La Iglesia de Madrid acoge a tres nuevos diáconos permanentes
«No viviréis solos este servicio, sino en colaboración con todo el orden sacerdotal», subrayó Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, durante la homilía
«Dios, que comenzó en ti la obra buena, el mismo la lleve a término». La catedral de la Almudena ha acogido este sábado la ordenación de tres diáconos permanentes, Miguel Ángel Fernández González, José Luis de Marcos Gamboa y Jaime Muñoz Igualada. Una ceremonia llena de alegría y felicidad donde los tres protagonistas, junto con sus familias, han vivido uno de los días más especiales de su vida.
Ha sido el obispo auxiliar de Madrid, Jesús Vidal, quien ha presidido la ordenación de los tres diáconos y, durante la homilía, ha recordado además que hoy la Iglesia celebraba la solemnidad de los santos Pedro y Pablo: «Podemos encontrar en sus vidas, y en las lecturas que acabamos de escuchar, algunos rasgos que pueden ser importantes para vuestras vidas». ¿Por qué celebramos unidos el martirio de Pedro y Pablo? ¿Por qué no celebrarlos separados? Nos ayuda el martirologio romano quien nos dice que ellos, «con la fuerza de la fe anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma». Esto es entonces lo que les une: la fe, la caridad y el anuncio del Evangelio en Roma.
Martirio, entrega de la vida y comunión aparecen así unidos: «No se puede explicar el uno sin el otro. No hay verdadero martirio y testimonio de Jesucristo si este no se da en la comunión de la Iglesia. Es en la comunión donde mejor se manifiesta y revela el misterio salvífico de la entrega de Jesucristo por nosotros», ha afirmado el obispo auxiliar de Madrid.
Comentando el Evangelio, Jesús Vidal ha recordado la promesa que le hace Jesús a Pedro —«tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará»—. A primera vista, «la diferencia entre las dos fuerzas parece muy fuerte: por un lado, la de Pedro, al cual Jesús tiene continuamente que corregir y quien, además, al final expresará el dolor de la negación; en el otro lado, nos encontramos con el poder del mal, que parece una presencia sólida e invencible, también en nuestro mundo». ¿Cómo podrá entonces no ser derrotada la fragilidad de Pedro por la potencia del mal en el mundo?
Y la respuesta, ha remarcado el obispo auxiliar de Madrid, «está en el amor y en la comunión de estos dos santos y así lo recoge la Iglesia desde el principio. En la comunión de los dos apóstoles que permanecieron unidos, el mal es vencido por Jesucristo». Refiriéndose a los tres diáconos permanentes, Jesús Vidal ha subrayado que «al presentaros hoy delante de la Iglesia, expresáis también vosotros vuestra fragilidad. Esta no es una carrera de méritos donde se han elegido a los mejores y seguro que vuestras familias son las primeras que conocen vuestras fragilidades. No sois elegidos para combatir vosotros solos. En realidad, sois consagrados, tomados e introducid en el cuerpo de la comunión de la Iglesia de una forma nueva, para un nuevo servicio que no viviréis solos, sino en colaboración con el orden sacerdotal».
Una celebración, la de este sábado, «que es también para nosotros una ocasión para renovar, con un corazón sencillo, fiel y dócil nuestra comunión con el obispo y con el Papa Francisco. Unidos a él y a Jesucristo, la comunión de la Iglesia no puede ser derrotada».
«Vosotros os comprometéis a rezar junto con el Pueblo de Dios y en su beneficio. Es entonces, cuando presidáis al Pueblo de Dios, que el ángel del Señor se hará presente e iluminará entonces las situaciones más oscuras. Una y otra vez tendréis que repetir las palabras de Pedro que hemos escuchado en la Primera Lectura: “Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme…”».
Por último, el obispo auxiliar de Madrid ha recordado a los nuevos diáconos permanentes, su principal misión, que también encontramos en la Segunda Lectura. Allí el apóstol san Pablo escribe a Timoteo, «seguro y consciente de que le falta poco tiempo para entregar su vida. Echa su mirada atrás y puede dar gracias al Señor de haber cumplido su misión: ha conservado su fe». «Esta es vuestra principal misión, que en medio de todos vuestros trabajos, podáis conservar la fe. Sois llamados para el servicio de la Iglesia en orden a esto: que la fe sea propagada y sea conservada para el anuncio del Evangelio».