Así se reconstruye Marruecos un año después del terremoto
Tras la catástrofe en la que murieron 2.900 personas, entidades como Policía Amigo se vuelcan con las mujeres para que sus hijos no tengan que migrar
Un año después del terremoto del 8 de septiembre en Marruecos en el que murieron 2.900 personas, «la reconstrucción avanza poco a poco, aunque en algunos sitios están más adelantados». Lo cuenta a Alfa y Omega María Lillo, vicepresidenta de la asociación Policía Amigo, centrada en el voluntariado en África. Después de la catástrofe, la asociación ha viajado cuatro veces al terreno. Las dos primeras para proporcionar atención de emergencia a los damnificados y las dos últimas para proporcionar sillas de ruedas y andadores a la gente que ha perdido su movilidad a causa del desastre, pues muchos de los 6.100 heridos sufren ahora alguna discapacidad física.
«Decidimos que íbamos a subir al Alto Atlas, donde todavía no había llegado ninguna ayuda, ni siquiera del Gobierno», recuerda Lillo. En sus primeras expediciones, dotaron a la población local de cinco camiones cargados de mantas, grupos halógenos o tiendas de campaña. «Necesitábamos cubrir las necesidades de las personas que se habían quedado sin casa y estaban viviendo en la calle», explica. Al margen de los estereotipos que lo simplifican como un país cálido, en Marruecos también hace frío por las noches «y nieva en las montañas».
María Lillo detalla que la labor de la asociación en el terreno «la pudimos hacer gracias a una persona caída del cielo, Rahma Khairoun, presidenta de la asociación femenina Arrahma para el desarrollo y la solidaridad». Con su ayuda, «pudimos hacer todo lo que era complicado, como pasar de alguna zona a otra, para lo que necesitábamos permisos especiales». Tras ser testigos de «lo bien que se movía y el trabajo que desempeña con las mujeres», Policía Amigo decidió firmar con su organización un acuerdo de colaboración.
Trabajo con mujeres
Una de las grandes apuestas que Policía Amigo tiene actualmente en Marruecos es el proyecto Al-Amal, con el objetivo de reducir la brecha de género y favorecer la inserción laboral de las mujeres rurales en el país. «Queremos dar la posibilidad a esas mujeres de que sus niños no tengan que jugarse la vida en un cayuco y saltar la valla», detalla María Lillo. «Si les damos formación para montar su negocio, podrán mantener a su familia», añade la vicepresidenta, quien detalla que el perfil de las usuarios consiste en mujeres «muy jovencitas con varios hijos» o, en el otro extremo, «muy mayores y sin capacidad de encontrar un trabajo».
La iniciativa se centra en «un proyecto de costura, corte y confección donde una profesional les va a ayudar a montar su propio negocio para que sean independientes». Por tanto, no busca tanto la exportación de sus productos sino «fomentar la economía local». «En nuestra oenegé siempre buscamos abastecer al pueblo de las capacidades necesarias para que sobreviva por sí mismo en vez de depender de nosotros», concluye.