«Que nuestra Madre nos dé a todos futuro de serenidad y de concordia»
En el ángelus de la solemnidad de la Asunción, Francisco se ha unido a la Iglesia de Tierra Santa para pedir especialmente en esta jornada por la paz en la región. También ha asegurado su cercanía a los afectados por los incendios en Grecia
Durante el rezo del ángelus de esta solemnidad, Francisco ha confiado a la Virgen María «las angustias y dolores» de los pueblos que sufren la guerra. Un día más los ha enumerado: Ucrania, en Oriente Medio, Palestina, Israel, Sudán y Myanmar.
Pero en esta Asunción de María se ha detenido especialmente en la situación en Tierra Santa. La Iglesia en los Santos Lugares ha invitado a que, en esta solemnidad, se pida la intercesión de la Virgen por la paz. «Solo nos queda rezar», escribía en un mensaje el patriarca latino Pierbattista Pizzaballa.
«Sigo todavía con preocupación la gravísima situación humanitaria en Gaza y pido de nuevo un alto el fuego en todos los frentes, que se liberen los rehenes y que se ayude a la población exhausta. Animo a todos a llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para que el conflicto no se extienda y a recorrer el camino de la negociación para que esta tragedia termine pronto», ha dicho el Papa. Y añadía: «Que nuestra Madre Celeste nos dé a todos consuelo y un futuro de serenidad y de concordia».
Este 15 de agosto hay otra ronda de negociaciones en Doha convocada por Qatar, Estados Unidos y Egipto en calidad de mediadores a la que acude Israel, pero, finalmente no estará presente ni Hamás ni tampoco Irán.
En sus llamamientos de este jueves, Francisco ha asegurado también que reza por las víctimas y afectados por los tremendos incendios en Grecia. Ha lamentado este desastre humano y ambiental.
María, «una hermana con las sandalias gastadas»
Antes de la oración mariana, el Papa ha explicado que María fue una peregrina toda su vida y que, por tanto, «es aquella que nos precede en el camino, recordándonos a todos que también nuestra vida es un viaje continuo hacia el encuentro definitivo con el Señor». Retomando la lectura evangélica de esta fiesta, la visita de María a su prima Isabel, Francisco ha asegurado que María no era «una inmóvil estatua de cera», sino al contrario. La Virgen dejó su casa y se puso en camino porque deseaba anunciar lo que le había sucedido. No quiere guardar para sí esa alegría porque «María no considera un privilegio la noticia recibida del Ángel».
«Este primer viaje, en realidad, es una metáfora de toda su vida, porque a partir de ese momento, María estará siempre en camino siguiendo a Jesús, como discípula del Reino. Y, al final, su peregrinación terrena termina con su Asunción al Cielo, donde, junto a su Hijo, goza para siempre de la alegría de la vida eterna», ha destacado el Pontífice.
Por eso, ha recordado que María siempre estaba en movimiento y en ella, «podemos ver a una hermana con las sandalias gastadas» que recorre el camino antes que nosotros.