18 de julio: san Arnulfo de Metz, el obispo patrono de los cerveceros - Alfa y Omega

18 de julio: san Arnulfo de Metz, el obispo patrono de los cerveceros

Fabricantes y consumidores de cerveza tienen en san Arnulfo de Metz un intercesor que buscó el bien de las almas y de los cuerpos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
'San Arnuflo de Metz'. Obra de Donna Hauput.
San Arnuflo de Metz. Obra de Donna Hauput. Foto cedida por Donna Haupt.

«No bebáis agua, bebed cerveza», dijo san Arnulfo a los fieles de su diócesis al constatar los estragos de una epidemia causada por la baja calidad del agua en los pozos de la región. A pesar de que hay varios santos a los que se considera patronos de los fabricantes —y consumidores— de la bebida de la cebada, es a él al que se le atribuye la frase: «Del sudor del hombre y del amor de Dios, la cerveza vino al mundo». 

San Arnulfo nació en algún lugar del noroeste de Francia, en la región de Lorena, el 13 de agosto del año 582. Lo hizo en una familia acomodada y hay biografías que le identifican como uno de los hijos del obispo de Metz, a quien sucedería en la sede episcopal años más tarde. Debido a su noble linaje, formó parte en su juventud de la corte de Teodeberto II, rey de los francos de Austrasia. Allí, su competencia y disciplina le granjearon la confianza del monarca, que pronto colocó a Arnulfo al frente de seis de las provincias de su reino. En la corte conoció a su mujer y al poco llegaron dos hijos, pero una súbita conversión de ella la hizo dejar todo para ingresar en un monasterio.  

Corría el año 612 y Arnulfo decidió abandonar también la gestión de los encargos reales para entrar él mismo en el convento. Dos años después, tanto el pueblo como el rey le pidieron aceptar la tarea de ser el obispo de Metz, pero a Arnulfo la sola idea de pensarlo le espantaba. Determinó pues abandonar de noche la ciudad para llevar una vida más escondida en algún otro lugar, pero la súbita aparición de un lobo nada más salir al campo le hizo volver a casa. Al pasar por un puente encima del río Mosela decidió tirar al agua su anillo, diciéndose que Dios se lo haría llegar de nuevo confirmando así su voluntad de que fuera obispo. Al día siguiente, a la hora de comer, fue a abrir el pez que un pescador había obtenido para él y se encontró dentro del vientre el anillo que había arrojado la noche anterior. Arnulfo vio en todo aquello el dedo divino que le invitaba a aceptar el báculo y la mitra, pero se vio tan indigno de ello que empezó a vestir una tosca prenda de saco y a ayunar con frecuencia.  

El santo se tomó en serio el cuidado no solo de las almas de sus fieles, sino también de sus cuerpos. Por eso, cuando los habitantes de Metz empezaron a enfermar y morir por la mala calidad del agua que consumían, su obispo les instó a beber cerveza, quizá intuyendo que el proceso de hervir el agua para hacer la bebida eliminaba los agentes que hacían enfermar a la gente. El caso es que gracias a ese consejo se acabaron por fin los males de la población y desde entonces la imagen de Arnulfo ha estado siempre asociada al zumo de la cebada.  

En el año 623 fue elegido por el rey Clotario II para ser tutor de su hijo Dagoberto, obligando al santo a implicarse en las intrigas de la corte, sofocando rebeliones y mediando en controversias. Seis años después, cuando Dagoberto se convirtió en rey de los francos, un Arnulfo agotado de las intrigas palaciegas renunció al episcopado para retirarse a un monasterio en Remiremont.  

Allí cuidó y dio de comer a numerosos leprosos que se acercaban hasta sus muros buscando caridad. Uno de ellos incluso resultó curado de sus males cuando Arnulfo vertió sobre su cabeza las aguas del Bautismo. Ese no fue el único milagro que protagonizó, pues durante su vida en Remiremont liberó a varias personas de sus demonios y también levantó a un niño de la muerte tras llorar sobre su cuerpo sin vida y ungirle los santos óleos.  

Finalmente, el 18 de julio del año 640 Arnulfo entregó su vida a Dios, pero ahí no se acabó la prodigiosa existencia del santo. Al enterarse de su muerte, los habitantes de Metz reclamaron para sí el cuerpo de su antiguo obispo, para cuyo traslado lograron el permiso años después. Se organizó entonces una gran comitiva que llevaría los restos de Arnulfo de un lugar a otro. El camino era largo —casi 150 kilómetros— y duró varios días. En Champignuelles, el calor sorprendió al multitudinario cortejo fúnebre, por lo que sus miembros entraron en una taberna a pedir cerveza en homenaje al santo. Sin embargo, el tabernero solo tenía barril para llenar una jarra, pero la fe que se respiraba en el ambiente hizo que la cerveza se multiplicase y corriese por doquier, saciando a todo el mundo. Dicen, en la mejor de las tradiciones bíblicas, que las que bebieron fueron 5.000 personas, sin incluir mujeres y niños. Desde entonces, el nombre de Arnulfo ha sido invocado a la hora de pedir buen tiempo y lluvias adecuadas para la cebada, para sustento de agricultores y solaz de cerveceros.

Bio
  • 582: Nace en el noroeste de Francia
  • 612: Deja el palacio de los francos y dos años después es elegido obispo de Metz
  • 623: Es nombrado tutor del futuro rey Dagoberto
  • 629: Se retira al monasterio de Remiremont
  • 640: Muere en Remiremont