Antonio Roura: «La inclusión necesita recursos»
Recientemente fue nombrado director del secretariado de la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal Española
Antonio Roura, laico de la diócesis de Getafe, es el nuevo director del secretariado de la Comisión para la Educación y Cultura de la CEE. Hablamos con él de los retos que tiene al frente de su nuevo puesto, entre los que destaca la inclusión de la educación especial.
¿Cómo ha acogido su nombramiento?
Pues todavía sigo conmovido por la confianza que significa, y estoy profundamente agradecido por la oportunidad que supone poder colaborar y contribuir en la misión de la Iglesia en la educación. No puedo menos que agradecer a Raquel Pérez Sanjuán, anterior directora, y a Alfonso Carrasco Rouco, presidente de la Comisión Episcopal para la educación y cultura la dedicación y el impulso que vienen dando a la educación católica en este momento que Benedicto XVI definió como de emergencia educativa.
¿Cuáles son los principales retos que se te plantean como nuevo director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura?
Continuar, como decía, con el trabajo que se ha venido realizando estos años. Sin duda, la celebración del Congreso La Iglesia en la educación: presencia y compromiso, organizado, este febrero de 2024 por la Conferencia Episcopal, ha suscitado un proceso de reflexión compartida de todos los agentes de la educación católica, en aquellos ámbitos en los que está presente, que ha servido para reconocer algunos desafíos a los que la Iglesia, siempre atenta a las circunstancias de cada momento de la historia, debe responder para cumplir su misión de anunciar el Evangelio y contribuir al bien común. Hay que continuar y cuidar que el impulso del Congreso, que supuso un modo participado y eclesial de pensar la educación, se concrete en formas creativas y valiosas para suscitar el diálogo del Evangelio con la cultura. El inminente Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco puede suponer un nuevo aliento a nuestra misión educativa. En sus palabras de saludo a los participantes en el Congreso nos recordaba que la educación «es un acto de esperanza en la persona que tenemos delante».
Las autoridades educativas se han pronunciado en reiteradas ocasiones a favor de la inclusión de la educación especial en las aulas ordinarias. ¿Qué le parece la propuesta?
No podemos cuestionar el principio de la inclusión. Como decía recientemente el Papa Francisco, la inclusión es exigencia de la fraternidad. Otra cosa es que ese principio de la inclusión, cuando llega a los centros escolares, ha de hacerse con la escucha de los técnicos, de los especialistas y de las familias y con los recursos económicos y humanos que permitan desplegar las actuaciones que posibiliten el desarrollo de cada persona y una inclusión real y efectiva. Uno de los paneles del Congreso de la Iglesia en la educación, puso el foco en la presencia de la Iglesia en la educación especial y fue conmovedor ver cómo se renovaba el compromiso, se denunciaban las carencias y como se subrayó, desde la antropología cristiana, la dignidad y el valor sagrado de cada vida humana.
¿En qué situación se encuentra la asignatura de Religión en la actualidad en la enseñanza pública?
Si la juzgamos valorando la decisión de las familias que, curso tras curso, la eligen para sus hijos, o la de los alumnos que año tras año, se matriculan en ella a pesar de la desconsideración académica o si la juzgamos por el compromiso y la ilusión de los profesores de Religión que se actualizan, una y otra vez, para hacer mejor su trabajo podríamos decir que hay fortaleza y esperanza. Su importancia para las familias se ratifica cada septiembre. Sin embargo, es sabido que la LOMLOE ha buscado, hasta dónde ha podido, ningunear escolar y curricularmente la asignatura. Las administraciones autonómicas, en algunos casos, han hecho explícita su voluntad de seguir en esa línea o, sin reconocerlo, sus decisiones hablan por ellos. Las diferencias entre CCAA son clamorosas, aunque ninguna va mucho más allá del mínimo legal. En general, muchos equipos directivos y claustros, a pesar de ello, se esfuerzan en tratar como un igual al profesorado de religión y normalizar la asignatura, pero también es fácil encontrar equipos directivos o responsables que no esconden su voluntad explícita de deteriorar a la asignatura y el ánimo del profesor, gestionando con desprecio o con mezquindad el encaje horario o la constitución de grupos de alumnos… Nada que no hayamos vivido otros cursos. Mientras tanto, mejorar la integración escolar de la diversidad religiosa presente en la sociedad, la educación moral de los alumnos, respetando sus creencias y profundizando en los valores comunes de la convivencia y la ciudadanía sigue pendiente.
¿Cómo valoras el batacazo que se dio España en las pruebas PISA?
Ciertamente, las pruebas PISA miden el rendimiento académico en determinadas capacidades de los alumnos y cuantifica, sitúa y compara esos resultados con otros sistemas educativos. Los resultados, después de la reciente pandemia, han sido peores en relación a otras convocatorias anteriores del informe, aunque habría que analizar despacio los datos. Los factores que inciden en el rendimiento académico de los alumnos son múltiples (personales, ambientales, educacionales, sociales, culturales, etc.) y su solución exigiría acciones, decisiones, recursos humanos y económicos, sobre los que los responsables de las políticas educativas saben que existen consensos y evidencias que, después, les cuesta llevar a la práctica. Por otra parte, como ya es muy reconocido en el sector, PISA evalúa aspectos parciales del rendimiento escolar, que nosotros consideramos imprescindibles, pero deja otras muchas variables del proceso educativo sin evaluar, a veces, esas variables son más esenciales incluso que las que evalúa. Colocar a la persona en el centro del proceso educativo tiene consecuencias que van más allá de los datos que puedan reflejar las evaluaciones externas de rendimiento. La educación integral, no ignora la importancia del rendimiento académico, pero, con igual intensidad, afirma que el ser humano es mucho más.
El inicio de curso siempre es un momento intenso tanto para las familias como para los profesores y colegios. ¿Qué consejos le daría a quienes se encuentran inmersos en la vuelta al colegio?
Que se necesitan mutuamente, que deben colaborar para poder hacer bien su trabajo. Que ambos, familias y profesores, tienen que sentirse cómplices de una tarea, hermosa y compleja, que es imprescindible para el despliegue en plenitud de la persona del alumno y de la construcción de la sociedad. La educación de cada hijo (-a), de cada ciudadano (-a), no puede quedar en manos de otros actores a los que no mueva el amor al conocimiento, a la búsqueda de la verdad y el bien común. Sin la colaboración leal familia y escuela, los colegios pierden su razón de ser educadora.
Parece que ya no se habla de un Pacto Educativo Global. ¿Se sigue trabajando en ello? ¿Cree que en el futuro podremos verlo hecho realidad?
Sí, se sigue trabajando y es una línea de fuerza en el trabajo de Escuelas Católicas y de otras realidades escolares de identidad católica. De alguna manera, el Congreso de la Iglesia en la educación es un fruto de la iniciativa del Pacto. Desde la Comisión Episcopal para la educación y la cultura, el Pacto educativo global nos obliga a no olvidar que la educación es una labor coral en la que todos estamos llamados a colaborar.