El Sínodo propone más transparencia y consultas
El instrumentum laboris sugiere importantes cambios en los procesos de toma de decisiones de la Iglesia y la posibilidad de que las diócesis presenten informes anuales sobre distintos ámbitos
El Aula Pablo VI será nuevamente, en octubre, un espacio abierto de diálogo que recogerá el sentir de toda la Iglesia universal. El Papa no quiere que suceda como en el Sínodo de la Amazonia, cuando los participantes acabaron militando agriamente en sectores, por ejemplo, a favor o en contra de ordenar sacerdotes a hombres casados. Por ello, han quedado fuera del instrumentum laboris hecho público el pasado martes los temas más espinosos, como el diaconado femenino o el celibato obligatorio. A petición del Papa, diez grupos de trabajo llevan desde marzo examinando teológicamente estos contenidos. Por ejemplo, el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, se ocupará junto a otros ocho expertos de la revisión de la formación de los seminarios en todo el mundo. Después, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe presentará a Francisco sus conclusiones antes de junio del 2025. «No se trata de sustraer ciertas cuestiones al debate de la asamblea, sino de aportar elementos útiles desde el punto de vista teológico y canonístico para ofrecer al ministerio de Pedro», señala el relator general de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo, el cardenal Jean-Claude Hollerich.
Trasladada la reflexión sobre estas cuestiones, el instrumentum laboris se centra especialmente en las estructuras de la Iglesia, así como en la red de relaciones y contextos eclesiásticos que se entrelazan en el mundo. Así, sugiere importantes cambios en los procesos de toma de decisiones, tras recordar que en la Iglesia el ejercicio de la autoridad «no consiste en la imposición de una voluntad arbitraria». Se menciona la necesidad de procesos de consulta más sólidos y la posibilidad de que los miembros de consejos parroquiales y diocesanos sean elegidos. «El objetivo del discernimiento eclesial no es hacer que los obispos obedezcan al pueblo, subordinando los primeros al segundo, ni ofrecer a los obispos una vía para hacer aceptables decisiones ya tomadas, sino para conducir a una decisión compartida en obediencia al Espíritu Santo», subraya el documento de 32 páginas, titulado Cómo ser una Iglesia sinodal misionera y redactado a partir de los resultados de tres años de proceso de escucha.
- La sinodalidad no comporta la devaluación de la autoridad particular y de la tarea específica que Cristo mismo confía a los pastores: los obispos con los presbíteros, sus colaboradores, y el Romano Pontífice como principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad tanto de los obispos como de la Iglesia. Por el contrario, ofrece el marco interpretativo para comprender el propio ministerio jerárquico.
- Se considera oportuno que se establezca «un ministerio de la escucha y del acompañamiento», que cumpla así una característica fundamental de la Iglesia sinodal: «Que escucha, acoge y acompaña, que es percibida como casa y familia».
- El discernimiento comunitario no es una técnica organizativa, sino una práctica exigente que califica la vida y la misión de la Iglesia.
- Corresponde a las Iglesias locales implementar cada vez más todas las posibilidades de dar lugar a procesos de decisión auténticamente sinodales, apropiados a los diversos contextos. Es una tarea de gran importancia y urgencia y de ella depende el éxito de la fase de implementación del Sínodo.
Emerge asimismo con claridad que una Iglesia sinodal necesita practicar la transparencia y la rendición de cuentas, «indispensables para promover una confianza recíproca para caminar juntos y ejercitar la corresponsabilidad». Esto incluye el ámbito de los abusos sexuales y financieros, pero también los métodos de evangelización, las condiciones de trabajo en las diócesis y la planificación pastoral. El texto apunta que las diócesis podrían presentar un «informe anual sobre el cumplimiento de la misión» en los ámbitos citados, así como en «la promoción del acceso de las mujeres a puestos de autoridad y su participación en los procesos de toma de decisiones», otra de las necesidades que identifica el texto. «Debe recuperarse la dimensión de la rendición de cuentas de la autoridad a la comunidad», se pide.
También amplía el enfoque y el papel de las Iglesias locales, subrayando el lugar preeminente de las conferencias episcopales y de las Iglesias orientales, que sugiere que se reconozcan como «sujetos eclesiales dotados de autoridad doctrinal». El instrumentum laboris, sin ningún valor vinculante, también esboza la posibilidad de que los laicos con formación «prediquen en Misa». En este sentido, se señala que, ya en determinados contextos, el derecho eclesiástico les permite «coordinar comunidades eclesiales», «servir como ministros extraordinarios» del Bautismo y «dar asistencia» al párroco en las bodas. «Esta reflexión debería ir acompañada de un examen más detenido de cómo podemos promover más formas de ministerio laical, incluso fuera del ámbito litúrgico», asegura Hollerich. Sería una forma de aliviar la sobrecarga que, reconoce el texto, sienten a veces los sacerdotes.