Reforma integral en la parroquia del patrón de Madrid
Tras dos años de trabajos, San Andrés Apóstol inaugura su rehabilitación y un altar nuevo que ha sido consagrado por el cardenal Cobo
Quienes estos días pasan ante el imponente templo parroquial de San Andrés Apóstol, en el centro histórico de Madrid, lo perciben más lustroso. La parroquia ha reabierto sus puertas tras dos años de trabajos: restauración, limpieza, pintura, reintegración de elementos de granito en zócalos, basas, fustes, renovación de madera deteriorada, colocación de mármol en todo el suelo, renovación de enchufes y cableado de luz, colocación de una plataforma para el sagrario en el altar y actuación integral en techumbres, fachadas y cornisas, entre otros. La rehabilitación de la iglesia fue inaugurada el pasado lunes, 10 de junio, por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. Durante la Eucaristía consagró el nuevo altar y señaló que «los cristianos edificamos templos porque queremos decir en medio de nuestros barrios, como con este templo histórico, que la presencia de Dios es bienaventuranza para todo aquel que la necesite». Cada templo, añadió, recuerda que «Dios está con nosotros».
Esto lo experimentó de primera mano en esta iglesia el patrón de Madrid, san Isidro Labrador. Gran parte de su vida cristiana pasó por la parroquia de San Andrés, una de las diez iglesias que existían en ese Madrid mozárabe. A escasos cinco minutos andando de donde había nacido, en ella fue bautizado y allí iba a Misa y a rezar antes de coger el camino hacia los llamados Carabancheles, los campos de su patrón, Iván de Vargas. Pasó horas de contemplación en esta iglesia que en aquellos tiempos era una ermita sencilla de estilo mudéjar, a la que estaba adosado un cementerio. En él fue enterrado Isidro a su muerte, en la zona destinada a los pobres. Los estudios forenses que se hicieron al cuerpo del patrón de Madrid hace dos años, con motivo del cuarto centenario de su canonización, corroboraron lo que la tradición había recogido: que a los 40 años de la muerte del patrón de Madrid (acaecida en torno a 1130, cuando contaba entre 35 y 45 años), unos corrimientos de tierras provocados por las fuertes lluvias dejaron al descubierto su cuerpo, incorrupto. Por eso había, según el informe, «distintos niveles de densidad en la parte posterior de algunos huesos». Aún hoy, en una de las capillas laterales presidida por un san José con un Niño Jesús, se puede ver una lápida en el lugar exacto del enterramiento.
El rey Alfonso VIII, a su vuelta de la batalla de las Navas de Tolosa, quiso pasar por Madrid para visitar a este mozárabe que ya tenía fama de santidad desde su muerte. Cuando vio su cuerpo lo reconoció como el campesino que le había indicado el camino que le llevó al triunfo en la batalla. Así, mandó construir una capilla adosada a la primera iglesia y encargó un arca de madera para instalar allí los restos del santo. Este fue el comienzo de las sucesivas reformas de la iglesia, en la que durante siglos se veneraron los restos del santo labrador, hasta que en tiempos de Carlos III se llevaron a la Colegiata. Tras su canonización se decidió construir una gran capilla, cuya primera piedra fue colocada por Felipe IV, y en ella se depositaron los restos. Había entonces un baldaquino y una cúpula de mármoles, estucos y jaspe, máxima expresión del Barroco, que quedaron totalmente destruidos en 1936, al comienzo de la Guerra Civil.
Además de su estrecha relación con el santo madrileño, la iglesia es también reconocida por otro hecho histórico: fue la primera de Madrid en la que se realizó un voto a la Purísima Concepción, en 1438, por haber intercedido en el fin de las inundaciones.
En la homilía, el cardenal Cobo ha señalado que «Jesús nos ofrece un programa de vida hondo y profundo» y que la noticia de la Iglesia es «ofrecer la felicidad de las bienaventuranzas», ya que eso es lo que perdura por encima de todo lo que nosotros podamos edificar.
Precisamente en la reapertura de la iglesia de San Andrés Apóstol, ha recordado que «los cristianos edificamos templos porque queremos decir en medio de nuestros barrios, como con este templo histórico, que la presencia de Dios es bienaventuranza para todo aquel que la necesite. Para todo aquel que es pobre, que llora, que tiene sed de justicia. Para todo aquel que necesita de su misericordia».
En este sentido, Cobo ha afirmado que «el mejor templo es la comunidad cristiana» y que la renovación de esta iglesia madrileña «pone de relieve la importancia de que haya una comunidad cristiana detrás». Resaltando, además, que estas comunidades están «convocadas continuamente a dar belleza» y unidas «a través de la caridad».
El cardenal ha exhortado a «que este templo sea lugar de Dios y a que cada uno de nosotros contribuyamos a que nuestro mundo entienda la bienaventuranza».