«No nos hagamos los sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo»
En la Misa de este domingo en Papúa, Francisco también ha lamentado las inundaciones en el santuario de Lourdes
Francisco ha celebrado la Misa dominical en el estadio Sir John Guise de Port Moresby. En cada uno de los países de su gira por Asia y Oceanía está prevista una gran celebración Eucarística con la población local.
La segunda jornada del Pontífice en Papúa había comenzado un poco antes en nunciatura, donde ha recibido la visita del Primer ministro del país, James Marape. Después Francisco se ha trasladado a este estadio que ha recorrido en un carrito de golf prodigando saludos y bendiciones a los miles de fieles que lo esperaban.
En su homilía, el Santo Padre ha explicado que Jesús trae la esperanza a su pueblo en medio de las dificultades y sufrimiento. Trae también la curación a los sordos, como relata la lectura evangélica de este domingo. «Él es el Mesías que el Padre ha enviado para que los de corazón extraviado recobren el ánimo, los pecadores sean perdonados, los ciegos recuperen la vista y los sordos finalmente puedan oír», ha subrayado el Pontífice.
Francisco ha proseguido con su explicación a partir de dos aspectos: la lejanía del sordomudo y la cercanía de Jesús. En aquel entonces, el sordomudo habitaba en un territorio lejano a Jerusalén y, por tanto, considerado impuro. Además de la lejanía física, ese hombre estaba alejado de Dios y de los demás, puesto que no podía comunicarse. El Papa ha asegurado que otro tipo de sordera es la del corazón obstruido que también nos aisla de Dios y de los demás.
«Existe una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo aquello que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios y a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio… Todo esto nos aleja de Dios, de los hermanos, de nosotros mismos; y de la alegría de vivir», ha dicho el Papa.
Ante esta lejanía, Dios responde con la cercanía de Jesús que es compasivo y siempre se aproxima a cualquiera que sea la periferia: «Cuando nos sentimos alejados y decidimos distanciarnos — de Dios, de los hermanos y de quienes son diferentes a nosotros — entonces nos encerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos y terminamos girando solo entorno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo y, por lo tanto, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo».
Francisco se ha dirigido a directamente los fieles papuanos para pedirles una actitud distinta. Les ha dicho que, aunque geográficamente parezca que estén lejos, están unidos al Señor en el Espíritu Santo. «Dios también os dice a cada uno de vosotros “ábrete”, es lo más importante: abrirse a Dios, a los hermanos y al Evangelio y hacer que sea la brújula de nuestra vida», les ha indicado.
También les ha invitado a no hacer oídos sordos al encuentro con Dios y ha deseado «que a todos se les pudiera soltar la lengua para cantar el amor de Dios».
Antes de concluir la celebración, el Pontífice ha dirigido el rezo del ángelus. Ha invocado de nuevo la paz. «No al rearme ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas. Sí a la armonía del hombre con las criaturas», ha exclamado.
Por último, en este domingo fiesta de la Natividad de María, el Santo Padre se ha acordado especialmente del santuario de Lourdes, afectado por las lluvias torrenciales y la crecida del caudal del río Gave de Pau.