La vida consagrada no nos aísla - Alfa y Omega

​Cuando estoy estrenando mi servicio como vicario episcopal de la Vida Consagrada, me piden que escriba este apunte de algo que me gustaría destacar sobre la vida religiosa en Madrid. Creo que es bien conocido que es una realidad significativa, con algo más de 6.000 religiosas y religiosos que viven en unas 1.000 comunidades. Es verdad que está afectada por una realidad de disminución que existe en toda Europa y que seguirá disminuyendo, al menos en el futuro más inmediato, pero todas esas comunidades están distribuidas por muchos rincones de la archidiócesis, prestando diversidad de tareas y servicios, siguiendo al Señor Jesús y dando testimonio de Él. Como se ha dicho ya muchas veces, no son los números lo más importante ni es lo que quiero destacar ahora.

​La vida religiosa nace del deseo de seguir a Jesús, viviendo como Él y entregando la vida a los demás como él lo hizo, en una forma de vida caracterizada por la profesión de los votos de castidad, pobreza y obediencia y viviendo en comunidad. Esta forma de vida no nos aísla del resto de la comunidad cristiana, sino que la vivimos en la Iglesia y estamos llamados a caminar tras el Señor junto con los demás miembros del pueblo de Dios.

​En cada época hemos de ir encarnando la vocación y el carisma, teniendo también en cuenta las necesidades y signos de los tiempos que vivimos. En nuestro tiempo, la Iglesia, pastoreada por Francisco, nos llama a todos a la sinodalidad. En un mundo cada vez más individualista, en el que la desvinculación entre las personas parece imponerse, los religiosos estamos llamados a ser testimonio de fraternidad. La fraternidad nos vincula a aquellos con quienes vivimos, a todos los miembros del pueblo de Dios y a todos los seres humanos, todos hijos de Dios, especialmente a los pobres y a los que sufren. Intercongregacionalidad, misión compartida, participación de religiosos en parroquias, iniciativas de servicio a los más necesitados… nos hacen crecer en sinodalidad, acercándonos a Jesús y a nuestros hermanos.