos libaneses a través de sus teléfonos móviles avisando de la caída de ráfagas de misiles israelíes, lo que ha provocado una oleada de pánico. 

Cientos de familias se han echado a las carreteras en una huida precipitada hacia el norte, en busca de territorios seguros. Los intercambios de misiles entre Israel y Hizbulá eran «periódicos» desde el brutal ataque terrorista de Hamás del 7 octubre; sobre todo, tras el apoyo declarado de la milicia libanesa a sus aliados palestinos de Gaza. Pero ahora la gente teme «una nueva guerra tan devastadora como la de 2006», asegura con un mensaje de voz el franciscano Najib Ibrahim delegado de la Custodia de Tierra Santa para el Líbano. «Estamos atrapados en una espiral de violencia y odio», detalla. 

Las escuelas, universidades y centros académicos «están cerrados» y han sido «ocupados por familias de refugiados». La Iglesia, en estos momentos, «presta toda la ayuda que puede a las personas que viven a nuestro lado y que vienen desesperadamente a pedirnos auxilio».  

Carreteras bloqueadas 

Las carreteras que van a Beirut «están bloqueadas por la cantidad de coches y gente que huye». De momento en el norte del país, donde vive con una comunidad de franciscanos, «no faltan alimentos ni combustible, pero al sur no llega nada». En las parroquias y conventos de la Custodia «rezamos el rosario todos los días, pidiendo a Dios la paz en el Líbano y en todo Oriente Medio». 

La gente teme que la situación «empeore» y se reviva «la pesadilla de la guerra de 2006». La guerra civil de Líbano terminó en 1990, pero la ocupación israelí duró hasta 2000, cuando las tropas de ese país se retiraron del sur del Estado árabe. En 2006, las tropas israelíes regresaron a territorio libanés y bombardearon el país durante seis semanas seguidas. «Arrasaron pueblos y barrios enteros de Beirut, fue una verdadera matanza», asegura el franciscano. Unos 1.300 libaneses y 165 israelíes murieron en esos combates. 

«Fue una guerra contra todo lo que pudiera abastecer a los soldados de Hizbulá o ayudarles militarmente», incide. Lo único que desea es que esto «no ocurra de nuevo» y que la escalada militar «se detenga lo antes posible». 

Jornada de oración 

Para que la paz llegue, el Patriarcado de Jerusalén ha invitado a los católicos a participar en una jornada de oración, ayuno y penitencia el próximo 7 de octubre, una fecha que —según explican en un comunicado— «se ha convertido en símbolo del drama que estamos viviendo». El 7 de octubre del año pasado, la organización terrorista Hamás atacó por sorpresa Israel dejando casi 1.200 víctimas mortales. Además ese día la iglesia celebra a Nuestra Señora del Rosario. 

«Que cada uno de nosotros, con el rosario o de la forma que considere oportuna, personalmente pero mejor aún en comunidad, encuentre un momento para detenerse a orar y llevar al «Padre misericordioso y Dios de toda consolación», nuestro deseo de paz y reconciliación», se lee en el comunicado. 

Nazaret, entre la tranquilidad y el miedo

«Gracias a Dios los lugares santos no han sido tocados para nada» por los misiles que Hizbulá lanzó el pasado fin de semana sobre Israel, asegura fray Carlos Molina, director de la Casa Nova para peregrinos de Nazaret. El religioso explica que, a pesar de que algunos medios nombraron esta ciudad por ser la más reconocible de la zona, las afectadas fueron localidades de los alrededores. «El ataque no fue directamente a los habitantes, sino pensado hacia donde están las bases militares del Ejército de Israel».

«Jamás hemos recibido ningún misil directo» ni en la ciudad antigua —donde están los lugares santos y vive la mayoría de los cristianos— ni en la zona nueva y alta, Nof HaGalil. «La Cúpula de Hierro los intercepta y los explota», aclara refiriéndose al escudo antimisiles construido por Israel en todo el país. «Si no, sí que hubieran caído. Ciertamente es un apoyo grandísimo». Después de ser interceptado, fragmentos de uno de estos misiles cayeron en Reineh, a cinco kilómetros de Nazaret en dirección a Caná. «No produjo mucho estruendo ni daños», aclara.

En la ciudad de la Sagrada Familia se oyeron los misiles y las alarmas antiaéreas, que «son frecuentes en todo el país. También la Policía nos aconsejaba no salir a la calle». Ese fin de semana en la Casa Nova de Nazaret había dos grupos de peregrinos, de 35 y 15 personas. «Se sintieron seguros y estaban agradecidos de haber podido participar en las liturgias»

Con todo, el franciscano no quiere transmitir la impresión de que «no ha pasado nada». La cercanía de los misiles asustó a la gente y «el domingo mucha siguió la Misa por televisión o vinieron por la tarde». En estas localidades del norte del país «estamos acostumbrados a estar bien», pues no ha habido problemas desde la guerra de 2006. Pero «el miedo se ha ido incrementando a medida que las cosas se ponen más peligrosas».

El punto de inflexión fue la explosión simultánea de buscas y walkie-talkies de miembros de Hizbulá los días 17 y 18 de septiembre, atribuida a Israel y que dejó 37 muertos y 2.900 heridos. «Antes de eso aquí no había caído nada ni se había sentido nada. En Cafarnaún sí me decían que veían cosas de lejos, porque ellos están a dos horas de la frontera y nosotros a cuatro». Aun así, «la gente es consciente de que no tienen que desesperarse ni caer en tanto miedo». Y Molina subraya que «en conciencia le digo que se pueden visitar los lugares santos».