Gelato italiano para los niños de Ucrania - Alfa y Omega

Gelato italiano para los niños de Ucrania

El Vaticano impulsa una iniciativa para que los niños ucranianos se alojen en verano con familias italianas y descansen unos días del contexto de guerra. Empezaron siendo cinco en 2022 y este año han llegado 57

Victoria Isabel Cardiel C.
Las familias de acogida en el aeropuerto mientras reciben a los niños que pasarán en Italia el verano
Las familias de acogida en el aeropuerto mientras reciben a los niños que pasarán en Italia el verano. Foto cedida por Familias por la Acogida Italia.

Nada más cruzar la frontera italiana junto a su madre y su hermana pequeña, a Masha le invadió una sensación de angustia. No podía dejar de pensar en los que había dejado atrás y permanecían escondidos de las bombas en los sótanos de Kiev. Sus familiares y amigos no habían tenido la suerte de poder pasar los meses de verano en un país en paz. Lo grababa todo con su teléfono para transmitirles con sus vídeos la serenidad de una cena en familia o el gozo de un gelato en la playa. Pero poco a poco los Sommacal lograron obrar el milagro de replicar en su casa de Milán la rutina diaria de su vida en Ucrania cuando no había guerra. En el verano del 2022, con la invasión rusa todavía reciente, llegaron a Italia cuatro niños además de ella que fueron integrados en otras familias italianas y que «volvieron a casa muy contentos, llevándose de vuelta en septiembre un soplo de esperanza», asegura Luca, el padre de esta generosa familia que desde 2019 es el presidente de la red Familia para la Acogida en Italia. Los pequeños se adaptaron rápidamente a una vida no marcada por el miedo y las sirenas antiaéreas en un país donde todo es completamente diferente, empezando por el idioma. «En menos de una semana aprendieron las primeras palabras en italiano. Se adaptaron fácilmente a nuestro estilo de vida», relata.

Masha con la familia Sommacal disfrutando de un día de playa
Masha con la familia Sommacal disfrutando de un día de playa. Foto cedida por Luca Sommacal.

La primera experiencia de acogida arrancó en 2015 tras el estallido de la primera guerra en la región del Dombás, cuando los hijos de algunas familias desplazadas de este territorio pudieron viajar a Italia. Sin embargo, todo se aceleró a partir de febrero del 2022 con la invasión de las tropas rusas. «Estos años han sido un camino que, de alguna manera, nos ha preparado para lo que iba a suceder», incide. En junio del año siguiente el Papa envió al cardenal Matteo Zuppi en una misión confidencial para propiciar un alto el fuego entre Rusia y Ucrania. El principal cometido de sus viajes primero a Kiev y luego a Moscú fue «ayudar a aliviar las tensiones» e «iniciar caminos de paz», según explicó entonces el Vaticano. Zuppi regresó de su viaje a Moscú en junio sin resultados al menos aparentes. Sin embargo, las reuniones que mantuvo con Zelenski fueron más fructíferas. «Uno de sus ministros había sido uno de los niños de Chernóbil que tras la explosión de la central fue acogido por una familia de Pádova durante un breve periodo. Consciente de la hermosa experiencia que vivió, preguntó si era posible repetirla hoy para los niños de su pueblo», asegura el sacerdote Marco Pagniello presidente de Cáritas Italiana que evita dar el nombre del político porque no quiere exponerse. 

Junto a otras organizaciones católicas como la Fondazione AVSI o Emaús se pusieron manos a la obra para integrar a niños ucranianos en los campamentos de verano que organizaban. En 2023 estas asociaciones acogieron a 270 niños ucranianos en distintas estructuras de la Iglesia. La principal novedad de este año es que se «ha puesto en práctica la voluntad de abrir también a las familias individuales a la acogida». Tal y como apunta Luca —que adoptó a su primer hijo con tan solo 15 días de vida hace ahora 22 años— su objetivo es lograr acoger a más de 800 niños ucranianos. De momento, han venido 57. «Nos hemos implicado oficialmente como asociación Familias para la Acogida para permitir a los niños ucranianos gozar de unas vacaciones tranquilas y así olvidarse por unos días de la guerra», describe Luca. Un objetivo que también se ha logrado gracias a su amistad con el sacerdote ortodoxo Amvrosij Makal, que atiende a la comunidad de Milán. «A menudo me decía: “Nuestras Iglesias han estado divididas mil años, pero ahora estamos viviendo la unidad”».

Viaje de Parolin para pedir la paz
El secretario de Estado vaticano con Zelenski

En 1630, el voivoda de Kiev Yanush Tyshkevych fundó un monasterio en señal de gratitud por la liberación de los tártaros y donó un icono de la Madre de Dios Snizhna (Nuestra Señora de las Nieves) pintado en el siglo XVI. Un gesto que enraizó una larga tradición de peregrinaciones que pronto se extendieron por todo el territorio, acomunando a su paso fieles dispuestos a arrodillarse ante la efigie milagrosa de Nuestra Señora situada en aquel lugar santo.

El pasado domingo el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, quiso acompañar a los ucranianos católicos de rito latino en las celebraciones conclusivas de la peregrinación a este santuario mariano de Berdychiv, situado en la provincia de Zhytomyr, al oeste de Kiev. Allí celebró una Misa en compañía de dos sacerdotes, el padre Ruslan Mykhalkiv, rector del seminario de la diócesis de Kyiv-Zhytomir, y el padre Andriy Lehovich, secretario del arzobispo metropolitano de Leópolis de los Latinos.

El Pontífice delegó a Parolin —que regresó el miércoles al Vaticano— la tarea de cumplir en su nombre una peregrinación de paz. En su visita, Parolin acudió a la catedral grecocatólica de Kiev, mantuvo un encuentro con el arzobispo mayor de la Iglesia grecocatólica ucraniana, Sviatoslav Shevchuk, y con varias autoridades civiles del país, entre ellas el presidente Volodímir Zelenski, que reconoció haber hablado con él «del papel del Vaticano en el establecimiento de una paz justa y duradera para Ucrania» y de «la difícil situación humanitaria».